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Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

El miedo atenaza a Atenas

El jolgorio del verano no ayuda a crear atmóferas trágicas y Atenas ayer ofrecía una imagen de despreocupada normalidad. Más aún porque ya hay rebajas. En Zara o Stradiovarius, en el centro, había cola para pagar. Las terrazas estaba llenas y la gente paseaba con sus granizados de café en vasos de plástico, un clásico de Atenas. Las noticias de Grecia son tremendas, es cierto, pero predomina más bien la dificultad de saber la verdad. ¿Se acaban los billetes de 20 euros? Ayer un cajero del centro los daba. ¿Filas en los cajeros? Hay alguna, sí, pero nada espectacular. ¿Racionamiento de gasolina? Al menos en una gasolinera del barrio de Monastiraki lo negaban. ¿Supermercados con estanterías vacías? El Carrefour de plaza Omonia estaba como siempre. ¿Escasez de medicinas? En un par de farmacias aseguran que de momento no hay problemas de nada. Pero una cosa es verdad: preguntas y todo el mundo tiene miedo. Porque nadie sabe cuál es la verdad, ya se han perdido en la macroeconomía y las mentiras de los políticos, y nadie sabe qué pasará el lunes, salga lo que salga.
La capa de normalidad que envuelve Atenas es engañosa. Basta rascar y se descubre que cada cual lo vive como un penoso dilema, como si tuvieran que decidir de qué manera se quieren suicidar, con un ‘sí’ o con un ‘no’, ahora o en incómodos plazos. Es innegable que hay una abrumadora maquinaria de propaganda del ‘sí’ en televisión. Todos los canales son propiedad de grandes empresas o magnates y esto hace posible milagros como el de la cadena Skai, la principal, que el otro día dedicó un programa especial de ocho horas al referéndum, con cuatro mesas de debate, sin un solo invitado que defendiera el ‘no’.
La disyuntiva puede estar fracturando aún más la sociedad griega en un choque de clases. Si se piensa que un 35% de la población vive bajo el umbral de pobreza y no tiene nada que perder se puede comprender que no vean el riesgo del ‘no’. Quien sobrevive en la miseria y no entiende de números vota por instinto. Dora, una señora que ayer vendía pañuelos de papel en la puerta de una iglesia, dirá ‘no’. “A Tsipras le voté para que haga lo que está haciendo, no dejar que nos humillen más y defender a su gente”, explica. Cinco años de planes de austeridad, que el propio FMI ha considerado un error, han moldeado este tipo de votante.
El miedo a los que están desesperados está causando el pánico en los demás. “He visto bajar a manifestarse por el ‘sí’ a amigos y conocidos que en su vida habían pisado la calle para protestar por nada, gente que ni me imaginaba”, cuenta un empresario, muy preocupado porque “todo está parado y no puedes importar materia prima”. En las clases aún medio altas o círculos intelectuales -246 profesores universitarios de economía han pedido el voto al ‘sí’- exaspera la sensación de que están en juego problemas que buena parte de la población no acierta a comprender. “Creo que el voto por el ‘no’ es el más fácil, un desahogo, porque mucha gente piensa: ‘Que se joda la Merkel y luego me voy a la playa’. Es un error, porque piensan que luego la vida seguirá como siempre, pero ya no va a ser así. El ‘sí’ es más difícil, tienes que reconocer que la austeridad va a continuar, que tu nivel de vida va a seguir bajando, pero creo que es la última oportunidad para no acabar siendo del tercer mundo”, opina Aquiles Hekimoglu, analista del semanario ‘To Vima’.
La campaña del ‘no’ también hace de las suyas. Un cartel que se ve por Atenas muestra la cara del ministro alemán de finanzas, Wolfgang Schäubel con la frase: “¡Durante cinco años ha bebido tu sangre!”. Los pasquines del ‘no’ copian incluso los que se idearon en Chile en el referéndum contra Pinochet, equiparando ambas cruzadas. El Gobierno griego ha esgrimido impactantes gráficos sobre el incremento entre 2010 y 2014 del número de suicidios -un 35%- y de casos de depresión -un 270%-, y recordando cuántos ciudadanos han perdido la sanidad gratuita al quedarse sin trabajo: 2,5 millones de personas. Es fácil adivinar lo que votarán.
Hay un núcleo de voto que se olvida en los cálculos: el partido neonazi Alba Dorada también apoya el ‘no’, y en las últimas elecciones fue la tercera fuerza más votada. A ellos les viene bien el caos. Igual de inquietante es otro fenómeno en un país que vivió en los setenta la ‘dictadura de los coroneles’: la primera vez que alguien menciona el peligro de un enfrentamiento civil piensas que exagera, la segunda te sorprendes, pero a la tercera es como para preocuparse. El ministro de Defensa, el elemento ultraconservador insertado en el equipo de Tsipras, ha dicho una frase que ha causado impresión: “Las fuerzas armadas están aquí para asegurar la estabilidad del territorio nacional”. Más leña para avivar la tensión.
 Anoche Atenas se dividió en dos manifestaciones. Una por el ‘no’ en la plaza de Syntagma, a la que se unió Tsipras poco antes de las nueve de la noche y en donde habló un representante de Podemos. “¡Democracia es poder decidir vuestro futuro sin chantajes y con libertad! ¡No se puede votar con miedo! ¡Los que están demostrando miedo a la democracia son Merkel, Lagarde, Draghi y Juncker!””, proclamó. Para sellar la amistad de su formación con Syriza lanzó un lema de ‘La bola de cristal’, cita que probablemente se le escapó al grueso del auditorio: “¡Solo no puedes, con amigos, sí!”. Fue un matiz cómico involuntario en el drama. A solo medio kilómetro, había otro acto masivo por el ‘sí’. Las dos movilizaciones estaban separadas por un imponente dispositivo de seguridad. Ir de una a otra mostraba a un país partido en dos, solo unido por el miedo a lo desconocido.
(Publicado en El Correo)

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