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Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

Lui (1…)

Lui en italiano significa ‘él’. Él, en Italia, cuando se dice Él, Lui, es Silvio Berlusconi, quién iba a ser. No iba a ser el Rey Lui del Libro de la Selva. Aunque bien mirado sí, sí, Él es el Rey Lui. Hasta ahora lo había evitado para que no me acaparara el protagonismo del blog. Hace años que digo en el periódico que este hombre podría tener una sección diaria fija, sin niguna recaída en el nivel de entretenimiento. Quizá ha llegado la oportunidad. Seguirlo en el día a día, en los episodios cotidianos que no salen en los periódicos, es algo fascinante.

El domingo dijo que si no fuera primer ministro se habría comprado Alitalia, y nadie lo duda. Se ve que a veces le fastidia el cargo. No fue a Nueva York a la cumbre de la ONU alegando que debía ocuparse de Alitalia en el momento clave de la crisis, aunque luego no se le vio el pelo y mandó a un propio, Gianni Letta, el que le resuelve los asuntos. Él se fue a un balneario de lujo de Umbria, mientras en la ONU arreglaban el mundo los pardillos.

Acaba de meter a su hija Marina en el consejo de Mediobanca, centro de las finanzas italianas y una de las últimas plazas fuertes que le faltaba por manejar. Hoy ha sido su cumpleaños, 72 años, y también aquí, de regalo, inauguramos su propio apartado. A él le encantaría. Pero que sepan los lectores que al no tratarse de un ejercicio de hagiografía este blog acaba de convertirse ahora mismo en una cueva de comunistas. A lo mejor a alguno le hace hasta ilusión.

Sobre comunistas, hagiografía y el fenómeno Berlusconi, para comenzar en definitiva, me ha venido a la memoria esta visión de cuando todo empezó. Es de ‘Aprile’ (1998) de Nanni Moretti.

Sinopsis: Es la noche electoral de la primera victoria de Berlusconi. El inefable Emilio Fede, uno de sus presentadores de informativos, anuncia la noticia con uno de sus panegíricos en una de las tres cadenas del magnate, Rete 4. “Consentidme que diga que ha ganado su batalla con gran valentía, contra todos, contra gran parte de la prensa, contra los amigos que le aconsejaban no dar este paso. Creo que no desvelo nada de particular diciendo que he recibido una llamada suya de amigo a amigo. Hablaba ya como político y ya se creaba una separación de hecho entre él, que ha sido mi editor, y yo que soy el director de un medio suyo, que ahora por cinco años puede trabajar en plena libertad”. Moretti, cariacontecido, ve la tele con su madre. “¿Qué dices? Ha ido así…”. Conectan con la sede de la coalición de izquierda. Desierta. Moretti se cabrea: “¡Pero bueno, prepárate, prepárate!¡Si ganas te preparas un discurso, un traje, una cara, bajas y hablas. Si pierdes, porque siempre hemos perdido, bajas, haces una declaración firme y digna. Son las once y media y no hay nadie”. Y ahí va la frase mítica: “La noche del 28 de marzo de 1994, cuando ganó la derecha, por primera vez en mi vida, me hice un porro”. “Marihuana, ¿qué quieres que le haga?”, le dice a su madre (es su madre real), que ni se inmuta.

Aparece Berlusconi: “Estaba contando que mi hijo, cuando le preguntan en el colegio, dice: mi papá arregla televisiones. Ahora debo explicarle que su papá probablemente tendrá que arreglar Italia”.

Cena con el típico extranjero que toca las pelotas (conversación muy familiar a cualquier italiano): “Sí, en Francia hemos seguido vuestras elecciones, y el presidente tiene ¿tres televisiones?, en Francia no se podría, ¿vosotros no tenéis una ley antitrust? Es esto lo que me gustaría entender, una democracia con el partido fascista en el poder…” Moretti intenta responder en serio, pero no le sale: “Bueno, el partido se está transformando…”.

En fin. Hoy, casi quince años después, todo sigue igual: Berlusconi gana y estará cinco años, está más joven todavía gracias a las operaciones, la izquierda es un desastre, dirigida por panolis, y no se sabe ni dónde anda, no hay todavía una ley antitrust (ni la habrá), los extranjeros siguen haciendo las mismas preguntas, Emilio Fede (había peticiones para que saliera, pues ya está) sigue en el mismo sitio y es aún más terrible, no ha logrado todavía separarse de hecho de Berlusconi, e Italia sigue sin tener arreglo, como las televisiones de Berlusconi. Se supone que Moretti dejó los porros, porque a estas alturas ya flotaría en la estratosfera.

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