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Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

Verano loco (2)

3. Y si no, nos enfadamos

Todos recordamos con cariño las dosis de violencia gratuita de Bud Spencer y Terence Hill. Estamos hablando, por supuesto, de Carlo Pedersoli y Mario Girotti, más italianos que los canelones. No digan que no queda mejor en inglés. ¿Qué ha sido de ellos? A Terence Hill se lo encuentra uno en la tele, vestido de cura, en ‘Don Matteo’, una serie en la que interpreta a un párroco de pueblo, buenazo pero sagaz, que ayuda a resolver casos locales a los Carabinieri.

Spencer, que fue nadador olímpico, ha hecho de todo en la vida, pero lo que le faltaba era la política. En un momento de ofuscación se presentó por Forza Italia, el partido de Berlusconi. Un colega, más que nada como fan, le pidió una entrevista. Se citaron en la sede de Forza Italia en Roma, que por una inmensa paradoja catastral está en Vía de la Humildad, el 3 de abril de 2005. Si a alguien le suena la fecha es porque fue al día siguiente de la muerte de Juan Pablo II. Mi amigo, claro, se olvidó del viejo Bud y por la noche tenía unos siete mensajes en el móvil. El último era de él en persona, muy cabreado, y daba muchísimo miedo: “Soy Bud Spencer, llevo una hora esperando ¿dónde coño se ha metido?”. Mi amigo lo conserva como oro en paño y nos lo ponemos en alguna noche de copas. Nos reímos, sí, pero aún se asusta nuestro corazoncito infantil.

‘Y si no, nos enfadamos’ (‘Altrimenti, ci arrabbiamo’, Marcello Fondato, 1974). Fue rodada en España y sale algún actor ibérico. Además del malo malísimo Donald Pleasance.

4. Nostalgia de Ugo


En verano uno se imagina con un descapotable por las curvas de Amalfi, con música de órgano ye-ye. Se tienen nostalgias imposibles. Tomarse un martini con gente de otra época, inigualable y divertida como, por ejemplo, Ugo Tognazzi. La mejor anécdota que yo conozca de Tognazzi, socarrón, ligoncete, comilón, genial, es la siguiente. Ugo iba con su deportivo a toda velocidad y se le cruza un cerdo. Lo mata. Se baja con su pachorra habitual y aparece el propietario del gorrino. Le acaba convenciendo para que se lo pague pero Ugo precisa que, en ese caso, el animal es suyo. El nativo, consciente de que el coche no tiene maletero y sólo dos plazas, le mira incrédulo. Ugo echó mano de su elegancia natural y sentó al cerdo en el asiento del copiloto, con cinturón de seguridad y todo. Con esa compañía se hizo más de 400 kilómetros, desde Parma a Roma. Durante el viaje hasta conversaron y le bautizó como ‘Gigetto’. Al llegar a casa lo metió en un arcón congelador y se convirtió en parte fija de sus famosos banquetes. Parecía que no se acababa nunca y sus amigos ya lo evitaban, hasta que en una fiesta, tonteando con Raffaella Carrá, ella le dijo que tenía hambre. Ugo, excelente cocinero, le preparó allí mismo lo que quedaba de ‘Giggeto’ al chocolate. Por lo visto, la cosa terminó en cagalera.

‘Amici miei’ (1975, Mario Monicelli), obra maestra. Esta es la mítica escena en la que el conde arruinado y venido a menos Raffaello Mascetti, tras el intento de suicidio de su mujer, decide dejar a su amante, Titti, de una vez por todas.


Sinopsis: El conde, Ugo Tognazzi, espera a la salida de clase a Titti y en un melancólico paseo de una hora, “con la voz firme del hombre que sabe cuál es su deber”, le explica que su historia debe terminar. Es un monólogo dramático. “Tengo demasiadas culpas con esa pobre desgraciada… Si volviera a hacer ese gesto, no podría soportarlo, sería capaz de matarme yo también… Tú eres joven, tienes el derecho de ser inconsciente, pero yo no, ¡no!… Sí, lo sé, te estoy arruinando la vida, no puedo pretender hipotecar tu futuro, no me lo perdonaría nunca… Y tú, en un cierto momento, puedes decir que todas estas cosas las sabíamos antes, y que esto es sólo un pretexto para liberarme de tí, cuando supe de.. tu defectillo (la pilló en la cama con otra tía), bueno defectillo, no sé hasta qué punto… No, la verdad es otra, hay que mirar la verdad a la cara. Ha sido un sueño, un sueño muy bonito y basta. Tú tienes 18 años, y yo 52. No es por esos 34 años de diferencia, que son lo de menos, es que nuestro amor no puede tener ningún futuro… Coraje, Titti, es mejor que saquemos el cuchillo de la herida…”

Despedida:

-Addio Titti.

-¡Addio merdaiolo, nos vemos mañana en el sitio de siempre a mediodía!

-¡No, a y media, que a mediodía tengo un embargo!

Y Tognazzi se va frotándose las manos.

(Publicados en El Correo en julio de 2007)

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