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La casa de la diversión

Esto de reabrir el blog después de un mes de ausencia da una sensación muy rara, parecida a la de hablar solo en una casa vacía. Pero bueno, levanto persianas, descorro cortinas, me pongo un delantal y les voy contando mientras adecento un poco el lugar: las vacaciones bien, gracias, repletas de apasionantes inactividades. He comido mucho y he bebido bastante, pero, en cambio, he salido muy poco de noche, ya ven qué viejo. He leído menos de lo que habría deseado, me he esforzado en pensar poco, he aguantado con templanza tres semanas sin conexión a Internet, he escuchado mucha música grabada y poca música en directo (hasta ayer, sólo había asistido a un concierto, de Masaki Batoh y Helena Espvall, que estuvo regulero), he visto demasiada tele mala y me he euskaldunizado una pizquita más, hasta descubrir con horror que en vasco también existe el subjuntivo (nadin, dezan y esas cosas que a muchos de ustedes les parecerán lo más normal del mundo, pero que a un riojano trasplantado como yo le suenan a refinada tortura).

Pero bueno, si están leyendo este segundo párrafo es porque ya han superado la portada de los blogs y han entrado en casa, así que basta de parloteo, fuera delantal y pasemos a lo nuestro. Me perdí con cierta penita el Kobetasonik y pasé voluntariamente de las dos primeras jornadas del Bilbao Live: habría ido con gusto a ver a R.E.M., pero el resto del cartel de ese día me parecía un disuasorio campo de minas. En cambio, ayer me animé a subir a la montaña, y no se pueden imaginar cómo me alegro de haberme sacudido la pereza. Nos recibieron los Riders On The Storm, un horror que debería ser punible por la vía penal, pero después lo pasamos genial con ZZ Top (qué guitarras más preciosas, qué sonido de guitarras más precioso, qué tías salían en sus videoclips de los 80), con Tequila (les juro que yo era niño cuando triunfaban, pero sus canciones debían de ser verdaderamente pegadizas cuando tantas de ellas se quedaron adheridas a mi indiferente cerebro infantil) y, sobre todo, con Madness. ¿Puedo decir que son una de las mejores bandas de la historia? Vale, vale, no lo diré, pero lo pienso: es todo un logro empezar a tocar pasadas las dos de la mañana y conseguir que la gente baile, se emocione y se resista a admitir que todo ha acabado cuando el reloj marca las… ¡tres y media de la madrugada de un lunes!

Así que, en su honor, bienvenidos a la casa de la diversión…

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


julio 2008
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