>

Blogs

Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

Italian Tarantino (2)

Les había dejado diciendo que una vez fui al cine con Tarantino. Naturalmente era sólo para crear suspense, perdónenme el truco. No es que fuera con él, es que me lo encontré allí. Ocurrió en un festival de Venecia. El de 2004, creo. Con el que fui es con mi amigo Rubén, con el firme propósito de reírnos y pasar una noche gamberra. Ese año programaron un ciclo sorprendente: ‘Historia secreta del cine italiano-Italian kings of the Bs’. Digo sorprendente porque fue la primera vez que la Mostra por fin se dignó a prestar atención a este filón de serie B del que estamos hablando. Eso para que vean el nivel de marginalidad que este cine tiene en la propia Italia. Uno de los padrinos del invento era el propio Tarantino, y se comentaba que el tío se veía todas las películas y asistía a las sesiones, que eran a medianoche.

Un festival es una cosa inhumana que hace odiar el cine -y no digamos a la gente del cine- y para mantener la salud mental decidimos acudir a una de las proyecciones. Por alguna razón que no recuerdo, pero que si recordara seguramente no querría explicar aquí, nos inclinamos por una película titulada ‘Orgasmo’. De Umberto Lenzi, 1968. Como se podrán imaginar aquello estaba lleno de friquis. Era el ambiente más natural para lo que sucedió, que de repente apareciera Tarantino y se sentara delante de nosotros. A distancia de colleja, para entendernos.

La cosa fue desde el principio muy interesante porque apareció el director, un señor ya muy mayor -73 años- a presentar la peli y era divertido ver a un venerable viejecito hablar de orgasmos. Disculpen que me enrolle pero tiene que ver con lo que estamos contando. Lenzi explicó con humildad que renegaba del título, porque originalmente el suyo era ‘Paranoia’. Sin embargo los productores le dijeron que eso sonaba a aburrimiento (‘noia’ es ‘aburrimiento’ en italiano) y que nadie iría a verla. Ya ven qué razonamientos. Total, que le pusieron ‘Orgasmo’. Desde luego hay que reconocer que con mi amigo y yo la idea desde luego funcionó. No obstante, todo el buen ojo que tuvieron para el título les faltó para el estreno: apareció en cartel en Roma en plena Semana Santa y con ese ‘orgasmo’ en los carteles fue totalmente boicoteada. A los pocos días se retiró. Sin embargo en Estados Unidos arrasó y a Lenzi hasta le ficharon para hacer una película allí. Esto para que comprendan las contradicciones de la serie B italiana. Maldita en casa, adorada en Estados Unidos.


Ya ven qué locura. La gente en el cine se reía mucho con los ‘zooms’ vertiginosos, los giros narrativos del relato y las audacias creativas. Tarantino se revolvía en su asiento y aplaudía como un chiquillo. Espero que ahora comprendan mejor su alterado cerebro. Porque ya que hemos entrado en la oscuridad de la sala de cine vamos a quedarnos un rato más en el lado chungo de la serie B. Ya hemos comentado varias veces que Italia, país luminoso, tiene una mitad muy perversa y puede ser un país muy terrorífico. Es un lugar extremo de santos y pecadores. En el cine es igual. Toda una banda de iluminados se dedicó a explotar sus fantasías sin freno, y sin dinero, que tiene más mérito. Cuando uno tiene pasta por lo visto acaba con un cochazo y un transexual. Es buena prueba de estos delirios otro de los títulos malditos de aquella antología que pusieron en Venecia, ‘Non si sevizia un paperino’ (Lucio Fulci, 1972, que significa, por increíble que parezca, ‘No se tortura a un pato’):


Asesinos de niños, curas majaras, sadismo rural, señoritas que pervierten a menores, bosques terroríficos,… Todo lo que quieran y más. Pero entre mucha basura y película cutre había cosas muy interesantes y los americanos y la crítica francesa no paran de estudiar a estos directores italianos que hacían todas las barbaridades que se les ocurrían. Mejor no les pongo ‘Holocausto caníbal’ (1979), de Ruggero Deodato, que ahí donde le ven empezó con Rossellini, al igual que nuestro Jesús Franco empezó con Orson Welles. Habrán oído hablar de ‘Holocausto caníbal’: a Deodato le condenaron a cuatro meses de cárcel y tuvo que llevar ante el juez a los actores para demostrar que estaban vivos y no se los había comido de verdad en el rodaje. Si no la han visto, quizá sí recuerden ‘The Blair witch project’ (1999), pues que sepan que la copiaron de ahí. Por no hablar del documental delirante ‘Mondo cane’ (1962, Paolo Cavara, Gualtiero Jacopetti y Franco E. Prosperi), que también creó escuela. Estos chicos eran pero que muy violentos.


Esto que hemos visto es ‘Cani arrabbiati’ (1974), de Mario Bava, uno de los máximos autores de la serie B italiana. Lo asombroso de estos cineastas es que su filmografía suele ser vastísima, y tan pronto te hacían una de zombis como se marcaban una de atracadores de bancos. Todos fueron pioneros y por sus ocurrencias no tuvieron vidas fáciles. Eran una tropa de Ed Woods, pero mucho mejores. Tomemos, por ejemplo, a Mario Bava. Asentó los pilares del horror gótico (La maschera del demonio, 1960), firmó el primer ‘thriller’ italiano (La ragazza che sapeva troppo, 1962) y el primer ‘slasher’ -género de psicópata sanguinario que masacra un grupo de individuos- (Reazione a catena, 1971). De ahí sacaron ‘Viernes 13’ y demás carnicerías en serie. Pero lo que más huella dejó fueron sus invenciones técnicas, como el uso de la cámara y del foco, los colores, los decorados,… Ya en 1963 en ‘I tre volti della paura’ mostró el decorado de la película, el cine dentro del cine, en fin el ‘retroscena’, algo que a un italiano le viene natural. Pero lo más sorprendente eran los efectos especiales. Tenía por ahí un chico, un tal Carlo Rambaldi que al final no salió mal: tres Oscars por ‘King Kong’ (1976), ‘Alien’ (1979)y ‘E.T,’ (1982). Bava es un ídolo para gente como Martin Scorsese, Tim Burton, David Lynch o nuestro amigo Tarantino.

Como habrán oído en este tráiler otro mundo a explorar son las músicas de la serie B, con un montón de autores interesantes, pero lo dejaremos para otra ocasión. Sigamos nuestros desvaríos con un caso paradigmático de las dificultades de estos artistas. Es una película que, pásmense, estuvo sólo dos semanas en cartel en 1982, fue secuestrada y sólo volvió a salir a la luz en este ciclo del festival de Venecia de 2004. Les recomiendo que se preparen porque cambiamos de tercio y entramos en otro filón abisal de la serie B. No, no se trata de una ‘snuff movie’, o de sangre a raudales o de un thriller político. Es algo inclasificable, que tal vez sólo podríamos etiquetar como estupidez mayúscula. Es… ‘W la foca’, de Nando Cicero.


Apuesto a que es la primera vez que ven a una foca cagar cubitos de hielo. Esta majarada se ha convertido en un título de culto porque, ya saben, basta prohibir algo para que se haga interesante. Pero para que se hagan una idea del fenómeno, para mí lo asombroso de esta película es cómo demonios llegó a verla Tarantino. Porque entonces no había Internet. En Italia no la ha visto casi nadie, pero en Estados Unidos debió de circular como filme legendario, pues debía de conectar a las mil maravillas con ese punto infantiloide que tienen los estadounidenses. Hasta el punto de que, según ha dicho Tarantino hace poco, para él es “la obra maestra del cine italiano”. Como verán, aquí entramos con probabilidad en el terreno de lo manifiestamente opinable.

Tarantino también añadió que Bambolo es uno de los más grandes actores del cine italiano. Bambolo es el médico de la secuencia que hemos visto. Bueno, aquí entramos en el terreno sentimental, porque efectivamente Bambolo es un ser muy querido, un entrañable secundario patoso que cuenta con legiones de admiradores. Creo recordar que no hizo ni una sola película buena, y eso ya tiene su valor. Bambolo, que era un vendedor de un puesto del mercado de Campo de Fiori, es un ejemplo de algo que pienso yo: casi todos los italianos serían buenos actores, las calles están llenas de caretos increíbles para un reparto y en la vida diaria se viven a menudo escenas de película.

Pero los escasos minutos que hemos visto de ‘W la foca’ pueden ser equívocos, por su surrealismo, y quizá parezca que tiene pretensiones. No, no, el tono simple y llanamente es de chiste verde malo, marca de la casa de otro subgénero italiano de serie B, el guarrindongo. Si no tienen el cuerpo para bromas sutiles, sáltense el siguiente vídeo y sigan leyendo.


Esta es la clásica escena de las películas de Pierino (Alvaro Vitali), que en España se llamó Jaimito. Para Tarantino, otro ‘crack’. A estas alturas ya se irán haciendo una idea de su cosmogonía. Pero quería que se fijaran en la chica, si es que no lo han hecho ya. Se llama Edwige Fenech y es uno de los mitos indiscutibles del imaginario erótico cutrón italiano. En fin, de lo que en España se llamó el destape. Marcó a una generación y tenía tal potencial que hasta ha sido capaz de humanizar la biografía intachable de primero de la clase de Luca Cordero de Montezemolo, el actual presidente de FIAT y Ferrari y, según los rumores, el hombre que conspira para crear un gran partido de centro-derecha cuando haya que sustituir a Berlusconi. Pues bien, Edwige Fenech fue su pareja durante años. Es decir, que hasta los exquisitos veían sus películas. Eso sí que era cine auténticamente popular.

Para Tarantino esta señorita es poco menos que una diosa y en su última película incluso le pone su nombre (Ed Fenech) a un general británico. Las clásicas gracietas de cinéfilos enteradillos. De todos modos, el olimpo sexual de Tarantino se nutre de otros proveedores, que afortunadamente en este entretenido mundo en el que vivimos nunca faltan. Si vieron a las chicas duras de ‘Death proof’ (2007), la penúltima peli de Tarantino, esto les sonará bastante:


Supongo que alguien lo habrá dicho ya, porque hay gente muchísimo más lista que yo, pero el caso es que no lo he leído por ahí: es evidente la influencia, inspiración, homenaje o plagio -como se diga ahora- de ‘Faster Pussycat kill kill’ (1965), de Russ Meyer. Para variar me voy por las ramas y esto no tiene ninguna conexión italiana, que yo sepa, pero me hacía gracia poner una de Russ Meyer en el periódico, aunque sea en su efímero soporte digital. De todos modos, como hemos dicho, aquí no nos lee nadie y esto ya es un blog abocado a la clandestinidad.

Como comprobarán, a modo de resumen, la serie B italiana tiene un rasgo esencial del carácter italiano, el afán lúdico, jocoso (de ‘gioco’, juego). Es un pueblo juguetón. Esto, aparantemente trivial, explica más cosas de las que parece. Yo creo que el amor por el juego es una consecuencia natural del amor por la vida, que lleva a exprimirla en todas sus posibilidades y extremos. E inevitablemente lleva al amor al cine. Como he dicho antes, a mí me parece que ésa es una clave básica para comprender la serie B. La mera diversión y la adrenalina es la biblia de Tarantino, en sus películas no hay amor, ni deseo, ni política… Es serie B de lujo, sin que esto sea peyorativo. Tarantino hace exactamente lo que le da la gana y sus películas respiran libertad creativa.

Pero ¿qué es ser serie B? La etiqueta se refería al bajo presupuesto, que hacía que a menudo la calidad fuera pésima. No obstante, pese a la falta de fondos, a veces la calidad era de serie A. Coppola empezó en la serie B con ‘Dementia 13’ (1963) y luego pasó a la A haciendo lo mismo, pero con más dinero. Con esa generación hollywoodiense de Spielberg y compañía, apadrinada por Roger Corman, el rey de la serie B, la serie B (en sus contenidos y libertad creativa) se convirtió en la serie A (en su protagonismo y presupuestos). Al cabo de los años, hoy es al revés: la mayoría de la serie A tiene presupuestos de serie A y contenidos de serie B, en el peor sentido de la palabra, con petardos carísimos como ‘Spiderman 3’, sin ninguna imaginación. Mientras que la auténtica serie B, en presupuestos y clandestinidad, es el cine de autor, que antes era la A por excelencia. ¿Vivimos tiempos de serie B? ¿No habría manera de organizar un sistema de descensos y ascensos, como en el fútbol?

Volviendo a Sergio Leone, con quien empezamos estas disgresiones, la paradoja esencial de fondo de su cine, creo yo, es que es ingenuo como un niño. Todas esas explosiones, los chorros de sangre, el cinismo de los personajes, siempre ocultan, y a veces lo ocultan muchísimo, a lo mejor por pudor, sentimientos candorosos de amor o amistad. No he leído mucho sobre Leone, y pensaba que esto era una impresión mía, pero hace poco, paseando por Trastevere, me topé con una de esas placas maravillosas que hay en Roma por todas las esquinas. De esas que dicen aquí vivió no sé quién o aquí pasó esto otro. Los romanos lo hacen para dar todavía más trascendencia y sentido poético a sus calles. Estaba en las escalinatas de Viale Glorioso que suben hacia la colina del Gianicolo. Decía: “Il mio modo di vedere le cose talvolta è ingenuo, un pò infantile ma sincero come i bambini della scalinata di Viale Glorioso”. Firmado, Sergio Leone.

Me lo imaginé jugando a los vaqueros en la gran escalinata que subía al parque, entre los árboles, y de pronto me pareció un niño que con las películas pudo hacer realidad sus juegos, y su sueño.

Otro sitio más de Comunidad de Blogs de elcorreo.com

Sobre el autor


noviembre 2009
MTWTFSS
      1
2345678
9101112131415
16171819202122
23242526272829
30