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Doonesbury y Los Simpson

Hace algunos meses, al final del lustro que Antena 3 se pasó celebrando los diez años de ‘Los Simpson’, uno de sus creadores afirmaba que el éxito de la serie fuera de su país se debía a que Homer Simpson representaba al americano gordo, egoísta y estúpido del que a los europeos nos gusta reírnos. Tal vez por eso hace años que la serie lleva explotando la obesidad, el egoísmo y la estupidez de su protagonista como principal recurso cómico, con ingenio decreciente cada temporada. ‘Futurama’ llegó como una bocanada de nitrógeno líquido y bien fresco, pero sólo duró cuatro temporadas, para desdicha de ‘geeks’ de toda condición. El caso es que ‘Los Simpson’ han dejado, aparte de cantidad de episodios que nadie se cansa de ver repetidos, multitud de lecciones sobre la vida y el oficio de guionista. La sátira de la televisión dentro de la televisión es tan aguda como las mejores aventuras de Homer, que es el Quijote contemporáneo. Los autores de la serie han transgredido todas las reglas de la telecomedia e incluso han tenido alguna vez la desfachatez de enunciarlas por boca de un personaje. Por ejemplo, que al final de cada episodio, todo debe volver a la normalidad para que el espectador se sienta cómodo en la siguiente entrega. A continuación, mataban a un personaje, como la mujer de Flanders, el músico de jazz o el psicólogo. Algo impensable en una serie hecha para durar. En las series no animadas, como las tiras cómicas, esto tampoco debe hacerse. Ahí está el gato Garfield, caracterizado como un viejito cuando cumplió 9 años a finales de los ochenta, y que sigue engullendo lasaña como el primer día. Sólo conozco una tira cómica que haya hecho del cambio en sus personajes una señal de identidad: ‘Doonesbury’, de Garry Trudeau, posiblemente la historieta americana más influyente, pero prácticamente desconocida entre nosotros. Uno de sus personajes, B.D., que había representado desde los años setenta al americano de orden a través de sucesivas caracterizaciones como ‘quaterback’, patrullero, piloto de combate y veterano de todas las guerras libradas por su país desde Vietnam, perdió hace dos años la pierna en Irak. Un personaje forjado en un carácter durante todos esos años, encuentra de pronto cómo se tambalea su universo; desaparece el casco que ha llevado en la cabeza desde que jugaba al fútbol americano hasta que salió para Oriente Medio, y acude a un centro de veteranos para recibir terapia psicológica. Hay días en que la tira no tiene una pizca de comedia.

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Asesor tecnológico en Madrid Tecnología, proyecto del Ayuntamiento de Madrid que fomenta la utilización de las nuevas tecnologías entre ciudadanos y empresas.


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