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El Paiju Peak muestra los dientes al Basque Team

Lo expresó Juan Vallejo antes de salir hacia el Karakorum, “La parte más bonita de una escalada es no tener nada de información de la ruta por la que vas”. Emulando al Duque de Abruzzos  cuando en los albores del siglo XX llegó hasta el Karakorum para explorar ese ingente territorio de montañas como jamás se había visto, Alberto Iñurrategi, Juan Vallejo y Mikel Zabalza llevan casi una semana buscando el camino por el que alcanzar la base del pilar por el que quieren escalar el Paiju Peak (6.610 m). Porque la primera bienvenida de la montaña no ha sido desde luego  muy hospitalaria: amenazantes seracs colgantes, lluvia de piedras y hielo en cuanto asoma el sol…

Salieron el sábado por la tarde desde el Campo Base (3.300) para tratar de llegar el domingo de madrugada a la base de la pared, a unos 4.800 metros. Hoy, de vuelta a sus tiendas Mikel Zabalza relataba la pequeña odisea vivida en busca del acceso a la vía que pretender abrir en la cara sur. Y aún ni siqueira se ham netido en ella…

“Ir por terreno desconocido es lo que tiene. Asumes riesgos innecesarios y das más vueltas que un tiovivo. Esto en resumidas cuentas es lo que nos ha pasado en los últimos 3 días.

El sábado día 22 subimos con una buena carga, unos 16 o 17 kilos cada uno, hasta nuestro depósito, unos 1000 metros por encima del campo base y habilitamos una pequeña repisa para nuestra tienda. Estamos ansiosos por ver los que nos queda de trayecto hasta el pie de nuestro ansiado pilar. La caída constante de piedras nos preocupa mucho pero pensamos que madrugando mucho…

Nos despertamos a las 4.30 y rápidamente nos ponemos en marcha, superamos un primer resalte en hielo durísimo y llegamos a un descanso. Lo que tenemos por delante no se ve muy atractivo, el pasillo es demasiado estrecho y hay demasiados seracs colgantes amenazando. Mientras valoramos la situación uno de ellos rompe y aunque no llega hasta nosotros, cae por donde teníamos previsto pasar. Si nos levantamos 20 minutos antes nos pilla. Dudamos y decidimos bajar: vamos a estar demasiado tiempo expuestos por un lugar por el que debemos pasar muchas veces. Ya sabemos que si apuestas mucho al final te toca…Juan sube un corredor para ver qué se ve al otro lado, mientras Alberto y yo esperamos a que Juan regrese con el temor de que el sol empieza a levantarse y pronto empezarán a caer piedras. Juan regresa con malas noticias: “Por ahí no hay paso”. Salimos disparados para abajo temerosos. Empezamos a destrepar el resalte mas pronunciado y ya empiezan a silbarnos algunas piedras por los costados. Alberto se dispone a preparar un Avalakof, (puente de hielo que se usa como anclaje para rapelar), cuando un bloque tipo microondas vuela por encima de nuestras cabezas. La situación se pone muy tensa y decidimos destrepar lo más rá ;pido posible. Juan llega el primero a terreno seguro y nos avisa de una nueva embestida. Agachamos la cabeza y nos aferramos al piolet con la esperanza de que no nos den los proyectiles. Seguimos destrepando con el corazón desbocado y llegamos los tres a terreno seguro. Lo tenemos claro, este acceso es demasiado peligroso, debemos buscar alguna alternativa. “Ufff, otra buena escapada”, comenta Juan.

Intentamos relajarnos, descansamos un rato y salimos a explorar alguna otra posibilidad para llegar hasta el pie del pilar sin jugarnos el bigote. Vamos por terreno siempre de mucha pendiente, caótico pero sin otro peligro que tropezarte y aparecer 1500 metros mas abajo; así, poco a poco, vamos dibujando una posibilidad. Adivinamos que tenemos que llegar a un collado que nos daría acceso al glaciar a la altura del Pilar pero necesitamos piolet y crampones que no hemos cogido.

Al día siguiente, 24, (esta mañana ) Alberto y yo regresamos de madrugada para despejar la incógnita. Juan regresa al base aquejado de una indigestión después de pasar una mala noche. El trayecto ahora se nos representa algo más amable y vamos dando con los pasos adecuados. En tres horas llegamos al colladito justo en frente de la base del pilar. Para bajar al glaciar se ve complicado y necesitaremos unos 60 o 70 metros de cuerda. El collado está a unos 5000 metros, 1600 por encima nuestro campo base, ¡menudo cuestón!. Alberto y yo llegamos a la conclusión de que éste quizás sea un proyecto demasiado ambicioso para un planteamiento ligero y un equipo de tres pero lo tenemos claro: vamos a intentarlo.”

 

Por Fernando J. Pérez e Iñigo Muñoyerro

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