De todas las “ramificaciones dementes” del universo ‘Star Trek’ que mencionaba el compañero Arrieta en su feliz resurrección, la que más me llama la atención -sí, más que las mujeres carnositas de Nimoy, no se crean las malintencionadas infamias del anterior post– es la existencia de una comunidad de hablantes de Klingon, al parecer bastante más nutrida de lo que aconseja el sentido común. Con lo que cuesta aprender una lengua, me fascina que haya personas con tanta fuerza de voluntad y tiempo libre como para dominar un idioma de ficción y emplearlo en alegre cháchara. El klingon es obra del lingüista Marc Okrand y tiene su propio alfabeto, aunque se puede y se suele escribir en caracteres latinos como los del título, que quieren decir feliz cumpleaños y van dedicados a los trekkies del mundo, hala. Si están hartos de euskaldunizarse o anglofonizarse en sus ratos de ocio, pueden romper las ataduras de la convención y apuntarse al Klingon Language Institute, una especie de Bai & By del mundo freak, pero, por favor, no lleguen a los extremos del tipo que quiso criar a su hijo como hablante bilingüe de klingon e inglés.
Y, si lo suyo no es ‘Star Trek’, siempre les queda la opción de escribir sus chuletas y listas de la compra en Aurek-Besh, tenctonés, gnómico o el alfabeto de ‘Futurama’, que no cuentan con su propio lenguaje -al contrario que el klingon o las invenciones de Tolkien- pero les dejarán más tiempo para ser personas normales.