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El córner

Rutinas

Todo se acaba -buena prueba es que ya estamos de vuelta-, salvo esa rutina de 19 años de nuestro Athletic que regresa una vez más de Gijón con algo positivo. En este caso, fue un empate que sabe a poco al acabar el partido pero que todos hubiéramos firmado en el minuto 25. No pude ver la primera victoria de la temporada pero sí sufrí viendo al Atlético mostrarse como una escuadra muy superior a la rojiblanca. Ayer, pese al empate (bien variados nuestros resultados en la tabla, ya tenemos de todo), me quedó un buen regusto. Buena parte de la culpa se la achacó a la actuación de Igor Martínez y a varios de sus deliciosos pases largos. Le perdió el miedo al balón en la primera jugada del partido, el gol de Gurpegui nació en sus botas, bregó sin descanso, soltó algún cabezazo y demostro que tiene una gran visión de juego. Con la entrada de Susaeta y con un Orbaiz entonado, el Athletic se mostró como un equipo que se acabaría imponiendo al resultado por el mero peso de la lógica y el fútbol. Los de Caparrós no se dejaron entumecer por las prisas de un resultado adverso y siguieron empeñados en un ataque ordenado y por las bandas. Tuvieron el partido en sus manos tras remontar el 2-0. Faltó sólo la puntilla tras hacer Llorente el empate a media hora del final. Quizá en esos últimos minutos el equipo se relajó demasiado. Es uno de los pocos apuntes negativos que deja el partido en El Molinón. Amén del garrafal error de Iraizoz en el primer gol y el desastre defensivo del segundo (Sangoy recibe el balón solo en el área pequeña). Pero hay mucho más en el cesto de lo positivo. Ese cabezazo inapelable que supuso el tercer gol de Llorente en Liga, que va a uno por partido, y en general la imagen ofrecida en Gijón para deleite de los más de mil aficionados rojiblancos. No le ha sentado mal al Athletic la vuelta a la rutina.

Por Jesús J. Hernández

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