Apenas hace un mes que llegó del Laila Peak y ya está de nuevo camino del Himalaya. Alex Txikon cambia la soledad del Laila Peak y el inhóspito invierno del Karakorum por el multitudinario campo base del Everest/Lhotse y dos montañas próximas pero de características bien diferenciadas, el Nuptse (7.861 m.), un ‘casi ochomil’ sin apenas ascensiones pero considerada una de las montañas más bellas del planeta en la que intentarán abrir una nueva ruta; y el Lhotse (8.516 m.), un ochomil a la sombra del Everest que en los últimos años ha comenzado a absorber el exceso de alpinistas en el Techo del Mundo con una creciente masificación. Dos expediciones radicalmente distintas, casi contrapuestas, que afronta con la misma ilusión que hace diez años, cuando era un inexperto e impetuoso veinteañero, le llevó hasta el Broad Peak, su primer ochomil.
-Cual es el verdadero objetivo de esta expedición, el Lhotse o el Nuptse?
-Para mí el Nuptse. A mí es que me hace la hostia de ilusión escalar el Nuptse, una de las montañas más estéticas y bonitas del Himalaya. ¡Es preciosa! Aunque también es verdad que llevo ya tres años sin escalar un ochomil y me apetece sentir las sensaciones de la altura extrema en una montaña como el Lhotse, que no hay que olvidar que es la cuarta más alta. Tengo ganas de probarme otra vez en altura. La última vez que estuve a ochomil metros fue en el último intento al K2, que pasé dos noche en el campo 4 a 7.900 ¡y han pasado ya dos años!
-No es habitual que una expedición que incluya un ochomil no sea el objetivo principal.
-En 2010 estuve con Edurne acabando sus catorce ochomiles y fueron los dos últimos que subí. Al año siguiente pude volver con ella al Everest, pero decidí seguir mi camino. Entonces decidí que los ochomiles, el mero hecho de ascenderlos, no iba a ser una prioridad para mí. Que prefería buscar otra forma de hacer montaña. y mi idea sigue siendo esa. Y como en esta expedición se da la circunstancia de que las dos montañas están una al lado de la otra, pues vamos a intentar las dos. Se que puede parecer pretencioso decir que en una expedición donde vas a subir un ochomil y otra montaña el objetivo es la otra montaña. ¡Es difícil de explicar hasta a los patrocinadores! Pero es que en este caso es así. La que más me apetece escalar y mi objetivo principal es el Nuptse y además en alpino e intentado una nueva ruta. ¿Se puede pedir más?
-Repite equipo con José Carlos Tamayo y Juan Ramón Madariaga.
-Sí. Creo que formamos un buen grupo. Somos tres tíos de casa. Juanra todavía es un alpinista de la vieja guardia, metódico, serio, de los que piensa las cosas dos veces. De José Carlos qué voy a decir. Es un histórico, un perro viejo, con un currículum de nivel mundial y da equilibrio y madurez al grupo. Y luego yo… bueno… dejémoslo en que soy el contrapunto a ellos dos… En definitiva, nos complementamos y compenetramos muy bien. Es un equipo bonito. Y si algo aprendí los años que estuve en el proyecto de los Catorce de Edurne Pasaban es lo importante que es tener unos buenos compañeros, un buen equipo. En 2011 formé equipo con Louis Rousseau y Gerfried Göschl y éramos un grupo fuerte, como demostramos, pero no homogéneo. En la segunda invernal al G1, Louis ya no vino, repetimos Gerfried y yo, pero la verdad es que ya éramos dos equipos dentro de una expedición, que encima acabó como acabó [con la desaparición de Gerfried Göschl, Cédric Hählen y Nisar Hussein en el ataque a cumbre]. Y ahora en el Laila, con Ramón Portilla y Juanjo San Sebastián, he vuelto a comprobar la importante que es estar a gusto con la gente con la que vas. Que al final es gente en cuyas manos pones tu vida y viceversa.
-Y estando tan cerca, ¿el Everest no le tienta?
-No creas que no lo he pensado. Pero como no sé lo que nos vamos a encontrar allí… Con todo lo que te cuentan del CB del Everest. Y después de diez años haciendo ochomiles sí que tengo un poco de curiosidad de conocerlo por fin. Pero con el Nuptse y el Lhotse ya estoy suficientemente motivado.
-Desde luego lo que seguro van a encontrar allí es gente. ¿Teme a la masificación? ¿Puede ser un problema?
-Salvo en la Cascada de Hielo, que es un paso común para todos, en el Nuptse desde luego no porque allí vamos a estar solos. El Lhotse será otra cosa. Aunque nosotros iremos lo más autónomos posible respecto a las comerciales, iremos por la normal y por lo tanto compartiremos ruta con ellos. Es inevitable. Con todo lo que ello conlleva. Pero bueno… Asumimos que mientras en otras montaña los condicionantes son el tiempo, el estado de la ruta o las dificultades técnicas, en estas masificadas lo que te condiciona son las expediciones comerciales, sus reglas y sus clientes.
-Es curioso que después de diez años en el Himalaya esta sea la primera vez que va al CB del Everest. ¿Es una casualidad o lo ha preferido así.
-Pues es verdad. Pero no sabría darte una razón. No se si es por mi carácter, por mi forma de ser, pero es que no soy ambicioso. Yo estoy feliz cuando estoy allí, en el Himalaya o el Karakorum, me da igual que sea el Everest o el Laila y estoy a gusto. Tuve la oportunidad en 2011 y no quise. Preferí otras cosas. No es una montaña que la tenga como una referencia. Me atrae no tanto por el hecho de ser la montaña más alta sino por saber las sensaciones que se experimenta allí arriba. Por esos 250 metros de diferencia que hay con la siguiente más alta. Eso sí me atrae. Pero lo que tengo claro es que si no he ido hasta ahora es porque he encontrado otros montes y otros proyectos más interesantes.
-Si holla el Lhotse solo le quedarán cuatro ochomiles para acabar los Catorce. ¿Se convertirá en un objetivo acabarlos?
-No. En estos momentos, no. Pero lo que tengo claro es que si al final sale el proyecto de terminarlos, los cuatro que me quedan los tengo que hacer bien. Por rutas que no son normales o incluso abriendo alguna nueva. Si no, no los completo, no tiene sentido hacerlo. Porque si no, es simplemente una vez más. Sería uno más en la lista. Y aquí, en Euskadi, ya hay tres personas que lo han hecho, Juanito, Alberto y Edurne, que cada uno ha aportado lo suyo en el momento en el que los ha hecho. Y otros dos, Felix e Iñaki, que por desgracia se quedaron a las puertas. Así que acabarlos sin más, que ahora llegue yo y repita lo que ya está hecho, y peor, sin aportar nada, es algo que no me motiva en absoluto.
– ¿Y el hecho de que, salvo el Nanga Parbat (8.125), le queden los tres más altos -Everest, K2 y Kangchenjunga- es casualidad o no?
– Es una casualidad. En el caso del Everest nunca he tenido la obsesión de ir al más alto así que no me ha llamado especialmente la atención. El K2 sin embargo, sí que lo he intentado dos veces [2004 y 2011] pero sin éxito. Y el Kangchen… lo subí con Edurne pero como en ese momento mi objetivo era más ayudarle a ella que hacer cima, por circunstancias de la ascensión me quede a cincuenta metros de la cima y aunque pude haber subido en ese momento no me lo planteé.
– Hace apenas un mes que has vuelto del Laila Peak, donde habéis conseguido la primera invernal en una expedición de la que hablas con un cariño especial. ¿Eso demuestra que en el Himalaya ochomil es solo un número, que es hora de dejar de valorar las montañas solo por su altitud?
-Desde luego. Pero yo creo que los alpinistas ya lo hacemos, aunque de cara al público en general lo que más atrae son los ochomiles. Y el caso del Laila es el mejor ejemplo, por si quedaba alguna duda. La montaña, estéticamente, la ruta… las vistas desde el collado… miras el horizonte, ves lo ochomiles del Karakorum y dices “pero por qué siempre vamos allí como borricos”. Es uno de los sitios más acojonantes en los que he estado. Y allí hemos estado solos, currándonos la montaña desde el primer metro, mientras que si fuese un ochomil tendría cuerdas fijas desde el campo base. Eso es impagable.
-Has vivido de cerca la invernal al Broad Peak y la tragedia posterior, en la que dos de los cuatro alpinistas que hicieron cumbre desaparecieron tras tener que vivaquear una noche a 7.900 metros.
-Es una nueva demostración de que el invierno del Karakorum no deja margen para el error. La primera invernal a un ochomil del Karakorun fue hace dos años. En este tiempo, nueve personas han hecho cima a ochomiles en invierno, pero han muerto otras siete intentándolo. Es una estadística brutal. Pero es que las reglas del invierno son esas. Cuando yo hice el Broad Peak en verano de 2003 con Iñaki Ochoa de Olza, tuvimos que vivaquear una noche, que la pasamos sentados sobre una mochila en el avance de una tienda de campaña que estaba llena de coreanos. Eso en invierno es impensable. De una de esas no sales.
-Que reflexión te merece…
-Pues que el invierno de atrapa. Mira, cuando bajábamos del Laila después de hacer cumbre a las cuatro y media de la tarde, en el séptimo u octavo largo de destrepe se nos hizo de noche. Habíamos bajado ya la parte más difícil, pero aún nos quedaban otros siete para llegar al collado donde teníamos la tienda. En un descanso miré al horizonte y vi el Masherbrum rojo como el fuego, iluminado por las últimas luces del día y con la luna ya en el cielo, mientras la noche venía por el Karakorum hacia nosotros, a atraparnos… Lo cuento y aún se me ponen los pelos de punta… la temperatura se desploma de repente… es un momento duro, cabrón, cuando te atrapa la noche. El vacío que sientes… La dureza. Qué cruel es la noche. Y vuelvo a mirar al poco y es desolador lo que ves. Es tan desolador, pero a la vez tan precioso… Y ya todo oscuro. Qué desolador y que cruel. Esa oscuridad… Tan acojonante y tan duro… El Karakorum en invierno tiene la belleza de la muerte.