La actualidad de la música siempre ha tenido una dimensión subjetiva que, últimamente, parece haber ganado relieve. Para quien no conoce el Closer de Joy Division, editado en 1980, este disco es tan nuevo como el que acaban de sacar Interpol (y perdón por este ejemplo tan malintencionado); a quien no lo ha escuchado jamás, el primero de los Bee Gees, de 1967, puede resultarle tan sorprendente como el nuevo de Art Brut. En fin, ya me entienden: todos tenemos unos discos en rotación intensa que pueden llevar décadas en el mercado, pero que acabamos de descubrir y forman nuestra banda sonora del momento. Tengo la impresión de que las revistas musicales olvidaron durante mucho tiempo este hecho y se centraron excesivamente en la pura novedad, un enfoque que a menudo les obligaba a sobrevalorar discos mediocres para dar la impresión de que la creación bullía, pero últimamente prestan mucha más atención a las reediciones y a la repesca de joyas añejas. Internet y su plena disponibilidad habrán tenido algo que ver.
Los blogs musicales son el extremo de esta tendencia, y permiten que el aficionado se cree una actualidad a medida con, por ejemplo, álbumes de rock progresivo de 1971. Un caso particularmente radical es el de Zakkorama, que ha emprendido la difusión de recopilaciones con lo mejor de la música popular y, en su avance año a año, va por… ¡1941! Y aquí me tienen, escuchando a los Ink Spots -en la foto-, George Melachrino, Wendy Clare y otros espectros del pasado lejano, que me seducen mucho más que la última hornada de copistas británicos y americanos. Son novísimos, al menos para mí.