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La antorcha olímpica llega a la cima del Everest

Bueno, pues ya está. Los chinos lo han conseguido. La antorcha olímpica ha llegado esta madrugada (horas española) a los 8.850 metros de la cima del Everest. El despliegue de medios y mediático ha sido sencillamente abrumador. 31 alpinistas de las etnias tibetana, Han y Tujia han integrado el equipo encargado abrir la ruta de la vertiente tibetana y de llevar al Techo del Mundo la llama, instalada en un pebetero especial que impedía que se apagara pese a la falta de oxígeno, según informa la agencia oficial china de noticias.
La montañera de origen tibetano Ci Ren Wang Mu, de 19 años, fue la quinta y última relevista en la última etapa del ascenso y la encargada de recibir la llama olímpica en la cumbre. Eran las 9.18 de la mañana (3.18 en España). Mucho antes, a las tres de la madrugada, había salido junto con 18 montañeros del último campo, a 8.300 metros, para completar los últimos metros de ascensión. “Gracias por haberme dado esta oportunidad”, dijo Ci Ren, tras guardar silencio por unos minutos al recibir la Antorcha. El tercer relevista, Ni Ma Ci Ren, también tibetano, gritó el lema olímpico, “un mundo, un sueño”, al recibir la llama y recorrer los pocos metros que lo separaban del cuarto portador. El resto de escaladores se unieron a la tibetana en la cima.
El momento fue retransmitido en directo por la televisión china y la CNN y las decenas de periodistas, la mayoría chinos, que cubrían la noticia desde el campo base informaron puntualmente de la noticia. Los pocos extranjeros que había quedaron aún más reducidos cuando varios de ellos fueron expulsados nada más enviar su primera crónica y las autoridades chinas comprobaran que no cumplían con los cánones establecidos de asepsia informativa.
Y es que las autoridades chinas no han escatimado medios -humanos, políticos y militares- para lograr uno de los grandes objetivos mediaticos que se habían marcado en el recorrido de la llama camino de Pekín, el más largo y ambicioso de la historia del olimpismo, con 137.000 kilómetros a lo largo de 5 continentes con una duración de 130 días.
Nada ni nadie podía empañar el objetivo de subir la antorcha al Everest. Y efectivamente lo han conseguido. Lo de menos, para ellos, es que hayan tenido que aplacar a sangre y fuego una revuelta en el Tibet -país ocupado por China que comparte con Nepal la territorialidad del Everest- se hayan visto obligados a cerrar la montaña por su vertiente y haya tomado militarmente, con la complicidad y ayuda del Ejército nepalí, la vertiente sur de la montaña. Allí, centenares de alpinistas se han visto sometidos a una especie de ley marcial que ha limitado sus movimientos para evitar la más mínima protesta contra china o muestra de apoyo a Tíbet.
Primero, en el mismo aeropuerto de Katamandú, se les hizo firmar un documento en el que se comprometían a no realizar manifestaciones contra China o a favor de Tíbet. Luego, en cuanto llegaban al campo base, se les requisaban los teléfonos móviles. Podían utilizarlos, pero sólo si previamente daban el número a los militares para que estos lo comprobasen y llamaban en presencia de ellos.
Las restricciones de movimientos también han sido numerosas.Primero se les prohibió subir más arriba del campo 2 y ya en los últimos días han sido directamente recluidos en el campo base con prohibición expresa de salir de él. Para ello, militares chinos con permiso nepalí para disparar instalaron varios puestos de control en la ruta de ascensión.
A la vista de estas medidas, los alpinistas ha vivido durante las últimas semanas en la cárcel más alta del planeta y las incidentes han sido mínimos, aunque los ha habido. El más ‘grave’ de ellos lo protagonizo un montañero estadounidense que cometió el delito de llevar una pequeña pegatina con el lema ‘Free Tibet (libertad para Tíbet) en su mochila (en el interior de la misma, ni siquiera pegada y visible en su exterior). Fue inmediatamente expulsado del campo base.
Los escaladores esperan ahora el levantamiento inmediato de las restricciones de movimientos para iniciar la ascensión cuanto antes. Pero no va a ser tan fácil para ellos. Los problemas que se les plantean son variados. En primer lugar, está la premura de tiempo: el plazo que marca el premonzón para hacer cumbre ha quedado reducido a apenas dos semanas. Otros años, a estas alturas de la temporada la ruta lleva equipada varias semanas y ya se han producido las primera cumbres. Este año, sin embargo, a estas alturas de la temporada nadie ha pasado del campo 2. El segundo hándicap es la falta de aclimatación de los alpinistas, que aún no han completado a no haber podido pasar del campo 2. Si a todo ellos le añadimos la masificación que se ha producido (aún mayor de lo habitual ya que muchas expediciones que iban por el norte han cambiado a la vertiente nepalí ante la prohibición chinas), tenemos un cóctel explosivo de consecuencias imprevisibles a nada que las condiciones meteorológicas se compliquen o alguien viva el más mínimo imprevisto camino de la cumbre.

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everest, tibet

Por Fernando J. Pérez e Iñigo Muñoyerro

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