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Íñigo Domínguez

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Letta y Renzi se pelean por la poltrona

En Italia hay, otra vez, crisis de Gobierno, pero como pasa cada vez que el mundo se asoma a la actualidad política de este país es díficil entender algo. Por ejemplo, ayer se vio al primer ministro, Enrico Letta, del Partido Demócrata (PD), en una rueda de prensa cuyo mensaje principal fue que no dimite, que sigue adelante por tiempo indefinido -aunque se dio 18 meses y ya se ha comido la mitad sin hacer gran cosa- y que si quieren echarle que tengan las narices de presentarle una moción de censura, a ver si la ganan. Pero lo mejor es que todo esto no lo decía a la oposición, sino a su propio partido, y en concreto, al nuevo secretario general y líder lanzado del centroizquierda, Matteo Renzi.

Todo se cuece dentro del PD. Hoy se reúne la dirección del partido y verán qué hacen, aunque una moción contra sí mismos sería un caso único en las democracias occidentales. Letta optó ayer por un órdago, con un nuevo programa de Gobierno, lanzó varias puyas a Renzi -“si quiere mi puesto que lo diga”- y dijo sentirse “muy sereno, incluso zen”. Italia, en cambio, no está nada zen y asiste aburrida una vez más al enésimo lío interno de sus políticos. Los italianos ya tienen bastantes problemas y el Gobierno de emergencia de Letta, nacido hace sólo diez meses tras el caótico resultado electoral de febrero de 2013, tira como puede en medio de una gran inestablidad. Primero porque surgió ‘contra natura’ con una alianza con Berlusconi como solución extrema a la ingobernabilidad y al ascenso del cómico Beppe Grillo. Juntarse con el célebre magnate ya era muy resbaladizo, pero es que a los seis meses se largó el propio ‘Cavaliere’, indignado ante su condena firme por fraude fiscal. Intentó derribar el Gobierno pero le salió mal, porque su partido se escindió y su delfín Angelino Alfano prefirió quedarse. Lo que le quedaba por ver a Letta es que ahora su principal enemigo lo tiene en casa. Es el delirio autodestructivo de la política italiana y, en este caso, del centroizquierda.

Lo cierto es que se veía venir desde que Renzi, alcalde de Florencia de 39 años y el líder más interesante que ha surgido en Italia desde Berlusconi, ganó de calle las primarias del PD hace dos meses. Dijo que ningún problema, que trabajaría en equipo con Letta y no ambicionaba el puesto, pero pasadas las navidades empezó a sacarle defectos. Dice que está “con las pilas gastadas”. Renzi tiene prisa en ganar las elecciones para mandar, pero el problema es que no sabe cuándo llegarán. Por eso se puso rápido a hacer de líder y en una jugada muy audaz, pero polémica. pactó por su cuenta con Berlusconi un nuevo sistema electoral, uno de los asuntos que bloquean el país, porque el actual es desastroso e impide ir a las urnas. Así es Renzi, se mueve rápido y sin escrúpulos.

En unas semanas la presión sobre Letta ha subido tanto que estos días se ha debatido una “estafeta”, un relevo a los mandos. Renzi tiene todas las razones para rehuir esa solución: lo más probable es que se queme en el poder, como se queman todos, y no es su sueño gobernar con Alfano, porque el PD no tiene los números necesarios. Además estos pasteleos se ven en la calle como amaños de políticos y Renzi ha basado su ascenso precisamente en ser ajeno a ellos. Sería el tercer primer ministro no elegido en las urnas, sino por tramas de partidos, en poco más de dos años, tras Mario Monti y Enrico Letta. Quizá se conforme con calzar algunos ministros en el Ejecutivo, pero este mal ambiente está destinado a enrarecerse cada vez más. Y suele terminar con el PD perdiendo las elecciones.

(Publicado hoy en El Correo)

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