Polémica zanjada. Por el momento y hasta que de nuevo se reabra, a resultas de una enésima petición para que el ‘Guernica’ se exponga en Euskadi, su ‘verdadera patria’ para los nacionalistas. “Está bien donde está”, ha zanjado la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, poco antes de comenzar la reunión del Patronato del Reina Sofía. “Está fuera de discusión” que el cuadro “pertenece” a ese museo, asegura la titular del departamento.
La posición adoptada por el Ministerio no excluye, según González-Sinde, que los críticos del arte y los intelectuales “sigan especulando, sigan estudiando y avanzando con sus diferentes hipótesis artísticas”. ¿Un resquicio abierto? Saben que el cascarrabias es personaje muy malpensado; y puestos a ponerse en lo peor, uno tiene sus temores. Lo que hoy se zanja, mañana se puede abrir. Y si no vean ustedes la cantidad de obras que se cierran y comienzan en el mismo espacio. Quizá la ministra no haya querido pillarse las manos con una promesa que no puede cumplir. Dense cuenta que la política hace extraños compañeros y quizá el cuadro de Picasso pueda convertirse, en un futuro no muy lejano, en moneda de cambio de alguna negociación. ¿Ven como soy muy malpensado? (algunos dirán que retorcido).
“Guernica Gernikara” fue una reivindicación del mundo nacionalista, sobre todo, a comienzos de los ochenta, cuando el cuadro de Picasso aún no había llegado a España, su verdadero y legítimo propietario. El pintor malagueño ejecutó esta obra como un encargo oficial para la Exposición Internacional de Artes y Técnicas de París en 1937. España se encontraba inmersa en la Guerra Civil y el Gobierno democrático utilizó su presencia para revindicar la legitimidad de su lucha. La demanda de un trabajo al pintor coincidió con el brutal bombardeo de la villa foral y la inspiración del acontecimiento dio lugar a dos meses de incesante actividad en su taller parisino de la Rue des Grands Augustins. La inclusión en el pabellón diseñado por José María Sert y Luis Lacasa, excelente muestra del estilo racionalista, le otorgó un inmediato protagonismo. Después, llego a Estados Unidos; durante casi cincuenta años tuvo una vida azarosa, de préstamo en préstamo, lo que ha acabado por deteriorarlo y ponerlo en peligro. Argumento vital que invocan los técnicos para aceptar otro traslado.
Su llegada a España en 1981 no acabó con las polémicas. Madrid, Barcelona, Guernica y Málaga se disputaban su destino hasta la elección del Casón del Buen Retiro, en la capital, como emplazamiento más adecuado hasta su definitiva instalación en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. El último debate ha provenido de la pretensión de una acogida temporal en el País Vasco, a la que se opone el equipo de restauradores por su precaria condición
Los nacionalistas vascos, sobre todo, invocan el nombre del cuadro y el origen del suceso en el que se inspiró Picasso como el pasaporte que legitima sus pretensiones para que acabe por instalarse en Euskadi. Argumentan incluso que el pintor no quería que su obra volviera a España hasta que se restaurara la República. El PNV y sus lehendakaris han hecho casi bandera de esta reivindicación, alegando que con las técnicas actuales es posible una exposición temporal. Ahora que se acerca el 75 aniversario del bombardeo de la villa foral, vuelven a la carga con este tema.
Se olvidan, sin embargo, de la universalidad de la obra del magnífico pintor malagueño. Nombrar ‘Guernica’ es referir los horrores de la guerra; no solo la contienda civil, sino todos los conflictos del mundo. Tanto de antes como de ahora . No es un símbolo vasco, lo que podría avalar la reivindicación. Es un símbolo mundial que bien podría ocupar una de las paredes de la Asamblea General de la ONU, pero son sus dueños quienes deben garantizar su custodia y la más amplia visualización posible. Para que las generaciones venideras no se olviden del dolor y la muerte.