Los budistas siempre me han caído bien. Me gusta que sea una religión sin dios y me parece digno de aplauso que sus sacerdotes no se dediquen a lanzar fatwas y fundar inquisiciones. Además, estoy de acuerdo con su mentalidad práctica: ya saben que el hombre sufre, herido por una flecha invisible, y lo primordial es quitarle el dolor en vez de perder el tiempo dilucidando quién se la ha disparado. Eso decía Buda, con acertado criterio. Lo que no tengo tan claro es si el bueno de Sidarta Gautama, después de despertar a la verdadera naturaleza de la existencia, habría corrido a la tienda para adquirir el disco de los monjes budistas del monasterio Sakya Tashi Ling, situado en la comarca barcelonesa del Garraf. Los responsables del santuario combinan tópicos orientales y catalanes, espiritualidad y pela, y han sacado en Vale Music un álbum que ya supera las 50.000 copias vendidas. Su parte de los beneficios, avisan, se destinará a “proyectos de potenciación de los valores positivos del ser humano” y a “ayuda humanitaria”, y eso está muy bien, pero tengo mis pegas artísticas: ¿era necesario someter los mantras a esos arreglos chill out, más bien baratones? El propio disco alerta honestamente de que no se trata de las ceremonias originales, pero casi sobra el aviso, porque esta versión ibérica de Enigma distraería de cualquier intento de elevar la conciencia. De todas formas, sigamos el sabio consejo del presidente de la comunidad, seamos “generosos y amables” y miremos la cosa con espíritu positivo: no deja de ser adecuado que algún marchoso regrese a casa, después de un fin de semana alargado químicamente, con el ‘mantra de la vacuidad’ sonando a todo trapo en su buga tuneado.

Actualizado: los chicos del Garraf no están solos. El lama Tashi figura entre los candidatos a los Grammy de este año en la categoría de música tradicional. Ommmmmmmmm…