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Annapurna, Primer 8.000 de Maurice Herzog

Desnivel ha reeditado ‘Annapurna, Primer 8.000’, un clásico de la literatura de montaña y una obra que rememora la histórica ascensión a esta montaña,el primer 8000 conquistado, y que dio lugar a uno de los descensos más terribles y trágicos de la historia del alpinismo, aunque sin víctimas mortales. Lo leí en la edición española que publicó Editorial Juventud en 1953, de tan grato recuerdo, en excelente traducción de María de Quadras, y que aún conservo. Recuerdo que me lo terminé de una tirada. Me puso los pelos de punta y contribuyó a que me aficionara a los deportes de la montaña y la nieve. Lo recomiendo encarecidamente.


Muy resumida la historia de la conquista del Annapurna es la siguiente. En la mañana del 3 de junio de 1950 Maurice Herzog (Lyon, Francia, 15 de enero de 1919), alpinista y político francés, y Louis Lachenal lanzaron el ataque final a la cima del Annapurna. Estaban a punto de escribir una página brillante en la historia del alpinismo. A primera hora de la tarde, como cuenta Herzog en su libro, “un viento brutal nos azota. Estamos … sobre el Annapurna. Ocho mil setenta y cinco metros.” (La altura aceptada hoy día es de 8.190 m). Era el primer ochomil conquistado y culminación de una expedición que salió de París el 30 de marzo de 1950 en avión. Llevaba tres toneladas y media del más moderno material de escalada de la época, entre el que destacaba el nylón, material con el que estaban confeccionados los chaquetas, las tiendas y las cuerdas. El equipo lo formaban Jean Couzy, Louis Lachenal, Gastón Rébuffat, Marcel Schatz y Lionel Terray. Jacques Oudot era el médico de la expedición, Marcel Ichac el fotógrafo y Francis de Noyelle, el oficial de enlace. El grupo estaba liderado por Maurice Herzog, Secretario General del Grupo de Alta Montaña, y estaba apoyado por ocho sherpas a las órdenes del sirdar Angtharkey.

Tras hacer cumbre toman unas fotos y emprenden un descenso que resultó épico. Herzog pierde los guantes y Lachenal resbala y se da un gran un golpe. Llegan al campo V donde son auxiliados por Gaston Rébuffat y Lyonel Terray, que habían subido para hacer un intento a la cumbre. El estado de Lachenal y Herzog es preocupante. Ambos sufren severas congelaciones en sus pies y Herzog, que bajó con los dedos envueltos en un pañuelo, también en sus manos.

Continúan el descenso y deben pasar la noche en una grieta, con un solo saco de dormir para cuatro. Un alud cubre la grieta donde se refugian, y a duras penas pueden salir con vida. Son demasiadas horas en altura, con el equipo que se utilizaba en la época, y todos presentan los primeros síntomas de oftalmia de las nieves. Están parcialmente ciegos y deben caminar a trompicones, guiados por las sombras y los reflejos.

Finalmente, les llega el auxilio del grueso del grupo con Marcel Schatz y los sherpas. El médico de la expedición, Jacques Oudot, atiende los congelamientos de Lachenal y Herzog con inyecciones de novocaína.

El equipo de cima tuvo que ser ayudado para desplazarse, fueron arrastrados en camillas sobre esquíes por la nieve y a lomo de los porteadores en la jungla. En las paradas, el médico los examinaba y amputaba sin anestesia las partes necrosadas de sus dedos. Contó después que cortaba por donde asomaban los gusanos.

Por fin aterrizan en París. Su llegada a Orly es un recibimiento sólo reservado a los héroes. Allí está reunida toda la prensa gala de la época, que ya tiene una noticia positiva con la que animar a una Francia deprimida y arruinada, que lucha por salir de las secuelas de la Guerra Mundial. A continuación les recibe el presidente Charles de Gaulle en el palacio el Elíseo. Es la apoteosis.

Lo más duro viene a continuación. Van al hospital y Herzog pierde todos los dedos de las manos y los pies y Lachenal, los dedos de los pies.

Pero valió la pena. La respuesta está en el libro de Maurice Herzog: “El Annapurna, hacia el que hubiéramos ido todos con las manos vacías, es un tesoro sobre el cual viviremos…Con esta realización, una página se dobla… Una nueva vida empieza. Hay otros Annapurna en la vida de los hombres…”.

Retirado forzosamente del alpinismo, Herzog, que durante la guerra obtuvo el grado de capitán en la Resistencia, ocupó los cargos de Alto comisario y Secretario de Estado de Juventud y Deportes de 1958 a 1965. El general De Gaulle confiaba en él para proyectar la imagen de una Francia pujante a través de sus deportistas. Se convierte, desde su cargo, en personaje clave del desarrollo de la red de “Maison des Jeunes et de la culture” una red de centros culturales y de esparcimiento.[6]
Fue también diputado por el Departamento del Ródano (1962) y después por el Departamento de la Alta Saboya (1967-1978), alcalde de Chamonix (1968-77) y vicepresidente del partido Union des démocrates pour la République (UDR, el partido gaullista).

Por Fernando J. Pérez e Iñigo Muñoyerro

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