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Ángel Lázaro

El cascarrabias

España en San Mamés

A ver; que me lo expliquen. Resulta que cuando España jugó la Eurocopa de fútbol el pasado verano de 2008 en Suiza (y la ganó por segunda vez en la historia), los bares y domicilios de Euskadi vibraron tanto o más que cualquier otro establecimiento o casa en otro territorio peninsular. ¿Alguien lo niega? Bueno, sí; siempre hay excepciones y hay gente a la que el fútbol no le dice nada. Pero esos que van a San Mamés los sábados y domingos de liga a ver al Athletic, en su inmensa mayoría, también contemplaron las evoluciones de los jugadores que dirigía ‘Zapatones’. Y disfrutaron.

Y digo yo ¿que mal hay entonces para que esos pequeños que asombran al mundo correteen por el césped de San Mamés? Esos mismo jugadores (por cierto, algunos de esos pisarán el sagrado verde rojiblanco este sábado) que visitan durante la temporada el estadio bilbaíno ¿serían mal recibidos si acuden vistiendo ‘la roja’? ¿No presume la parroquia rojiblanca de ser ‘la catedral’ del fútbol? Pues que mejor que acudan a esa catedral, los mejores en cantar las excelencias futbolísticas. ¿no?

Quizá sea un poco pardillo, pero no veo dónde puede estar el agravio para que la selección española pueda acudir a Bilbao y enfrentarse a un equipo del calado de Francia (que sí ha jugado en San Mámés, concretamente en 1982), Inglaterra o Brasil. ¿Cuántos de esos que se dicen amantes del fútbol no se pegarían por contar con una entrada para ver un partido de esas características?.

Supongo que el único ‘peligro’ que conlleva un partido de estos es la parafernalia. Es decir, la bandera y el himno español son obligatorios y eso parece, a los ojos y el corazón de algunos, un terrible sacrilegio que perturbaría el alma de Pichichi o cualquiera de los héroes rojiblancos que han pisado el césped bilbaino. Jugadores que o bien lucieron la camiseta nacional o que hubieran dado un brazo por vestirla (un pie no porque les imposibilitaría para jugar). Vamos, igual que ahora. Porque hay rojiblancos (Llorente o Iraola han sido los últimos) que también se enfundan ‘la roja’ y otros que aspiran a hacerlo o lo hacen en categoría inferiores (Muniain, sin ir más lejos).

Les duele España. Pafraseando al bilbaino Unamuno (del que también se reniega en los ambientes nacionalistas), nombrar España, es mentar al diablo. No importa el fútbol, no importan los buenos equipos, no importa la afición…. es España.

Algo similar sucede con la Vuelta. Porque no hay comunidad o territorio donde el ciclismo sea más popular que el de Euskadi. Donde además se presume, y con razón, de tener buenos ciclistas, mejores equipos y grandes pruebas. ¿Dónde está entonces el problema? El Tour sí puede entrar, pero la Vuelta (a España) no. De nuevo, nos duele España y su nombre que nos agravia y nos quiere contaminar. ¿Por qué no nos dejamos de monsergas de una puñetera vez? ¿Alguien se acuerda de que en el Ayuntamiento ondea la enseña nacional y no pasa nada? Pues con la selección o la Vuelta pasaría lo mismo. Podemos, al menos, intentarlo. Debemos recuperar la normalidad, porque lo contrario sí que es una aberración.

Por Ángel Lázaro

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