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Bruno Vergara

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Crónicas de la Quebrantahuesos 2009: Lna (Punta Galea)

Ya sabes que puedes enviarnos tu crónica de la Quebrantahuesos 2009 y entrar en el sorteo de unas gafas SPIUK: Esta es la crónica de Lna (Punta Galea)

El 20 de junio a las 7.30 de la madrugada en Sabiñánigo es el día Q y la hora H para 10.300 ciclistas. Entre temerosos y temerarios afrontan el reto de superar la dificultad, de explorar sus límites. El calor, la ascensión prolongada, la presión en la altitud y el riesgo en la bajada son los obstáculos previstos. El objetivo, completar los 205 km del recorrido pirenaico: 3 puertos sucesivos de 1 ª categoría y uno, corto pero intenso, de 3ª que llega cuando las fuerzas ya están al límite.

Para cumplir y colgarse esta medalla han empleado su ánimo a lo largo de todo el año, con constancia en el entrenamiento, entrega en el esfuerzo y esperanza en ir acumulando el fondo necesario para vencer al cansancio. Muchos lo han hecho sobreponiéndose a las lesiones ¿Recuerdas que hace 9 meses era una inválida funcional con el brazo en cabestrillo y el hombro cosido a tornillería fina? La ilusión por participar en este día también me ha ayudado a dejar aquello en lo que es ahora: apenas un bulto que se me olvida y una cicatriz de 4 + 4 cm.
A todos nos encontrarás en esa mancha multicolor de la QH, que habla en superlativo, superando en dificultad y participación a todas las demás. Y mientras los organizadores insisten en que no es una carrera, amateurs, aficionados y élite disputan trofeos y clasificaciones con primaria furia y pasión, durante una sola mañana, en la que se dejarán en el asfalto la energía de 2 días completos.

Este año participaba por primera vez y me llenó de emoción el paso bajo los múltiples arcos de publicidad que precede a la salida, el fatídico pitido inicial del chip y el aplauso del público que, generosamente, estaba allí a tan ingrata hora, animando desde las gradas. Poco más de 1 km después, un “figura” de los que desea rebajar un buen tiempo anterior tuvo un pinchazo. No llevaba repuesto de tubular y debía esperar el paso de la muchedumbre hasta que el coche de asistencia mecánica llegara, perdiendo la posición, por lo que se retiró… Los demás continuamos alegres hasta mediado Somport, donde el fuerte viento de cara entorpecía el paso y nos hizo subir algún piñón. Avanzábamos sin notarlo hacia el interior de la niebla que, próximos a la cima, ya precipitaba en lluvia fina. Con las gafas empañadas no alcanzaba a distinguir si aquello era Candanchú o Katmandú, pero desde luego, algo no encajaba si los que animaban desde las cunetas llevaban anoraks de esquí y los demás rodábamos con un único maillot corto súper transpirable. No quedaba otra que descender 40 km continuados con la boca cerrada y los dientes apretados.

Después de un fugaz rayo de sol nos plantamos al pie del Marie Blanque, el puerto más temido del recorrido. Rebasamos a un grupo de Punta Galea, animado por Koldo con la armónica. Al llegar a los 4 últimos y durísimos km, reducimos la ¿velocidad? a 8 por hora y seguimos, sin perder el aliento, hasta encontrar un buen asfaltado que parecía la alfombra mágica, por la que deslizaban contentas nuestras ruedas.

Este bosque aún guardaba más sorpresas que un árbol de navidad y antes de coronar nos esperan una nube de fotógrafos, cámaras de video, tv y más animación musical hasta el avituallamiento. Algunos desdeñan las bebidas frías, prefieren unas mantas de la Cruz Roja. No está el vendedor de equipación de invierno, con quien hubiéramos celebrado con júbilo el solsticio de verano. Repostamos y seguimos cuesta abajo, donde andan más fotógrafos, agazapados como conejos entre matorrales.

Unos descienden mejor que otros, peor aún los 4 asistidos en camilla, sucesivos en pocas curvas, uno de ellos aún en posición fetal en el arcén, mientras en la ambulancia reflexionan si cogerlo con pinzas o con grúa. Seguimos con prudencia, observando a diestra, siniestra y aún en medio de la calzada materiales como para abrir una tienda: bidones, manguitos, cámaras. Sin darnos cuenta estamos al inicio del laarguíiisimoo puueeerrrttoo del Poouurrtaleeeet. El tiempo continúa fresco, quedan fuerzas y atacamos sin piedad, dejando atrás a más de doscientos participantes a lo largo de 28 intensos km. Cerca de la cima, el río Gállego (que no viene de Galicia, sino de las Galias, como el César) se ve tan próximo que apetece meterse hasta la cintura.

Porque ya son muchas horas y la Ruby sigue como una burra vieja y tozuda, pero las piernas están ya casi al punto de salsa boloñesa. Entonces, tras un recodo, volvemos en un instante al verano y a las cunetas llenas de gente animando. Corean nuestros nombres con tantas ganas que todos apretamos agradecidos. Se dedican con especial cariño a las chicas, sabedores de que esta prueba es un auténtico matahombres. El esfuerzo necesario para finalizar lo conocen bien 133 féminas, entre los 8.485 que llegaron a meta y obtuvieron diploma.
Al enfilar la bajada nos acompaña una larga cola de coches. Pero ¿qué pasa? Bueno, es que hay retenciones debido a una prueba ciclista. Ya, pero ¿de dónde vienen todos estos? Pues son los que estaban aplaudiendo arriba, que bajan pitando a aplaudir en la llegada, a ver si consiguen adelantar por la carretera mientras hacéis el último puerto. Es que el límite de velocidad es de 50, pero sólo para coches y ya sabes, los ciclistas empiezan a dar relevos y ya no los coges.

Ah, pues aprovecho el viento norte que me empuja, ahora hacia el valle, luego hacia los coches y si no me estrello, llego a Hoz de Jaca. Allí nos espera un camino vecinal mal asfaltado, un tramo ni eso, hormigón. Bordea trabajosamente la presa de Búbal con las últimas dificultades del día. Especialmente para el primer clasificado, que rompió el cambio trasero en la penúltima bajada y tuvo que afrontar esos 2 km de rampas medias al 9% con un desarrollo propio del llano. El último tramo, más de 25 km, se hace en grupo literalmente volando, para entrar en meta exultantes. Las fuerzas han acompañado en todo momento y el paso por cada cota con el objetivo cumplido iba reforzando la confianza en el éxito.

Entre la multitud, muchas anécdotas. Entre todos nos quedamos con Anna-Lena, que me debe medio nombre, a quien regalamos su primer maillot al nacer, hace ahora 1 año. Ostenta el récord de participante más joven, a bordo de un carrito del que tiraban su padre y su madre por turnos. Llegaron después de más de 11 horas de esfuerzo combinado. No tiene derecho a trofeo ni falta que le hace, porque seguro le aguardan otros en la vida. Ahora que ya tengo esta medalla de plata, con la ayuda inestimable de Idoia, que tiraba de mí haciendo la goma invisible, a nosotras nos esperan, de premio, los Alpes. A tí, que si no has tomado parte, ni te imaginas lo que es ésto, por muchas veces que lo leas o te lo cuenten, te espera el verano.
¡Que lo disfrutes!

LNA (Punta Galea)

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