Pongo aquí este artículo publicado en El Correo, que es el clásico reportajillo de pronósticos que luego uno se tiene que comer con patatas, pero que sea lo que Dios quiera.
Desde que el 11 de febrero Benedicto XVI anunció por sorpresa su dimisión empezó la búsqueda de su sucesor. Enseguida se han abierto paso en los corrillos de Roma una decena de nombres. Los dos grandes ‘papables’ sin discusión, a años luz de los demás en todos los círculos, son Angelo Scola, arzobispo de Milán, de 71 años, y el canadiense Marc Ouellet, de 68, que sería el primer pontífice no europeo, salvando algún africano de los primeros tiempos.
En su despedida de los cardenales el último día, con quien más tiempo habló Benedicto XVI fue con Scola. Es su apuesta, señalada con su desplazamiento a Milán desde Venecia, un movimiento insólito en la historia de la Iglesia italiana. Hijo de un camionero y con aura inconfundible de papable italiano bondadoso, tiene un perfil impecable, salvo por la experiencia en la Curia, que en este momento parece un factor esencial pues una de las urgencias del nuevo Papa será reformarla y hacer limpieza. También se le puede encontrar espeso en sus intervenciones.
Marc Ouellet (en la foto) es otro aspirante perfecto, americano sin ser estadounidense, que pasó nueve años en Colombia y es apoyado por los latinoamericanos. Habla cuatro idiomas. Curtido en Quebec, una tierra muy secularizada, y formado en la escuela de Ratzinger, la revista ‘Communio’. Con currículum en la Curia, es muy conocido por todos. De carácter afable, se duda de sus dotes de gobierno y la capacidad de aguantar la presión. Tiene por ahí un hermano acusado de acosar a niñas, un escándalo que le puede perjudicar.
Entre ellos debería estar la pelea en las primeras votaciones y uno podría salir elegido en un cónclave rápido, de un par de días. Es el escenario más probable y parece todo muy trillado. A día de hoy, porque hoy empieza la semana clave de conciliábulos y todo puede cambiar. A veces basta que un ‘papable’ abra la boca en las congregaciones generales previas y se queme él solito. Si Scola y Ouellet se bloquean mutuamente se abriría la puerta a candidatos de reserva y compromiso: el brasileño Odilo Pedro Scherer, de 63 años, el húngaro Peter Erdo, 60 años, y el estadounidense Sean Patrick O’Malley, de 68. Scherer, arzobispo de una diócesis inmensa y problemática como Sao Paulo ha dado muestras de dotes de mando, aunque no brilla por su carisma. O’Malley, en cambio, es un capuchino lanzado que viste de fraile, de corte progresista a la americana, enviado a Boston en pleno escándalo de la pederastia. Hizo limpieza y vendió todos los bienes de la Iglesia para afrontar los procesos. Fue el primer cardenal en abrir un blog, directo y cercano a la gente. Erdo, presidente de los obispos europeos, es quizá demasiado joven, pero en Hungría representa una Iglesia europea de fuerte identidad respecto al laicismo de la UE.
Luego hay otros que son ‘papables’ más bien porque los medios los repiten. La prensa suele tender a mirar cardenales heterodoxos que a menudo patinan en los criterios del cónclave. Son ‘papables’ mediáticos y parece ser el caso del filipino Tagle. Por meter un asiático en las quinielas, y es el más vistoso, además de joven, pero demasiado, 55 años. O el africano Turkson, muy mentado en medios anglosajones basándose más que nada en las casas de apuestas, pero con sonoras meteduras de pata: en el último sínodo proyectó un vídeo lleno de falsedades que sacó de Youtube sobre el peligro de una invasión demográfica musulmana. Y ha sido algo increíble ver en Roma carteles, en plan electoral, con la foto de Turkson mirando al cielo y el lema: “En el cónclave vota Peter Turkson”. Lo han reivindicado los clásicos artistas locos, pero bien podría ser una jugada sucia de algón rival. Por otro lado ser ‘papable’ suele quemar al elegido, sobre todo si empieza a comportarse como tal y a dejarse ver. Scola y Ouellet, por ejemplo, están desaparecidos, son candidatos serios, pero hay muchos otros dando entrevistas o encantados con la idea.
Al margen de la mala leche y los rumores, que aún deben trabajar a fondo esta semana, se reduce el número de candidatos usando la lógica y factores que suelen condicionar la elección. El perfil del nuevo Papa es alguien no muy mayor, con energías para reformar la Curia, que debe conocer bien, con sólida formación, experiencia pastoral y proyección internacional.
Además hay que tener en cuenta los juegos de poder. En este cónclave pesan mucho Bertone y Sodano, el secretario de Estado y su predecesor, enemigos en este pontificado y responsables del desmadre interno, pero estarían tejiendo una alianza de resistencia, un gran ‘partido de la Curia’. Su candidato encubierto, pactado con Sodano, podría ser Scherer. Destaca también la ausencia de un núcleo progresista, a diferencia de 2005, donde emergía la referencia de Martini, y la clave unificadora es precisamente la oposición a Bertone y Sodano, con posturas de reforma y cambio.
Es cruel decirlo, pero el criterio básico para determinar los ‘papables’ es buscarles fallos y en la Iglesia hay un enorme talento para los cotilleos. Resisten pocos. Se puede tomar como un juego ir descartando caras entre los 117 electores. Comencemos. Dos, para empezar, no vienen. Uno por enfermedad, el indonesio Darmaatmadja, y otro acusado de acosar seminaristas, el escocés O’Brien. Quedan 115. El escándalo de la pederastia quema a otros tres (Mahony, Danneels y Brady) y dos cuya responsabilidad está en duda (Dolan y Pell). Y ya estamos en 110, aunque Dolan es un ‘papable’ fuerte, pero parece un obstáculo insalvable y además no para de dar entrevistas haciendo chistes. Podemos eliminar aquellos que han protegido durante años al mexicano Maciel, el líder pederasta de los Legionarios de Cristo: Dziwisz, Sandri, Re, Rodé, Rivera. Y Sepe, arzobispo de Nápoles, investigado por corrupción. Y Romeo, el de Palermo, que en el caso ‘Vatileaks’ hizo el ridículo con una presunta conspiración surrealista para matar al Papa. Así llegamos a 103.
Es casi imposible elegir a alguien de avanzada edad tras la renuncia de Ratzinger: por poner un límite sensato, hay 42 cardenales mayores de 76 años, aunque entre ellos están cinco ya citados, lo que deja 37 para restar. Y así nos quedan 66. También figuran en ese grupo nombres de ardua elección, como el argentino Bergoglio, que en 2005 rogó entre lágrimas que no le votaran y, por razones opuestas, el propio Bertone, odiado por medio colegio cardenalicio. Por la misma razón se pueden suprimir sus amiguetes (Bertello, Versaldi, Amato, Calcagno). La lista se reduce a 62.
También están entre los mayores Rouco, Amigo y Abril, tres de los cinco españoles, por los que, con franqueza, nadie da un duro. En resumen, se pueden restar los otros dos, Cañizares y Martínez Sistach, hasta 60. Es plausible borrar a los alemanes, sería demasiado otro papa alemán. Son seis, pero cuatro ya han caído por edad. Es decir, bajamos a 58 quitando a estos dos alemanes, que además son muy jóvenes. Y tampoco un Papa en torno a los cincuenta parece viable, se haría eterno. Se puede olvidar a los dos cardenales más verdes, de 52 y 55 años. Y estamos en 56.
Los italianos son muchos, pero hay una gran oposición a ellos entre los extranjeros porque ha crecido el prejuicio de que los problemas de la Santa Sede, con ‘Vatileaks’ y las conjuras de la Curia, son algo muy italiano. Hay 12 italianos que aún no se han caído de la lista, pero se salva de la quema el gran ‘papable’ Scola. Porque otra teoría es que, tras dos extranjeros despistados, Juan Pablo II y Benedicto XVI, esto solo lo arregla un italiano, habituado a las tramas bizantinas. Hay otros dos que suenan mucho, pero tienen opciones reducidas. Ravasi, biblista de gran erudición, predicador de los ejercicios espirituales de cuaresma, ha figurado mucho últimamente, demasiado, y solo habla italiano. Además le apoya Bertone, un abrazo envenenado. Piacenza se suele citar como carta de reserva de Sodano o Bertone para lograr un consenso, pero no parece un candidato real. Es un curial de toda la vida, a la antigua y a los extranjeros les da repelús solo de pensarlo. En fin, salvo Scola, once italianos fuera. La lista se recorta así hasta 45.
Las cuestiones geopolíticas también pueden jugar en contra de algunos. Siempre se descarta a los estadounidenses, por proceder de la primera potencia mundial. El propio cardenal de Washington, Donald Wuerl, ha admitido que sería difícil de aceptar. No obstante, como Dolan y O’Malley, él está entre los ‘papables’, tras ser descubierto como relator del último sínodo en octubre. Apeando los otros cuatro estadounidenses que aún resistían llegamos a 41. El factor político también pesa con el único cardenal chino, Tong Hon, cuya elección sería vista en Pekín como un grave intento de influencia. Al Vaticano no le interesa nada. Bajamos a 40.
Por último, matices religiosos: nunca saldría adelante un Papa del Opus Dei, como Cipriani, cardenal de Lima, aunque todo el mundo habla bien de él. E históricamente ha habido poquísimos papas de órdenes religiosas, una regla no escrita, así que cardenales frailes a priori están relegados. Son 7 más, aunque entre ellos está el gran ‘papable’ Ouellet, de la compañía de San Sulpicio, y O’Malley. Si los salvamos podemos restar cinco, hasta 34, una cifra manejable para acabar de razonar.
Tras esta gran criba, sin haber entrado siquiera a valorar la preparación de cada cual y sin saber quién sale en el famoso informe secreto de ‘Vatileaks’ que seguramente anula a unos cuantos, quedan 14 europeos, 9 americanos, 7 africanos y 4 asiáticos. Son estos:
EUROPA
Manuel Monteiro de Castro (Portugal), Zenon Grocholewski (Polonia), Angelo Scola (Italia), André Vingt-Trois (Francia), Jean Louis Tauran (Francia), Jean-Pierre Ricard (Francia), Stanislaw Rylko (Polonia), Vinko Puljic (Bosnia-Herzegovina), Josip Bozanic (Croacia), Kazimierz Nycz (Polonia), Kurt Koch (Suiza), Phillipe Barbarin (Francia), Peter Erdo (Hungría) y Willem Jacobus Eijk (Holanda).
AMÉRICA
Donald William Wuerl (EE UU), Jorge Liberato Urosa Savino (Venezuela), Rubén Salazar Gómez (Colombia), Marc Ouellet (Canadá), Sean Patrick O’Malley (EE UU), Thomas Christopher Collins (Canadá), Joao Braz de Aviz (Brasil), Francisco Robles Ortega (México) y Odilo Pedro Scherer (Brasil).
ÁFRICA
Laurent Monsengwo Pasinya (Congo), Gabriel Zubeir Wako (Sudán), John Olorunfemi Onaiyekan (Nigeria), Polycarp Pengo (Tanzania), John Njue (Kenia), Robert Sarah (Guinea) y Peter Kwdwo Appiah Turkson (Ghana)
ASIA
Placidus Telesphore Toppo (India), Oswald Gracias (India), George Alencherry (India) y Albert Malcolm Ranjith Patabendige Don (Sri Lanka)
Aquí el filtro final es rápido, emergen los candidatos fuertes que ya hemos mencionado entre otros cardenales desconocidos y otros que a nadie se le ocurriría proponer. En Europa ya hemos citado a Scola y Erdo, y nadie les hace sombra, aunque siempre entra en la lista de ‘papables’ el austriaco Christoph Schonborn, discípulo aventajado de Ratzinger, que ya nos hemos cargado por dominico. Podría pasarse eso, un detallito, pero no es la única razón: cae antipático en la Curia, por sabiondo, y Bertone y Sodano no le pueden ni ver. Lo vetarían en cualquier caso. También hay dos cardenales muy apreciados: el de Lyon y primado de Francia, Phillipe Barbarin, y el holandés Willem Jakobus Eijk.
En América, además de los citados, Ouellet, Wuerl, O’Malley y Scherer, cuentan con gran consideración el mexicano Francisco Robles Ortega y el colombiano Rubén Salazar. En cuanto al resto del mundo la idea del Papa exótico tiene como siempre escasas posibilidades. Los europeos, que al final tienen el poder de decisión con 61 votos, nunca se acaban de fiar. Los que más suenan, el filipinio Tagle, que ya hemos eliminado por sus 55 años, y Turkson, de Ghana, entre bastidores se desdeñan. Igual que Ranjith, de Sri Lanka, que ha salido dos veces escaldado de la Curia . Sí hay un africano que recoge unánimes elogios, el guineano Robert Sarah, enviado a Siria por el Papa y el africano que más alto se ha colocado en la Curia, o el congolés Monsengwo Pasinya, pero sería una sorpresa mayúscula. Como otra figura muy respetada, el libanés Rai, de 73 años, patriarca de Antioquía, que también hemos suprimido porque es de la orden maronita. Es una alternativa rebuscada, pero en una fase de acoso a los cristianos en muchos países y en clave geopolítica sería óptimo. Se debe hacer también una reflexión prosaica: los africanos, por ejemplo, dependen del dinero de Alemania, y acatan las indicaciones de voto europeas. Aquí se acaban los cálculos, tan arriesgados, del cónclave. Luego llega el Espíritu Santo para ridiculizarlos.
(Publicado en El Correo)