>

Blogs

Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

Algo se mueve

No sé si habrán visto ya estas pavorosas imágenes:

En Italia siempre está uno con esa pregunta: ¿Se vendrá todo abajo? ¿Mejor salir corriendo? ¿Irse? Pobre Calabria. Ese lugar que acaban de ver, Maierato, 2.300 habitantes, ya es un pueblo fantasma, resbalando sobre la tierra como una pastilla de jabón. En unos 200 puntos de la región ha pasado lo mismo, con casas, carreteras e incluso una central eléctrica llevadas en volandas. En Sicilia ha ocurrido algo parecido en otro pueblo, San Fratello, de 4.500 vecinos, y toda la provincia de Messina se tambalea.

De forma macabra, se podría decir que al fin algo se mueve en Italia, aunque no es una sorpresa, todo lo contrario. Calabria entera, el cien por cien de sus municipios, está construida en zonas de riesgo geológico o hídrico. No se crean que el resto de Italia está mejor: son siete de cada diez localidades, un total de 5.581, fruto de las construcciones ilegales y las barbaridades urbanísticas. Es decir, las catástrofes están perfectamente previstas cada año. Eso es lo peor de Italia, que da la razón a los pesimistas. Por ejemplo, aquí ya lo habíamos anunciado en octubre, en la penúltima tragedia.

También, y lo siento de verdad, se verifica estos días algo de lo que temimos hace un año tras el terremoto del Abruzzo. El escándalo de la semana en Italia, por si no lo han seguido, es la corrupción en la adjudicación de obras de la Protección Civil, que alcanza a su director, Guido Bertolaso (chico de la foto). De nuevo, es algo de lo que hemos hablado, y hace muy poco, al subrayar la alucinante anomalía de una Protección Civil que se dedica a emergencias y a organizar todo tipo de actos, como el Mundial de Natación. Por cierto que todavía andan construyendo alguna piscina y el mundial fue en verano. Este truco se debe a que de este modo, considerando todo una emergencia, se agilizan trámites, pero también se pierde transparencia, como se ha demostrado.

A la espera de que los tribunales se pronuncien, las grabaciones telefónicas ya indican que es todo un mamoneo de regalitos, putas en centros de masajes, enchufes, cuñados y qué hay de lo mío. Pero sobre las emergencias, que es más estomagante. Como esta conversación entre dos empresarios el mismo 6 de abril, el día del terremoto:

-Alla Ferratella occupati di sta roba del terremoto perché qui bisogna partire in quarta subito, non è che c’è un terremoto al giorno.
-Lo so (ride).
-Per carità, poveracci.
-Va buò.
-Io stamattina ridevo alle tre e mezzo dentro al letto.

Traducción (lo he puesto en italiano para que quienes lo hablen capten los matices coloquiales de los sujetos):
-Ocúpate en la Ferratella de esta historia del terremoto, porque hay que arrancar en cuarta ya, no es que hay un terremoto cada día.
-Lo sé (ríe).
-Por Dios, pobre gente.
-Bueno…
-Yo esta madrugada reía a las tres y media de la mañana en la cama.

Reía a las tres y media de la mañana en la cama. ¿Se dan cuenta? Aún no se habían contado los muertos -307 personas- y estos dos tipos ya estaban haciendo números con el negocio que les caía encima. Estos dos tipos son Francesco Maria De Vito Piscicelli, director técnico de la empresa Opere Pubbliche e Ambiente S.A., de Roma, y su cuñado Pierfrancesco Gagliardi. A los tres días ya estaban en L’Aquila facturando y habrá que ver las cuentas infladas que presentarían. Según lo que se va sabiendo, andaban un 50% por encima del precio real. La Ferratella es la sede del Dipartimento per lo Sviluppo e la Competitività del Turismo, las oficinas de Angelo Balducci y Fabio De Santis, los dos principales detenidos del caso, dos dirigentes públicos que, según el fiscal, repartían los contratos de emergencias y grandes eventos a base de comisiones y favores.

El tal De Vito Piscicelli ha pedido disculpas y se ha defendido de forma expresiva y colorida diciendo que las terribles palabras son de su cuñado, que es un animal que le hace la vida imposible. «¡Ese hombre es la metástasis de mi vida. No la ruina. La metástasis!». Casi era mejor que se hubiera callado, porque añadió ribetes de tragicomedia familiar. Aquí todo termina en parodia amarga, como en las películas. Luego salió el cuñado diciendo que no, que son frases sacadas de contexto y que la víctima es él. Aquí todos son víctimas, del primer ministro para abajo. “Soy el Fantozzi de la situación”, resumió el cuñado lastimeramente.

Sacar a colación a nuestro pobre Fantozzi es un sacrilegio, pero nos viene bien para hacer un pausa e ilustrar, ¿cómo llamarlo?, la mentalidad dominante.


Sinopsis: Bueno, no se trata de Fantozzi, sino de uno de sus epígonos, siempre interpretado por el gran Paolo Villaggio. La peli se titula ‘Il Belpaese’ (El bello país, traducción mía, de Luciano Salce). Les advierto que es de 1977, así que la mentalidad dominante viene de lejos. Lo de ‘Belpaese’, por si no lo saben, es un sinónimo significativo de Italia que utilizan los propios italianos. Se quedan con que es bonito, que no es poco y yo creo que está bien visto.

La película habla de un italiano que ha pasado años en el extranjero y vuelve todo ilusionado. Obviamente, se pega un trastazo enorme con la realidad y va descubriendo en qué penoso estado se halla su país. Vamos con el monólogo del conductor, declamado mientras incumple todas las reglas de circulación:

«Es una vergüenza, es el caos, estamos en plena anarquía, somos pocos los que respetan las leyes de la vida democrática. Para hacer que la gente se comporte civilmente no hacen falta leyes especiales, basta aplicar las existentes y hacerlas respetar. (Se salta el semáforo en rojo). Ése es el punto, respetar las leyes, yo estoy a favor de la lucha política, pero dentro del maco constitucional, pero ahora que la izquierda puede usar democráticamente el poder ¿qué hacen? Nos puentean, no cumplen las reglas, todos contra el orden constituido. (Casi atropella a una señora) ¿Me puede dar, por favor…? Se ha sentado sobre, la cosa, la tarjeta del servicio de Estado. Justo, ¿ve esto? Me he visto obligado a hacérmelo dar porque ya no conseguía aparcar en zona prohibida. Porque yo nutro un odio visceral por el privilegio…»

Nuestro pobre protagonista le advierte que va en dirección prohibida: «Ah, por desgracia, ¿quién respeta ya las leyes?». Viene un coche de frente y el conductor le pide que le pase una señal de tráfico de la Policía: «¡Frene, frene! ¡Es que ni siquiera en las vías de sentido único…! ¿Ve lo que estamos obligados a hacer para contrastar el exceso de permisividad? Porque aquí, a fuerza de concesiones, derechos a las minorías, ensanchamiento de áreas democráticas… ¡La confusión!» (Se salta un stop, frenazo con otro coche e insultos). Porque, querido mío, con este pueblo de inmaduros también la democracia y la libertad tienen que ser programadas».

«-Bueno, ha llegado. ¿No me diga que tiene el dinero en el banco? mal, muy mal.
-¿Dónde lo debería tener? ¿En el colchón?
-¡No en el banco! Querido, no ve que acabarán por ir a por el secreto bancario, que la gente como nosotros, que ha tenido que trabajar para salir adelante, tendrá que dar cuentas de sus ahorros. Hágame caso (hace un gesto con la cabeza) Tenga todo fuera.
-¿Fuera? ¿Pero usted tiene algo fuera?
-¡Todo! Y estoy fenomenal. Ahí si que hay gente que tiene respeto por la ley y por el dinero, querido mío.
-Es siempre un placer conocer personas honestas como usted”, dice al despedirse nuestro ingenuo héroe.

FIN

¿A quién me recuerdan a mí estos razonamientos? No sé que me pasa que veo a Berlusconi por todas partes. En fin, sigamos.

El diálogo anterior de los dos empresarios sobre el terremoto horrorizó a los vecinos de L’Aquila. Transcribo el comentario del alcalde, Massimo Cialente:

«Dan escalofríos y dan asco, son chacales. Me temo que para muchos esta ha sido una gran ocasión de hacer dinero. Algunos han venido a hacer su trabajo, pero luego tenemos estas figuras que forman parte de esta Italia que hace llorar».

Mejor lo dejamos, porque efectivamente es para llorar. El asco es una sensación dominante estos días y hace falta estómago para leer entero el periódico. Pero, por desgracia, tenemos que seguir con el cumplimiento implacable de las peores previsiones. Porque ha pasado ya un año del caso de Eluana Englaro. Si lo recuerdan es la mujer en estado vegetal sobre la que se armó un vergonzoso dramón de pasteleo político, con Berlusconi presentándose a última hora como defensor de la vida -ya saben, el partido del amor- con una ley in extremis para obligar a alimentarla por la fuerza que no llegó a tiempo. Habían tenido años para hacerla, pero al final no pudo ser. ¿Recuerdan la conmoción de aquellos días, que no iba a volver a ocurrir y todas las tonterías? Pues, como ya habrán adivinado, al día siguiente se olvidaron de todo y un año después esa ley que no aprobaron por un pelo para, oh, salvar a Eluana sigue empantanada en el Parlamento.

Está claro que no avanzamos nada. Pero, entonces, ¿a qué viene el título que hemos puesto a este capítulo? Un poco de paciencia, que enseguida llegamos. Resulta que, paradojas de la vida, no habían terminado los panegíricos y loas a Bettino Craxi, el primer ministro corrupto y huido de la Justicia tras la operación ‘Manos Limpias’ de los noventa, cuando Italia se ha visto de nuevo lanzada en una ola de casos de corrupción al mejor estilo de aquellos años.

El escándalo de las bolsilladas de la Protección Civil cada día va a más y hay otros episodios entrañables, como el de Mirko Pennisi, concejal de ayuntamiento de Milán y presidente de la comisión urbanística. Fue cazado cuando se hacía entregar una comisioncita de 5.000 euros escondida en un paquete de tabaco, como en los viejos tiempos. Se escabulló en una librería y lo escondió tras el radiador del baño. Era la segunda entrega del peaje que un empresario debía pagar para que su expediente, un permiso de obra parado desde hacía cuatro años, fuera considerado. Así es Italia, hay que pagar para que las cosas se muevan.

Pennisi dejó una solemne reunión sobre el Plan de Gobierno del Territorio y bajó a su cita en la puerta del ayuntamiento. Para qué andar molestándose en esconderse. Pero resulta que el empresario fue con la Policía. También han pillado de la misma manera y con las manos en la masa, en su propio despacho, al presidente de la provincia de Vercelli (norte, entre Turín y Milán), Renzo Masoero, embolsándose 10.000 euros de una empresa de desratización. Ambos son del PDL, el partido de Berlusconi.

Esto no para porque ayer pillaron al jefe de la sección antifraude de Varese (norte) y a otro empleado de Hacienda, que pedían 60.000 euros a un empresario para no hacerle una inspección. Y esta mañana han detenido a un dirigente del hospital Cardarelli de Nápoles (sur), mientras recibía 1.000 euros de un empresario que se había adjudicado el contrato anual de la manutención informática. En ambos casos, como los dos anteriores, las víctimas de los chantajes denunciaron. Parece que la gente se está hartando. O que algo se mueve, porque en Italia es difícil creer en las casualidades.

Son escenas calcadas a las que hace 18 años, el 17 de febrero de 1992, dio inicio a ‘Manos Limpias’. Un tal Mario Chiesa, dirigente menor del Partido Socialista de Craxi y presidente del Pio Albergo Trivulzio, una residencia de ancianos, fue pillado ‘in fraganti’ mientras ingresaba su comisión del día (tangente) de un empresario que aspiraba a la concesión del servicio de limpieza. Nada, siete millones de liras, medio kilo de pesetas de entonces. Parece que Chiesa escondió a toda prisa el fajo de billetes en la bragueta, un paquetón insoslayable. Chiesa era ‘mister 10%’, el porcentaje personal que endosaba a cada contrato. A partir de ahí, tirando del hilo, los fiscales de ‘Manos Limpias’ de Antonio Di Pietro desvelaron el sistema de corrupción crónico que financiaba el PSI y la Democracia Cristiana, los dos principales partidos italianos, que a raíz del escándalo desaparecieron. Entonces apareció Berlusconi…

Aquello se llamó ‘Tangentopoli’. Este extraño nombre quiere decir algo así como el mundo o la ciudad de las comisiones, con terminología del Don Miki (Topolino en italiano), pues Paperopoli es la ciudad del Tío Gilito (Paperone en italiano). Ya ven que, como siempre, todo tiene un matiz lúdico. Pues bien, ‘Tangentopoli’ es un término que vuelve a estar en boca de todos, junto a un desaliento general aún más profundo, si es que esto es posible, ante las páginas y páginas de corrupción gruesa y chabacana que llenan cada día los periódicos.

El hecho de que cada día salga alguien a desmentir acaloradamente que esto de ahora no es como ‘Tangentopoli’ no hace más que corroborar cuánto se parece. Parece que no ha pasado el tiempo. De hecho ahora me acuerdo que Mario Chiesa apareció implicado hace un año en una estafa de tráfico ilegal de basuras. Craxi, cuando empezaba la movida, dijo que era un caso aislado. Últimas palabras famosas. Curiosamente, Berlusconi ha dicho hoy lo mismo de estos nuevos chorizos. Es más, va a endurecer las leyes contra la corrupción. Pero claro, ahí le duele: es que él, por ejemplo, se ha librado de condenas de corrupción por las circunstancias atenuantes. Con el carrerón que lleva ¿cómo va a pedir Berlusconi a nadie que dimita? Menos que nadie a Bertolaso, el director de Protección Civil, a quien los fiscales acusan de haber pegado «una repasada» a una masajista brasileña facilitada por la banda de empresarios trincones, los que se reían del terremoto de L’Aquila. Es un espejo de las juergas con putas de Berlusconi.

Pero así llegamos a este resquicio de esperanza del que les hablaba, esos ligeros movimientos que indican tendencias positivas. Según Berlusconi, estos casos de corrupción:

“…son hechos personales que entran en las estadísticas, pues de cien personas puede haber uno, dos, tres, cuatro o cinco personas que puedan ser unos bandidos que se aprovechan de su posición por interés personal”.

No sé si captan la letal ironía de estas palabras, seguramente inconsciente, viniendo de quien viene, el campeón del uso personal del poder. No se entiende por qué se comportan así algunos italianos, teniendo el modelo ejemplar de su primer ministro. Por otro lado también queda en evidencia cuando se queja estos días de que van a por él, como si cuando empiezan a detener chorizos él saliera en defensa de su gremio. Pero también el presidente de la Cámara de Diputados, Gianfranco Fini, co-fundador del PDL con Berlusconi quiso poner los puntos sobre las íes:

“Nada de Tangentopoli, antes se robaba para el partido, hoy quien roba es un ladrón y basta”.

En fin, a lo mejor les decepciono, pero estas eran las buenas noticias: ya sólo se roba por mero lucro personal.

Sin embargo, digan lo que digan Berlusconi y Fini son las propias estadísticas las que saltan por los aires. Esta sensación de ‘deja vu’ generalizada fue certificada anteayer por el aplastante informe del Tribunal de Cuentas: las denuncias por corrupción han subido un 229% con respecto a 2009, un fenómeno que ha hecho perder al Estado unos 70 millones de euros. «La corrupción es un cáncer maligno (…) Hace falta sentido ético, porque no bastan jueces, carabinieri ni fuerzas del orden», ha dicho el presidente del organismo. Sin duda no tiene la capacidad de relativizar los fenómenos de Berlusconi.

Pero, insisto, no desesperen, hay que agarrarse a lo que sea para tener esperanza. Por ejemplo, esta semana ha dimitido alguien. Sí, ya sé que sólo ha sido un locutor de un programa de cocina de la RAI, masacrado por los defensores de los animales por decir que los gatos se cocinan y están buenos. Pero también tenemos el acontecimiento histórico del informativo de Emilio Fede (chico de la foto), el delirante TG4: ¡dio una noticia! No era una exclusiva, pero por algo se empieza: su público se enteró por primera vez en más de veinte años de que hay un líder en un partido de izquierda con una cara y una voz. En efecto, Fede entrevistó por primera vez en su informativo a un líder de la izquierda, Pierluigi Bersani, del PD.

Pero si todo esto no les parecen mejorías, sino tristes consuelos, ahora les convenceré. Antes debo confesar que también me he ido contagiando del entorno y cada vez soy más individualista. Visto así, el gran bombazo es que he descubierto que soy rico, uno de los más ricos de Italia. Sí, sí, como el Tío Gilito. Como lo oyen. Han salido los datos de la declaración de la renta y quédense con el titular: el 91% de los italianos declaran ingresos inferiores a 35.000 euros. Yo gano más, aunque no llego a ese escaso 1% de italianos que gana más de 100.000 euros, así que, sin saberlo, formo parte de la élite del país. La mitad de los contribuyentes gana menos de 15.000 euros y el 27% no paga absolutamente nada. En resumen, que el 12% de los italianos paga el 52% de los impuestos, según los datos del Departamento del Tesoro. Los demás, a vivir.

Me ha venido muy bien saber que soy rico, porque febrero siempre ha sido para mí el peor mes del año, me sumo matemáticamente en confusas depresiones invernales. Pero cómo no se va uno a deprimir si pone la tele y se encuentra con el festival de Sanremo. Miren a qué ha quedado reducida la pobre Italia. Con todos ustedes, el ínclito príncipe Emanuele Filiberto di Savoia con el tema ‘Italia amore mio’, acompañado de Pupo y el tenor Luca Canonici:



«Yo creo en mi culturaaaa, y en mi religiooón, por eso no tengo miedoooo de expresaar mi opinioooón…» Madre del amor hermoso, qué ataques de vergüenza ajena. Fue eliminado a la primera, menos mal. Pero ayer fue repescado en una extraña maniobra, para variar. El público protestó y pitó, pero ya sólo le queda eso, el pataleo como único síntoma de vida. Por cierto, la presentadora del principio no es la Bruja Avería, sino la pimpante Antonella Clerici. Ahí la tienen en un momento de la velada columpiándose como en el anuncio campestre de Timotei.

Para terminar, vamos a ponernos serios. Buscar una esperanza en Italia es algo muy serio. Hace tres meses causó gran conmoción, efímera como todo, esta carta pública que escribió a su hijo Pier Luigi Celli, ex-director general de la RAI y director general de la Luiss, la universidad privada más prestigiosa de Roma. Fue publicada en un diario y reproduzco los párrafos más interesantes.

Hijo mío, estás a punto de terminar la universidad, has sido muy bueno. (…) Y es por esto por lo que te hablo con amargura, pensando en lo que ahora te espera. Este País, tu País, ya no es un lugar en el que sea posible estar con orgullo.

Puedes imaginar el sufrimiento con que te digo estas cosas (…) pero no puedo, honestamente, esconder lo que he meditado largamente. Te conozco bastante para saber lo fuerte que es tu sentido de justicia, el deseo de llegar a resultados (…) y, la idea de que el estudio duro es el único camino para ser creíble y de confianza en el trabajo que encontrarás.

Pero mira a tu alrededor. Lo que puedes ver es que todo esto cada vez tiene menos valor en una sociedad dividida, pendenciera, fuertemente individualista, dispuesta a malvender los mínimos valores de solidaridad y honestidad, a cambio de un reconocimiento de los intereses personales, de prebendas discutibles, de carreras feroces hechas sobre méritos inexistentes. A menos que no sea un mérito la afiliación política, de clan, familiar.

Este es un País en el que, si te va bien, empezarás ganando una décima parte de un asistente (portaborse) cualquiera, un centésimo de una azafata de televisión (velina), quizá poco más de un milésimo de un alto ejecutivo con quiebras que no pagará nunca. Y que es un país en el que, para viajar, tienes que esperar que a Alitalia no se le meta en la cabeza hacer la empresa seria pidiendo a sus empleados el respeto del horario, porque entonces puede que te anulen cada vuelo durante días enteros. (…) Por otro lado, como podría ser distinto, si este es el único País en el que una compañía aérea del Estado, técnicamente en quiebra, ha sido privatizada regalando el monopolio, obligando a sus dirigentes a la parálisis ante empleados que no creeerán nunca más que corren peligro.

Créeme, si miras alrededor no encontrarás muchas razones para reconfortarte. Tropezarás con destinos gloriosos de quien, siendo a lo mejor taxista, se ve premiado con un consejo de administración, o no sabiendo nada de electricidad o gas accede impertérrito a la cúpula de una empresa de energía. (…) Este es un País en el que ninguno parece destinado a pagar por los errores cometidos (…)

Por eso, con el corazón que sufre más que nunca, mi consejo es que, acabados tus estudios, te vayas al extranjero. Elige ir donde todavía tenga un valor la lealtad, el respeto, el reconocimiento del mérito y los resultados. Probablemente no será todo oro, esto no. Ocurrirá también que, a menudo, te entre nostalgia de tu País y, espero, de tus padres. Y tú intentarás encontrar una vía para hacer aquello para lo que te has preparado durante años. Hazme caso, este es un País que no te merece. Habríamos querido que fuera distinto y hemos fracasado. También nosotros. Tú tienes derecho a vivir de forma distinta, sin preguntarte, por ejemplo, si lo que dices o escribes puede molestar a alguno de estos mediocres importantes, con el riesgo de caer en su punto de mira y encontrarte marginado sin entender por qué.

Ahora que te he dicho lo que querría evitar, lo sé, preveo, lo que querrías responderme. Te conozco y te quiero por esto. Me dirás que es todo verdad, que las cosas están así, que también te dan asco, pero que tú, justo por eso, no les dejarás que ganen. Y no sé, creéme, si preocuparme más de tu obstinación o alegrarme por haber encontrado el modo de que no me desilusionaras, secundando mi amargura.

Prepárate de todos modos para sufrir.

Con afecto, tu padre.

Veamos, para despedirnos, el final de ‘Il Belpaese’:


Sinopsis: El protagonista, después de que le haya pasado de todo y chocar con todas las adversidades imaginables, cosa que puede comprender cualquiera que llegue por primera vez a Italia, se harta y decide largarse. Pero en el último momento toma una decisión: no se va del país, se queda. «¡Yo no dejo Italia! ¿Has entendido Belpaese? ¡Yo me quedo aquí, no te dejo! ¡Has intentado hacerme partir, me has bombardeado la tienda, me has masacrado, robado, humillado, pero yo me quedo! ¿Sabes por qué? ¡¡¡¡Porque soy un gilipollas (stronzo)!!!! Pero son los gilipollas como nosotros, que se despiertan todas las mañanas para ir a trabajar… ¿habéis entendido gilipollas? ¿Pero queréis hacerles ver, sí o no, que somos nosotros los que importamos en este país?». Y se pone a animar a la gente del barrio a que salga a la calle, venza el miedo, pasee, se hable,…

El contexto es el de la Italia de los años de plomo, con violencia y tiros en las calles, que seguramente era mucho peor que esta. Pero no sé si esto es un consuelo.

Otro sitio más de Comunidad de Blogs de elcorreo.com

Sobre el autor


febrero 2010
MTWTFSS
1234567
891011121314
15161718192021
22232425262728