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En buena lógica

El pelo de las ranas

“Eso ocurrirá cuando las ranas críen pelo”. Siempre me ha divertido esta expresión tan irónica y escéptica, aplicable a tantas personas que sueñan con quimeras o nos venden predicciones baratas. La oí hace poco pronunciar contra uno de esos buscadores de tesoros que deambulan por las playas tras una especie de aspiradora que van paseando por el aire, a ras de tierra, detectando metales. Estos cazatesoros siempre me han parecido la viva estampa del idiota, con sus enormes auriculares y ese cacharro futurista que les debió costar un Congo. Parece como si llevaran pegado un cartel que pregonara su condición de ilusos. “Te harás rico cuando las ranas críen pelo”, le dijo con sorna un pescador con el que se encontró y que se paró a saludarlo. Y yo pensé que tenía razón: a ese cacharro sólo se pega la calderilla.

Esta semana leo con sorpresa que un aficionado cazatesoros ha encontrado con un detector de metales en el huerto de un amigo, en Staffordshire, un tesoro compuesto por 1.500 piezas de oro y plata del siglo siete: pomos y empuñaduras de espada, placas de oro engastadas con piedras preciosas… el mayor tesoro anglosajón hallado bajo tierra. Desde luego es increíble, pero no tanto como el hecho de que el amigo del cazatesoros le dejara pasear su lunático cachivache por su huerto, en vez de darle la tarjeta de un psiquiatra. Digo yo que el amigo se merece un pellizco del botín.

Existe una especie de rana en África oriental llamada popularmente rana peluda: Trichobatrachus robustus. Durante la temporada de apareamientos les crece el pelo a los machos. En definitiva, hay que tener cuidado con las afirmaciones. De la sabiduría al engreimiento hay una distancia muy corta.

Por Ignacio García-Valiño

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