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Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

El comodín de la llamada

A la ministra de Justicia, Anna Maria Cancellieri -en Italia dicen ministro, no existe la forma femenina de este término-, le han pillado en una llamadita comprometedora. Una cosa de lo más normal que le puede pasar a cualquiera. Pongan que a ustedes les meten en la cárcel por falsedad contable y alteración fraudulenta de los valores bursátiles, el clásico delito que a todos se nos puede escapar en un día tonto. ¿Qué hay más normal que coger el móvil, buscar en la agenda la ‘M’ y llamar directamente a la ministra de Justicia?

En este caso la reclusa se llamaba Giulia Ligresti, una de las dos famosas hijas del célebre magnate siciliano Salvatore Ligresti, afincado en Milán y de 83 años. Son los chicos de la foto: de izquierda a derecha, Giulia, Gioacchino Paolo, Jonella y el patriarca Don Salvatore).Ligreti es un millonario del estilo de Berlusconi, que empezó en la construcción en los años cincuenta y se convirtió en uno de los grandes y marrulleros protagonistas de las finanzas italianas. Al padre y a las dos hijas les metieron en el trullo el 14 de julio. Giulia Ligresti tiene un grave problema de anorexia y pidió el arresto domiciliario por razones de salud. Pero no se lo concedieron. Entonces, al cabo de un mes, su tío llamó a la ministra Cancellieri. Luego iremos con los detalles, pero el caso es que al cabo de una semana la mujer salió de la cárcel.

Esto se supo el jueves pasado porque lo publicó el diario ‘La Repubblica’. Ya les adelanto, aunque se lo imaginarán, que la ministra no ha dimitido. La cuestión no tiene muchas vueltas, pero eso es fuera de Italia, porque aquí en cuanto se entra en los pormenores todo se humaniza abrumadoramente. Cancellieri compareció ayer en el Parlamento a explicarse (chica de la foto) y, como en los musicales, triunfó el amor. En Italia es fácil acabar por ahí. Tanto el PD de Letta como el PDL de Berlusconi la defendieron. Cancellieri confesó sólo un error, haberse dejado llevar por “los sentimientos” a la hora de mostrar su solidaridad a la familia. Pero insiste en que no hizo nada que alterara el procedimiento normal. No obstante, admitió ante los fiscales que la han interrogado que tras la llamadita había “sensibilizado” a dos dirigentes de la autoridad penitenciaria para que miraran el tema. ¿Cómo interpretaríamos esto de “sensibilizar”? Es un matiz difícil, pero yo no creo que tuviera dudas sobre lo que debería hacer si mi jefe me dijera: “Domínguez, quiero que se sensibilize de inmediato con este asunto”. Me volvería muy sensible.

Entre las razones que la ministra ha esgrimido estos días hay una interesante: durante su mandato no sólo se ha interesado por Giulia Ligresti, también por más de 100 detenidos. En resumen, quien tiene su número de teléfono puede tener una esperanza. Pero yo lo he buscado en Internet y no hay manera. ¿Cómo demonios se conseguirá su móvil? Vamos a ver por qué lo tenían los Ligresti, a ver si comprendemos algo. Resulta que Cancellieri es amiga de toda la vida de la mujer de Ligresti, Gabriella Fragni. De hecho la llamó preocupada el pasado 17 de julio, cuando fueron arrestados su marido y sus dos hijas. Entre otras cosas la ministra, para consolarla, le dijo esto:

“No es justo, no es justo, lo sé… De todos modos, mira, cualquier cosa que yo pueda hacer, cuenta conmigo… Apenas puedo vengo a verte, pero cualquier cosa, de verdad, cualquier cosa que ahora sirva, no tengáis reparos, mira, no es justo, no es justo…”

Les ruego no relacionen estas palabras con lo que pasó luego, es un simple desahogo “humanitario”, explicó luego la ministra. Es normal que la ministra de Justicia diga lo que es justo y lo que no. Pero más bien es trabajo de los jueces, que en este caso decidieron que los Ligresti se han cascado un agujero de 1.000 millones de euros en la compañía Fonsai llevándose dinero para sus asuntos, sus lujos, sus coches y sus pisazos. Giulia Ligresti, que ha pactado la pena, ya ha sido condenada a dos años y ocho meses de cárcel. Así que a lo mejor sí que era justo que los arrestaran. Sobre todo porque parece que estaban sacando la pasta del país y, de hecho, el único que se libró de la redada fue otro hermano, Gioacchino Paolo, que justo tres semanas antes -esto también muy justo- se había hecho ciudadano suizo.

En cualquier caso la ministra sabe de lo que habla porque resulta que su propio hijo trabajó en Fonsai, para los Ligresti: Piergiorgio Peluso fue fichado como director general de la compañía en mayo de 2011 y al año y medio se fue con una liquidación de 3,6 millones de euros. Repito: 3,6 millones de euros. Lo que ustedes no ganarán en su vida este señor lo ganó en un día. Pero es que ustedes seguro que no tienen en su agenda el número de teléfono, no digo ya de un ministro, quizá ni siquiera de un interventor o un miserable trombón de la banda municipal.

Ahora salen casos de reclusos que no tenían el móvil de la ministra y les fue peor. Por ejemplo, un tal Fabio Benini, condenado por homicidio y fallecido un año y medio después de entrar en prisión. Murió con 29 años tras perder 40 kilos, de los 90 que pesaba cuando llegó, enfermo de anorexia. Pero nadie se dio cuenta ni hizo ninguna llamadita hasta una semana antes, cuando lo llevaron al hospital y era demasiado tarde.

Las cárceles italianas están entre las peores de Europa, con continuos llamamientos y sanciones de la UE. Saturadas y con instalaciones decadentes, como todo. Ahora hay más de 64.000 personas en prisión, cuando sólo caben 47.000, y 24.000 de ellas están esperando el juicio. Lo único que se les ocurre de vez en cuando es el gesto humanitario, como a la ministra: amnistía e indultos para todos y, hala, a vaciar las celdas. Luego vuelta a empezar. Desde 1942 en Italia se han concedido 31 amnistías e indultos. El último, en 2006, que acaba de beneficiar a Silvio Berlusconi en su condena a cuatro años de cárcel por evasión fiscal, que así se ha quedado en uno. Ahora el presidente de la República, Giorgio Napolitano, ha pedido otra amnistía, y ahí anda Berlusconi enredando a ver si cuela lo suyo o le conceden la gracia. A los demás sólo les queda rezar para que salga su número o, con suerte, el recurso a la llamada.

La élite de privilegiados que mangonea en Italia se mueve por canales ajenos al resto de los mortales hasta para los asuntos más rebuscados. Por ejemplo, ahora se ha sabido lo de la hija de Salvo Lima. Fue un conocido dirigente democristiano de Sicilia sospechososo de complicidad con la Mafia y asesinado en 1992 por no haber cumplido sus pactos de protección con los capos. Pues bien, hemos descubierto que a esta señora, Susana Lima, el ministerio de Interior le dio en 2006 nada menos que 1,8 millones de euros -repito, 1,8 millones de euros- como indemnización. Salió de un fondo extraordinario para las víctimas, aunque Susana Lima nunca ha pedido considerarse tal y el resto de víctimas de la Mafia ahora alucinan con la indemnización, una suma que ellos no han visto en su vida, ni verán. Pero son gente corriente, es decir, algunos son pobres inocentes a los que pilló una bomba y otros son héroes que se enfrentaron a la Mafia. Salvo Lima no se enfrentó a la Mafia, compadreaba con ella, pero estaba muy metido en el sistema, incluso hasta después de muerto.

Si los que mandan actúan así, acaparrando todo lo que pillan sin desaprovechar ningún hilo, es fácil comprender cómo se comporta la gente normal. El comodín de la llamada es algo muy italiano. Ante el más mínimo problema siempre están pensando a quién llamar. Por deformación ya lo hacen para todo, hasta para la cosa más simple como elegir un restaurante, pero debo decir que tienen razón: no solo es que te aceche el timo o el engaño en el lugar más inesperado, es que llamar a la persona justa en el momento justo puede significar la diferencia entre la vida y la muerte. Y no es una forma de hablar, a mí me ha pasado.

El sistema se desentiende muy a menudo de tí y si no tienes la suerte de encontrar un alma caritativa puedes topar con mucha gente inútil y desalmada, que se deja llevar por la inercia burocrática. Entonces sólo te puede salvar la intervención milagrosa de un agente externo con poderes especiales. Un ministro es para los que juegan en otra liga, pero un abogado, un médico, un policía, un conocido en el ayuntamiento o, en mi caso, el comodín de llamar al gabinete de prensa de algún ente o compañía, te puede sacar de líos muy gordos. Italia funciona esencialmente con estas redes informales de favores mutuos. Los cauces oficiales son para los pardillos o quien no puede hacer una llamadita. Se recorren sólo si no hay más remedio, pero ya sabes a lo que te arriesgas.

Un familiar tuvo hace poco un accidente de tráfico en España. Llamé, me dijeron que lo habían ingresado en el hospital y que estaba bien. Pues vale, me dije, y a esperar. Mi chica, que es italiana, no. Les invade la intranquilidad. De inmediato se preocupó por saber en qué hospital está, con qué médico, qué turno de enfermeros, de qué signo zodiacal… Porque ellos no conciben la administración como un servicio público, sino como una máquina inhumana convertida en lotería que debes verificar pieza por pieza. No te puedes fiar y si te fías la jodiste, luego se te queda cara de tonto. Si esperas que el sistema funcione tu hija puede morir de anorexia en la cárcel o ser víctima de una chapuza en el hospital, nunca se sabe.

El martes llovió en Roma y, como pasa a menudo, se inundó el colegio de mi hijo. Nos dijeron que había una clase inundada, pero que podían entrar igual. Muchos padres dijeron que mejor que no y se llevaron a los chavales a casa. Lo que estaban pensando es algo así: quita, quita, imagínate que ahora se derrumba el techo de la escuela. Solía pensar que eran unos exagerados, pero la verdad es que sueles ver en los periódicos noticias de ese tipo. Sólo una de cada cuatro escuelas italianas cumple los criterios de seguridad. La escuela luego no se derrumbó, pero estoy seguro que alguien estuvo haciendo llamadas para estar seguro. Es el único criterio de seguridad.

Sinopsis: Secuencia de ‘Signore e signori’ (1966), obra maestra de Pietro Germi, en la redacción del diario ‘El Independiente’. Un cronista dicta el artículo sobre el escándalo de abuso de una menor en el que se han visto envueltos varios sujetos de las familias bien de la ciudad. Empieza muy emocionado proclamando que nadie está por encima de la ley y…. empiezan las llamaditas.

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