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Ángel Lázaro

El cascarrabias

El recibo de la luz

El recibo de la luz salta a las primeras páginas de los diarios. Y todo por el controvertido cobro de las compañías en aplicación de la nueva normativa aprobada en 2008. Las oficinas de Iberdrola, por ejemplo, reciben cada día a cientos de personas que, tras formar largas colas, piden explicaciones por la cifra que deben pagar por el consumo eléctrico; cantidad que nada tiene que ver con lo que solíamos acostumbrar a pagar, sin ir más lejos, a últimos del pasado año.

La culpa la tiene la nueva reglamentación. «La facturación de las tarifas de suministro de energía eléctrica social y domésticas (hasta 10 KW de potencia contratada) a partir del 1 de noviembre de 2008 se efectuará por la empresa distribuidora mensualmente, llevándose a cabo con base en la lectura bimestral de los equipos de medida instalados al efecto». Que traducido al idioma de la calle significa que la factura que antes llegaba cada dos meses ahora hay que pagarla cada treinta días. Pero las compañías siguen revisando los contadores cada sesenta. Y aquí empiezan los problemas.

Según las explicaciones que se dan desde la propia compañía, el mes en el que no hay lectura, el usuario debe pagar una estimación que se calcula atendiendo a los consumos del mismo período del año anterior. Los datos reales llegan al mes siguiente: con la lectura del contador en la mano, se cobra la cantidad real y se corrigen, al alza o a la baja, los desajustes ocurridos.

La compañía cree injustificadas las colas en sus oficinas y la desconfianza de los consumidores. Y, por tanto, achacan la ‘movilización’ ciudadana al desconocimiento existente sobre el nuevo modelo de facturación. Vamos que nos tienen a oscuras.

Lo que está meridianamente claro es que en esta época de crisis que a todos nos afecta, las empresas eléctricas sólo se quejan del agobio a que se somete a sus trabajadores. Los clientes, que estamos con la mosca detrás de la oreja, nos presentamos ante las ventanillas con unas facturas que pensamos desorbitadas. Pero nos quejamos de vicio. Primero, porque el lugar donde debemos protestar es el Ministerio de Energía (allí en Madrid); segundo porque pagamos bien poco por el consumo eléctrico (como así nos recuerdan todos los años las propias compañías, que reclaman subidas de hasta el 40%) y, por último, somos unos desagradecidos, puesto que Iberdrola sólo nos deja sin luz cuando se producen vientos huracanados. Y, en ese caso, tampoco se sienten los verdaderos responsables. Además de cascarrabias, quejicas.

Por Ángel Lázaro

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