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Ángel Lázaro

El cascarrabias

Metro Bilbao supera su record y nos lleva como ganado

Metro Bilbao estableció ayer, con motivo del mercado de Santo Tomás, un récord de viajeros transportados en un día al registrar 381.611 desplazamientos, un 0,72 por ciento más que su anterior máximo, fijado el día de Santo Tomás de 2007. No me extraña, si usted es usuario del transporte metropolitano y ayer tuvo que que desplazarse hacia casa o al trabajo (o de compras o de ocio) comprobarían en sus propias carnes los efectos de este record.

Los ‘treneros’ aseguran que el metro no lleva vagones, sino coches. Que los primeros son para transportar mercancías y los otros pasajeros. Ayer el cascarrabias se acordó de esta distinción semántica y discrepó abiertamente de los especialistas. Viajé en un vagón y me sentí como una mercancía más. Es cierto que era un días especial; pero inaguantable. Y mucho más en un vehículo que no está preparado para altas ocupaciones porque, entre otras cosas, carece de la barra de sujeción horizontal como tiene la mayor parte de los coches de los metropolitanos que existen en el mundo. El de Bilbao, no.

Cuando en 1995 se puso en servicio el metro, los bilbainos nos sentimos orgullosos de nuestra infraestructura (hasta las obras del TAV ha sido la mayor inversión en obra pública que se ha hecho en Euskadi). No sostengo que haya cambiado esta impresión, pero comienzan a aflorar algunas deficiencias en el servicio que causan más de un disgusto a los usuarios. Uno de los debes de nuestro metro es, precisamente, que se ha quedado pequeño. La necesidad de un quinto coche (por favor que no se haga vagón) es imperiosa. Hace tres o cuatro días que ya circula una unidad con los cincos coches, pero hasta febrero no se pondrá en marcha la segunda: y antes de Semana Santa, el resto.

En días como los de ayer los usuarios no sentimos maltratados. Ya sé; en Japón hay personal de la empresa que se dedica a empujar a los viajeros hacia el interior para que los trenes puedan salir de la estación y ningún pasajero obstaculice las puertas. Esto no es japón, señores del Consorcio de Transportes. Y no nos pueden llevar como si fuéramos reses hacia el matadero. Creo que nos merecemos otro trato.

El metro de Bilbao es un tren de diseño. Estaciones de lujo, fosteritos, andenes, mesaninas, trenes modernos… pero más estrechos (y no sólo por culpa de la vía métrica) donde dos personas de cierto volumen no pueden sentarse juntas porque no caben en los asientos. Y con unas barras en mitad de la plataforma que impiden el natural trasiego de un coche a otro en busca de un lugar más espacioso. Por no hablar de la educación de algunos viajeros, de lo que el metro no tiene culpa alguna, que se empeñan en subir con las bicicletas en hora punta o con voluminosas maletas que dejan en mitad del paso; o cargados a la espalda con una mochila que se te clava en los riñones, cuando no te golpea la cara.

Ya digo que no tiene la culpa el metro de la mala educación que impera entre sus pasajeros. Pero sí podría paliar algunos ‘desajustes’ . Las barras centrales son un estorbo; es mejor las horizontales a una altura del techo conveniente (o correas). Eliminación de las banquetas de las plataformas (como se eliminaron en su día los asientos pegados a las ventanas. Implantación urgente de más unidades con cinco coches; mejora de frecuencias. Y que contemplen que son muchas las personas que salen de trabajar después de las 22.30 horas. Los que salen de fiesta tienen derecho a su disfrute, pero los que vuelven a casa después de una larga jornada de trabajo, más. Que se lo tomen como la carta al Olentzero.

Por Ángel Lázaro

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