Una de las mayores polémicas que deja el partido del Barça es la expulsión de Amorebieta. Cuando el central se marchó al vestuario corría el minuto 35 y el Athletic había sabido resistir los embates de los de Guardiola. La sensación general era que se trataba de una lucha desigual y que el Barcelona estaba más cerca de marcar que los de Caparrós. Keita, que más tarde haría el primer tanto culé, Villa -que disparó al palo-, y Pedro -con un disparo lejano- ya habían puesto las cartas sobre la mesa y demostrado que los visitantes sin Messi mantenían su poderío atacante. Entonces llegó la jugada en que Amorebieta barre a Iniesta. Lo hace buscando el balón y a mí me parece claro que la entrada es merecedora de acarrear una cartulina amarilla. Pero no roja. Sin embargo, cuando uno realiza una entrada con los pies por delante con esa virulencia se está jugando la expulsión. No es la primera vez que Amorebieta cae en estos errores. El jugador blaugrana sale despedido con cierto dramatismo impostado. San Mamés no se lo perdonaría y los pitos contra él serían constantes.

El partido, ya de por sí difícil, se convirtió en una misión imposible, como hoy titulaba el compañero de EL CORREO Jon Agiriano. Igor Martínez pudo cambiar el rumbo del encuentro con su disparo al palo. No pudo ser. El Athletic perdió el sitio tras el gol de Keita y sólo un gran Iraizoz -brillante todo el partido- evitó la goleada. El tanto de Xabi -con algo de suerte- decantó el partido para el Barça. Luego llegaron las ganas de soñar -el gol de Gabilondo- y la constatación de que fue sólo un espejismo (el tercero, firmado por Busquets en el descuento). Una empresa demasiado grande para el Athletic, desgastado por jugar con uno menos más de medio partido.