Menudo día han elegido los sindicatos para manifestarse en España. Un 23-F, de infausto recuerdo para los que tenemos unos años, es la fecha que UGT y CC OO han puesto sobre la mesa para mostrar al gobierno su oposición al pensionazo. El éxito, sin que hayan acabado las manifestaciones, está garantizado porque es tal el cabreo acumulado entre la clase salarial que esto de las protestas no ha hecho más que empezar.
Lo que es evidente es que se ha producido la ruptura del idilio entre Zapatero y los lìderes sindicales que venían manteniendo desde que aquel ocupa La Moncloa. No obstante el jefe del Ejecutivo ha vuelto a insistir en que el Gobierno escucha a los representantes de los trabajadores. El presidente asegura que el debate sobre las pensiones “es un debate que permite el sosiego, porque es un tema a largo plazo que no tiene nada que ver con la crisis, por lo que no hay que resolverlo ahora”. Pero los sindicatos no parecen muy dispuestos a seguir por la senda que les marca Zapatero al que acusan de haber lanzado con su propuesta sobre las pensiones “un mensaje de la peor manera posible y que ha generado alarma social”.
Los representantes de los trabajadores no piensan cejar en su pulso con el Ejecutivo porque creen que “la agresión es de una envergadura que necesita una rectificación”. Los sindicatos piden al Gobierno que dé marcha atrás en su reforma sobre las pensiones y “no ponga en cuestión el futuro de la protección social”. Y parece que el mensaje comienza a calar con fuerza en algunos representantes del partido del Gobierno. Saben que de mantener la posición y enfrentarse a los trabajadores, su suerte está echada en la próxima cita electoral.
Para evitar que se desinfle en sus intenciones, el gobernador del Banco de España ha elegido la jornada de hoy para pedir a Zapatero firmeza. “La propuesta del Gobierno sobre la jubilación va en la dirección correcta”, asegura Miguel Ángel Fernández Ordóñez, que con más crudeza que nunca, ha dejado clara la imperiosa necesidad de acometer reformas estructurales, aunque es consciente de que traerán sacrificios que habrá que soportar si se quiere salir de la crisis. «Si no lo hacemos, España va a entrar en un periodo duro y complicado donde no sólo el crecimiento será más bajo, sino que, además, su impacto en las cuentas públicas podría ser muy negativo», afirmó.
Todo el desgaste para el Ejecutivo. Mientras, Rajoy sigue a la espera, sin tomar una sola iniciativa. Bastante tiene con sostener la cuerda que tiene atada al cuello Zapatero que ahora no sabe cómo enderezar la situación, de tal forma que pueda mantener la credibilidad ante los mercados y no siga perdiendo crédito ante los sindicatos.
Hace unos días se daba a conocer los resultados de un informe económico en el que se constaba algo muy extendido enla calle: que los verdaderos paganos de esta crisis son los asalariados, que han perdido en proporción mucho más que los empresarios . Lo que es evidente es que estos reclaman a los primeros que sean solidarios en la crisis y contribuyan a rebajar sus sueldos. Pero nadie recuerda que en las grandes bonanzas que ah habido en estos últimos años, tampoco se ha repartido la riquiza generada entre los trabajadores. Y no es demagogia. Solo constato la realidad.