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Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

Vacaciones en Roma (7)

El otro día vimos cómo la respuesta local a la invasión de guiris de vacaciones en Italia era, naturalmente, intentar ligárselas. Pero la cosa cambiaba cuando eran ellas, las italianas, las que iban fuera. Italia, que estaba de moda en ese momento, también tuvo su réplica internacional y envió al exterior algunas de sus bellezas, actrices que brillaron y saltaron a Hollywood. Pero, al contrario de las suecas que aterrizaban en Italia, su comportamiento en general era radicalmente distinto: no había quien se les acercara. Ya hemos dicho que ligar con las italianas no es moco de pavo, ni en casa ni jugando fuera. El caso más flagrante es el de esa actriz encantadora llamada Pier Angeli, que en realidad era una chica sarda llamada Anna Maria Pierangeli. Pues bien, tenía siempre a su madre encima, temerosa de que se descarriara y algún playboy depravado del mundillo del cine se la beneficiara. Se puede comprender perfectamente la situación con el siguiente acertijo: ¿Si ustedes fueran Pier Angeli, con quién de estos tres rendidos pretendientes se hubieran quedado?

No respondan todavía. Ahora piensen que son la madre de Pier Angeli: ¿cuál habrían elegido para su hija? Efectivamente, el tipo desconocido y anodino de la derecha. Como habrán adivinado, ni que decir tiene que al final fue con el que se casó. Piensen en ello después de Reyes, cuando se planteen, un año más, apuntarse a un gimnasio. A lo mejor no merece la pena. En fin, el afortunado era un cantante llamado Vic Damone, italoamericano, argumento de peso que daba confianza en la familia. Ni Kirk Douglas primero, ni James Dean después, a quien rompió el corazón, tuvieron nada que hacer con esta chica. En Hollywood se decía que si querías salir con Pier Angeli tenías que llevar encima la madre, las hermanas, el perro y el papagayo. Lo de las madres en Italia siempre es un factor muy a tener en cuenta. Sin embargo, la de Pier Angeli no tenía mucho ojo, porque el tal Damone le salió rana. Pier Angeli, que era la nueva gran estrella de Hollywood, tuvo una decadencia veloz y espantosa, y acabó muriendo con una sobredosis de barbitúricos. Pobre Pier Angeli, a mí siempre me da mucha pena, parecía tan dulce… Cuando estaba en lo más alto con la Metro, el marido, frustrado porque él no triunfaba, le comió el coco para que abandonara. Una carta de su madre, tan lista, lo dice todo de cómo le fueron las cosas luego: “Se está dando cuenta de que hacer caso a ese inconsciente de su marido no ha sido una buena idea (…) Está intentando anular su personalidad (…) Debe quedarse encerrada en casa sin tener contacto con nadie a causa de los celos de él, está adelgazando día tras día por los disgustos… Yo que luché tanto contra Kirk Douglas reconozco ahora que, con sus defectos, era más correcto”. A buenas horas.

Aquí vemos a Pier Angeli en su última película para la Metro, todavía muy alegre, haciendo de italiana en ‘Merry Andrew’ (Loco por el circo, Michael Kidd, 1958), con Danny Kaye. El numerito no tiene desperdicio:

«Buona fortuna white parmigian and happy oregano too»… Dios mío. Lo italiano ha pagado su atractivo y el amor de Hollywood con un caro precio: ser totalmente devastado por los topicazos en el cine. De ahí parte ese error básico generalizado de creer que se conoce bien el país y el impacto posterior cuando se conoce. Este problema de la caricatura afectó en muchas ocasiones a la mayor estrella italiana, la que más en serio se propuso triunfar en Estados Unidos, la inigualable Sophia Loren. Más bien fue por empeño de su marido, Carlo Ponti, el mayor productor del cine italiano, que logró hacerle protagonizar en tres años una docena de películas con algunos de los mejores directores del momento: George Cukor, Henry Hathaway, Martin Ritt, Sidney Lumet, Carol Reed, Michael Curtiz, Jean Negulesco, Stanley Kramer,… Y con los actores más cotizados: John Wayne, Cary Grant, Clark Gable, Anthony Quinn, Peter Sellers, Anthony Perkins,… En esas películas la Loren, de fisonomía versátil, y nos referimos a su fotogenia, hizo de todo. De princesa a prostituta magrebí, de pescadora griega a…. esto:

Qué miedo ¿verdad? Por un instante, al final, parece que también Cary Grant y Frank Sinatra se van a arrancar por soleares. Qué gran momento se ha perdido el cine y se han ahorrado sus carreras. Es de ‘The pride and the passion’ (Orgullo y pasión, Stanley Kramer, 1957). Loren también hizo de española y nada menos que de doña Jimena en ‘El Cid’ (1961, Anthony Mann). Pero cuando hacía de italiana, bien de inmigrante, bien de nativa, no había nada que hacer, le calzaban el estereotipo. Por ejemplo, en ‘Houseboat’ (1958), una de esas películas con niños que de pequeño te dejaban ver, era una canguro italiana alegre, desordenada y cantarina. Claro, le creaban a uno enormes expectativas las noches que tus padres salían a cenar y decían que iba a venir una chica:

A los americanos, tal como hemos ido viendo, les encantaban esas canciones pastiche con palabros absurdos en italiano. Pero de quien se quedó prendado Cary Grant, que no era tonto, fue de Sophia Loren. Normal. Intentó ligársela en vano y es ahí donde ella se ganó su fama de diosa inaccesible y fiel a su marido. Si no puede con ella Cary Grant, a ver quién es el imbécil que lo intenta. Como vemos, jugando fuera las actrices italianas hacían el ‘catenaccio’. Pese al buen criterio de Cary Grant, su gusto no resultó ser el del público norteamericano, pues no terminó de dejarse seducir por Sophia Loren, un argumento de peso para desconfiar seriamente de esta población. La carrera de la Loren en Hollywood, aunque lo intentó con todas las fórmulas posibles, del drama a la comedia, no acabó de despegar. En su última película de este periodo lo intentó de nuevo con el topicazo, rodando en Nápoles, a ver si eso funcionaba. La fórmula, obviamente, fue la ya conocida del turista americano de visita, y la historia vendía esa Italia maravillosa de vacaciones, tan cómoda que hasta los niños hablan inglés. El tráiler es de traca:

Ni eso funcionó y Sophia Loren decidió volverse a Europa a lo suyo. Nada más volver hizo ‘La ciociara’ (1960), obra maestra de Vittorio de Sica, al que acabamos de ver en el tráiler disfrazado de tópico andante mirando el culo de una señora. Es una película auténtica y sin un gramo de folklore de postal. Y lo que son las cosas, Sophia Loren ganó con ella el Oscar a la mejor actriz.

Otro día exploraremos los estereotipos italianos que han cuajado gracias al cine, pero para despedirnos quería sólo desmontar uno, Sicilia, y de paso felicitarles las navidades. Ya sé lo que estarán pensando al mencionar Sicilia, en esa gentuza que es el drama de esta tierra maravillosa. Si no fuera por la mafia, Sicilia sería famosa por cosas tan normales como su comida deliciosa o sus pasteles sublimes. Es como cuando de pequeño en el colegio, fuera del País Vasco, me decían que era de la ETA. En fin, si imaginan a los sicilianos como unos individuos tenebrosos, aviesos, primitivos y silenciosos, les recuerdo que uno de los mayores representantes de todos los tiempos de la bondad humana y del espíritu navideño, y cuyas películas nos hemos tragado como mazapanes todas las navidades es un siciliano llamado Francesco Rosario Capra. Para entendernos, otro de esos malditos inmigrantes que se cambió el nombre: el gran Frank Capra. Más de sesenta años después, ‘Qué bello es vivir’ (It’s a wonderful life, 1946), es más válida que nunca para felicitar estas navidades.

No se desanimen con la crisis, que la vida, con sus putadas y todo, es maravillosa. Incluso en Navidad. Feliz Navidad.

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