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Itsaso Álvarez

Colomba. Todo mujeres

La madre del feminismo

Christine de Pizan (1364-1430) fue una autora nacida en Venecia en 1364. Hay quien la califica como ‘la madre del feminismo’.

Fue una de las voces femeninas más significativas del panorama intelectual europeo de la Edad Media. Su obra más conocida y estudiada es ‘La ciudad de las damas’, que escribió en 1405 porque, decía, no encontraba ejemplares en su biblioteca que hablasen sobre mujeres.

Considerada la primera escritora profesional francesa (la primera en obtener ventajas económicas de su talento) y una de las más antiguas precursoras del movimiento de las mujeres de las que se tenga noticia, cuesta imaginar cómo logró abrirse paso. Los hombres de entonces, como los de otras épocas también, lo dominaban todo; las letras, la religión, la política, el pensamiento, y recluían a las mujeres al ámbito estrictamente hogareño.

Cuando lo escribió tenía 40 años (era viuda desde los 25 y madre de tres hijos). Tenía las ideas muy claras, además de ser ya una prestigiosa y reconocida escritora. De hecho, vivió de lo que escribía y pudo mantener a su familia con lo que ganaba y con lo que sabía, gracias a la privilegiada posición de su padre en la corte francesa, Tommaso de Pizzano, nada menos que el astrólogo del rey Carlos. La reina Juana de Borbón trataba a Christine con afecto de madr y la joven pasaba sus días y sus noches revoloteando en la cada vez más nutrida Bibliotéque Royale ligeramente escandalizada con el retrato que de las mujeres hacían sus autores favoritos y con los cuales no se sentía identificada en absoluto. De tonta no tenía un pelo, y de frívola, menos.

‘La ciudad de las damas’ es uno de los primeros libros donde las protagonistas son mujeres. Fue una auténtica revolución en la época, ya que realizaba una férrea defensa de las mujeres con una argumentación que aún hoy sorprende por su modernidad. En él se abordan temas como la violación, la igualdad de sexos o el acceso femenino a la educación. Christine lo utilizó para descargar su indignación y rebatir los argumentos de aquellos empeñados en demostrar la naturaleza no moral de las mujeres, en oposición a la de los hombres, y su perversidad intrínseca y corrosiva.

María Gabriela Vásquez recoge en ‘Algunas reflexiones sobre Christine de Pizan y su obra ‘La Ciudad de las Damas’ algunas de las consideraciones que la autora dejó escritas. Veamos:

‘(…) si la costumbre fuera mandar a las niñas a la escuela y enseñarles las ciencias con método, como se hace con los niños, aprenderían y entenderían las dificultades y sutilezas de todas las artes y ciencias tan bien como ellos’

‘(Las mujeres saben menos) sin duda porque no tienen, como los hombres, la experiencia de tantas cosas distintas, sino que se limitan a los cuidados del hogar, se quedan en casa, mientras que no hay nada tan instructivo para un ser dotado de razón como ejercitarse y experimentar con cosas variadas’

Y otro fragmento que condensa algunas de las ideas más novedosas para aquel tiempo, sobre todo porque provienen de una mujer:

‘(…) ¿no has oído lo que se suele decir: que el necio ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el suyo? (…) como todos pretenden que la naturaleza femenina es inestable, se podría suponer que ellos siempre tienen el ánimo bien templado, o al menos que son más constantes que las mujeres. Pero resulta que exigen mucho más de las mujeres de lo que ellos demuestran. Los hombres, que siempre proclaman su fuerza y coraje, caen en tamaños fallos y criminales errores no por ignorancia sino a sabiendas de que se equivocan, eso sí, siempre se buscan disculpas, diciendo que el error es humano. Ahora bien, que una mujer tenga el menor fallo –provocado, en general, por un abuso de poder por parte del hombre- ¡y ya están listos para acusarlas de inconstancia y ligereza! (…) No existe ley ni tratado que les otorgue el derecho de pecar más que las mujeres ni que estipule que los defectos masculinos son más disculpables. En realidad, ellos se van cargando de tanta autoridad moral que se atribuyen el derecho de acusar a las mujeres de los peores defectos y crímenes, sin saber nunca comprender o disculparlas. (…) Así, el hombre siempre tiene el derecho a su favor porque pleitea representando a ambas partes (…)’.

Sí, en estos razonamientos está la semilla de muchos de los temas que más tarde retomarán otras mujeres, pero Christine tiene el mérito y privilegio de haberlos esbozado ¡¡¡hace siete siglos!!! Con ella, otras mujeres también empezaron a hacerse planteamientos similares. Por ejemplo, la española Leonor López de Córdoba, que no nació en Córdoba, sino en Calatayud.

Lo dejamos para otro día…

Por Itsaso Álvarez

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