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Ángel Lázaro

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La matanza de Atocha

24 de enero de 1977. Un comando ultraderechista irumpe en un despacho de CC OO situado en el número 55 de la calle de Atocha y abre fuego indiscriminadamente contra los allí presentes. Cinco personas -cuatro abogados y un sindicalista- resultan muertas y otras cuatro acaban heridas. Tres años después, un tribunal dicta sentencia y considera que los procesados, vinculados a grupos de extrema derecha, constituían un “grupo activista e ideológico, defensor de una ideología política radicalizada y totalitaria, disconforme con el cambio institucional que se estaba operando en España”. El fallo condena a José Fernández Cerrá y Carlos García Juliá a un total de 193 años a cada uno de ellos, y a Francisco Albadalejo, a un total de 73 años.

Treinta y tres años después casi un centenar de personas han guardado un minuto de silencio, al pie del monumento ‘El abrazo’ de Juan Genovés, levantado en memoria de los fallecidos y a escasos metros del despacho laboralista. Los concentrados rendían homenaje a las víctimas de ‘la matanza de Atocha’ y a todos los que han contribuido a la defensa de los derechos y las libertades. El acto también se ha planteado con vocación de futuro y de legado histórico, para que no se pierda la memoria de los abogados asesinados: Luis Javier Benavides, Enrique Valdevira, Serafín Holgado y Francisco Javier Sauquillo, así como el sindicalista Ángel Rodríguez Leal. Previamente, políticos y sindicalistas visitaron las necrópolis de Carabanchel y San Isidro donde los abogados se encuentran enterrados.

El recuerdo es de justicia. Porque los abogados laboralistas asesinados en Atocha y sus compañeros de militancia son víctimas cuyo recuerdo no puede permanecer en el olvido. Con su muerte contribuyeron a la defensa de las libertades, en un momento crucial de nuestra historia. Y la reacción de sus compañeros y de la sociedad fue tan generosa (sin revanchismo y dejando la acción a la Policía y a la Justicia, a pesar de las sospechas) que propició el tránsito hacia la democracia.

“Nadie muere del todo mientras no se le olvida”, dijo durante el homenaje el presidente del Congreso, José Bono, que también estuvo presente en el homenaje (fue abogado de la acusación particular en el juicio que siguió al asesinato). Algo más que una frase; un sentimiento que aún hoy, más de treinta años después de lo que se conoció como la matanza de Atocha, sirve de banderín de enganche para seguir defendiendo la libertad y los derechos de los más débiles. Por ellos y todos nosotros.

Por Ángel Lázaro

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