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Ángel Lázaro

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Las puertas del campo de Egibar

Uno ya no recordaba la contundencia con la que suele emplearse ese morrosko de la política vasca, hasta esta legislatura portavoz del PNV en el Parlamento vasco. Joseba Egibar, como Xabier Arzalluz, habla claro. De eso no hay duda. Y quien diga lo contrario, falta a la verdad. Un segundo rasgo distintivo (que también tiene en común con su adláter y mentor, otra líder del nacionalismo y padre salvador de los vascos, el ya citado anteriormente) es el de su pulso constante con los socialistas vascos, los verdaderos adversarios (¿) en este país. Desde la vuelta del verano, Egibar ha mostrado contundemente su desacuerdo con la actuación de la Ertzaintza que dirige Rodolfo Ares.

Evidentemente, quien manda en el cuerpo lo hace para que sus subordinados le obedezcan. Es decir, que si ahora actúan hasta lo que algunos creen el límite de la convivencia, antes no lo hacían, porque sus mandos, al parecer, no lo reclamaban. Si se retiran los carteles de los presos de las calles, de los bares y de los muros será porque quien tiene la responsabilidad de gobernar considera que se vulnera la ley. Aunque parece que en aras a la convivencia es mejor no provocar a esos que dicen defender los derechos de los presos y exhibir con impudicia calculada sus rostros aunque las víctimas sufran.

Joseba Egibar ha recordado que ha existido a lo largo de los años “una actuación sistemática por parte de los ayuntamientos y también de la propia Ertzaintza” para hacer desaparecer cualquier enaltecimiento del terrorismo de las fiestas de las localidades vascas. Sin embargo, ha criticado que la “irrupción” del actual consejero de Interior, que utiliza la Ertzaintza “como una especie de escudo para parapetarse él detrás”, sólo ha logrado que “lo que podía ser marginal ha sido ubicado en el centro del debate, intentando poner, ni más ni menos, que puertas al campo”.

A tenor de lo dicho, estoy convencido que en estos años no hemos vivido en el mismo país, el señor Egibar y quien esto escribe. Porque lejos de ser una actuación marginal, la exaltación de los presos etarras, se ha privilegiado en muchos municipios vascos (no sólo en la Euskadi profunda, no vayan a creer) el trato deferente a los organizadores de esos actos y a quienes rendían tributo a los patriotas vascos: casas consistoriales puestas a su disposición para los homenajes a los terroristas muertos o puestos en libertad tras cumplir sus condenas; plazas y calles con nombres de esos mismos terroristas, cuyas manos mancharon de sangre arrebatando la vida de algunos de sus convecinos; locales municipales puestos a disposición de esos mismos promotores de los homenajes ; o las calles invadidas de carteles y mensajes con dianas acusadoras. Si eso es marginalidad, es probable que uno de los dos haya vivido fuera de la realidad de este país. Y no creo que sea yo precisamente.

Pero ya sabemos que es mucho mejor dejar que los amigos del ‘primo de Zumosol’ hagan su voluntad, no vaya a ser que cambien de adversario y se olviden de quienes son los jeltzales, al fin y al cabo, los más próximos en la evolución natural de esos ‘homo pistolum’. Por cierto, ahora tratan de resucitar el espíritu de Lizarra, para “aunar fuerzas entre todos” los partidos abertzales ” ya hacer frente a la estrategia” de las formaciones “españolistas”. Ya saben qué es lo que pretendían con ese pacto.

Por Ángel Lázaro

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