Se aburren. Tienen todo y aún quieren más. Pero no saben disfrutar. En el fondo, no son malos; sólo se mueren de tedio. ¿Y de quién es la culpa? Seguro que de todos; pero ellos no están exentos, aunque echen la responsabilidad sobre sus padres o sus profesores… o la sociedad.
Beben y beben hasta emborracharse. Lo cuenta hoy El Correo en su páginas. Cerca de 15.000 adolescentes vascos confiesan que ésa es su diversión de fin de semana: tomar cantidades abusivas de vino y licores, en apenas dos o tres horas. Y no se lo ‘inventa’ la periodista. Lo dice el Gobierno vasco que asiste con preocupación a esta deriva.
Beber por beber para perder la consciencia. Y alardean de ello. Los servicios de emergencia se sienten asustados ante esta deriva. Ya ha llegado a chavales de 12 y 13 años. Son sus primeros pasos en la calle y ya se emborrachan. Lo ven a su alrededor; el ambiente es propicio. Los de 18 y 19 años también lo hacen; y como son sus modelos, ellos también se entregan sin resistencia a esa moda de beber por beber. Lo que caiga; cualquier cosa que en 15 minutos te transporte a ese otro mundo ¿más divertido?
Jóvenes que no encuentran más placer que en la botella. Eso antes era cosa del cine, de algunas películas dramáticas que procurábamos mirar solo de reojo, sin preocuparnos. O cosa de esos nórdicos, fríos y solitarios, que tienen que combatir la soledad acompañándose de tarros de alcohol. Pero ahora los tenemos a la puerta de casa. Y son de los nuestros. ¿A dónde vamos?