Molido, no agitado, he alcanzado la tercera y última jornada del Bilbao Live Festival, que alargué por prurito profesional hasta las nueve de la mañana para comprobar fehacientemente que a esa hora los DJs cierran el chiringuito. Espero que esta muestra de celo periodístico compense la osadía del segundo asalto, cuando me puse a hablar de la banda de Axl sin ser fan ni haber seguido su trayectoria. En realidad, sí que he seguido su trayectoria, al menos desde el desastre del ‘Challenger’, pero no se inquieten: disfruté bastante del concierto, lo que me permitieron los guitarristas, y si en el año noventa hubiera tenido la visión de que los Gansan tocarían en Bilbao un día, habría pagado una ronda de champán Krug. Dicho lo cual, el cartel del tercer día prometía variedad y diversión en gradación para todos los públicos, con los ‘indies’ calentando para los campistas. Se salió Planetas del horario asignado para cubrir el hueco que dejó Tricky, retenido por razones de visado en la frontera estadounidense. Tocaron a medianoche el repertorio que uno hubiera esperado a las siete y media de la tarde, con temas demasiado nuevos para satisfacer a sus fieles, aunque dejaron caer al final un par de himnos. Antes, vimos a unos Pretenders imperecederos y a los eficaces Roth y Calamaro, que movieron a la marea humana con la capacidad de arrastre de la luna. No estuvimos atentos a Placebo (nos dijeron que estuvieron bien) y llegamos justitos a Rinocerose, que suele programarse a las tantas para reanimar al personal con ráfagas de rock y electrónica. Y no está mal pensado.