“La crisis toca fondo”, dicen desde el Gobierno. Es cierto que la bolsa sube, que la gente se está gastando algo más de dinero que en los últimos meses (en fiestas de Bilbao el sector más cercano reconoce que la cosa no les va mal, lo cual es sorprendente) y que hay algunos turistas más de los previstos. Pero no se me ocurren argumentos para creer en tamaña aseveración.
En una entrevista reciente, el vicepresidente tercero, Manuel Chaves, augura meses duros, sobre todo en caída del empleo y aumento del paro. Pero de inmediato añade el sonsonete, como un mantra que se entona en círculos oficiales para espantar los malos tiempos, que la crisis “prácticamente ha tocado fondo” y se vislumbran ya algunos indicios de recuperación. Chaves asegura que el Gobierno dará los pasos necesarios para tratar de recuperar el diálogo social, aunque no aceptará una reforma laboral que abarate el despido, y afirma que su partido buscará el mayor apoyo en el Congreso en los grupos vinculados a la izquierda.

Deben ser los efectos vacacionales. Hay gente optimista que vive durante estos días en una arcadia feliz, contagiada al parecer, por lo lejos que le parece aún la vuelta a la rutina laboral, pese a que la tienen encima. Y hasta entonces, nada invita al pesimismo. Ya vendrá septiembre y con el nuevo mes volverán las malas noticias de cierres de empresas, nuevos eres, despidos, paro y crisis… y negros augurios para el próximo año.

Y para colmo, se anuncia una subida de impuestos que, dicen en el Gobierno, que sólo afectará a las clases más pudientes, pero que de llevarse a cabo verán cómo nos sacude de llenos a los pocos que aún mantenemos el puesto de trabajo, pagamos religiosamente nuestros impuestos, sostenemos las pensiones de nuestros mayores (y algunos coetáneos) y contribuimos a mantener a los parados de este país. Es decir, que la crisis siempre afecta a los mismos. Y mientras, el Santander ocupa el segundo lugar en el ránking de bancos del mundo con mayores ganancias.
No entiendo cómo hay personas que se creen a pies juntillas aquello de que la crisis toca fondo, que comienzan a aflorar tallos verdes y que la esperanza de un futuro mejor se dibuja en el horizonte. Por más que procuro juntar los ojos para escudriñar esa bonanza económica, lo único que me encuentro allá donde llega el final de mi mirada es una profunda oscuridad. Pero me he comprometido conmigo mismo a recitar el mantra de los miembros del Gobierno y a repetir más de una vez al día que “la crisis ha tocado fondo”. A ver si así lo consigo creer.