La actividad de los alpinistas vascos en los ochomiles del planeta se aprieta en las últimas horas. Por empezar por lo más reciente, Juanito Oiarzabal y Roberto Rojo ‘Gorri’ han salido hoy hacia la cumbre en el Makalu (8.463 m.). Con ellos sube también el sherpa Pasan Nuru.
Los tres montañeros han partido hoy desde el campo base, a 5.700 metros, y han llegado al campo 2, situado a 6.600 metros. Mañana jueves esperan subir a dormir a Makalu-La, a 7.450 metros, y el viernes continuarán la ascensión al último campo situado a 7.850 metros, aproximadamente. Si todo sigue sin novedad y se cumplen los partes meteorológicos, el sábado es el día elegido para el ataque a cumbre. Carlos Martínez, el tercer miembro de la expedición, se ha quedado en el campo base recuperándose de una gripe.
Los alpinistas alaveses tienen abierta la ruta hasta la cima, ya que estos días coreanos y británicos han hecho cumbre con oxígeno artificial. Juanito y Roberto lo van a intentar sin oxigeno suplementario. Si logra hollar el Makalu, el quinto ochomil más alto del planeta, Juanito sumará ya 22 ascensiones a los 14 ochomiles y sería el primero que consigue desde 2004, cuando subió el K2 y sufrió graves congelaciones que obligaron a amputarle los diez dedos de los pies. (En la foto Juanito, Roberto y Carlos en el aeropuerto de Lukhla)
En el campo base se encuentran también, los integrantes de la también expedición vasca Decoexsa Makalu-2008, que por fin ha llegado al pie de la montaña, aunque con nueve días de retraso sobre los planes previstos, tras padecer todo tipo de vicisitudes. La más desgraciada de ellas fue la muerte de un porteador en la marcha de aproximación al despeñarse en un tramo empinado y complicado del recorrido después de que un grupo de sherpas no quisieran esperar a que la expedición asegurase ocn cuerdas fijas el tramo. Por si fuera poco la desgracia, uno de los porteadores denunció a la policía nepali que el fallecido no se había caído, sino que había sido empujado por otros porteadores, por lo que cinco de ellos fueron detenidos. Al final todo se aclaró la pequeña odisea del grupo concluyó el lunes con su llegada al CB. Eso sí, con un último incidente, ya que el helicóptero que les trasladaba les dejó a dos días del campo base, por lo que han llegado agotados. Esta expedición está integrada por el vizcaíno Roberto Rodrigo, la burgalesa Isabel García, el alavés Josu Ortubay y el también vizcaíno Xabi Zaita.
Annapurna
Mientras tanto, en el Annapurna, Iñaki Ochoa de Olza templa armas para su intento final a cumbre. El navarro ha elegido la exigente cara sur para intentar su decimotercer ochomil y la primera parte, casi lo más dificil, ya está conseguido: la ascensión de la pared. Han equipado la ruta hasta la arista cimera y han vuelto al campo base a reponer fuerzas para intentar ya llegar hastal a cumbre. Lo que les queda tampoco es nada fácil,ya que han elegido una ruta, nueva parcialmente (la línea azul en la fotografía), que discurre entre la de los polacos de los años ochenta (línea roja) y la que abrió Tomaz Humar el año pasado (verde). Esta bastante a la derecha de la vertical de la cumbre principal, así que cuando alcancen la arista tendrán todavía casi un día entero de travesía hasta la cima principal (8.091 m.) Independientemente de que la consigan o no, estamos ante una de las mejores actividades de la temporada ochomilista, tanto por la ruta elegida como por la filosofía de ascensión: una expedición muy ligera (su compañero de cordada es el rumano Horia), sin ayuda de porteadores de altura y por supuesto sin oxígeno suplementario.
Iñaki y Horia intentan aprovechar la misma ventana de buen tiempo que los del Makalu y han salido hoy hacia la cumbre. Si el tiempo se mantiene estable hasta el día 10, sus planes son subir hoy hasta el campo 2 (6.200 m.), mañana llegar al campo 3 (6.900) y el viernes llegar lo más alto posible en la arista cimera para intentar cumbre el sábado.
A continuación, reproduzco la última crónica enviada por Iñaki desde el Annapurna, previa al ataque a cumbre. Recomiendo vivamente su lectura ya que como apreciaréis, se trata de mucho más que un simple relato de sus andanzas por la cara sur del Annapurna:
“Esperamos y miramos al cielo. En cuanto el pronóstico del tiempo sea favorable, saldremos en busca de la cima del Annapurna, lugar mágico donde de nuevo nuestros sueños serán destruidos sin compasión. Nuestros cuerpos, por su parte, se han declarado preparados para lo que se les viene encima sin remedio, aclimatados a la altura inhumana de este gigante de nuestros deseos más… públicos El proceso de aclimatación a la altitud, que acabamos ahora de finalizar, es siempre una fase ingrata, dura e inevitablemente más larga de lo deseado. Pero me imagino que una vez más nos lo hemos ganado a pulso, tras un mes de estancia en el campo base e innumerables viajes arriba y abajo, cargados como mulos. Les recuerdo, no usamos porteadores de altura, nadie ha de jugarse el bigote por nuestra gloria o a cambio de nuestro vil metal. Sin duda esta es una de las expediciones en las que más he trabajado desde un punto de vista físico, pero ésta es la forja donde se templa el acero que luego nos ha de permitir cabalgar esas aristas colgadas del cielo. El hierro gime y se queja, dice el poeta, pero después se convierte en martillo y en espada. Nos encontramos con buena salud, contentos y motivados, y con el mismo equilibrio espiritual de un gurú, si es que ello es posible, rodeados de uno de los escenarios más hermosos que sea posible encontrar en este planeta.
El pasado día 21 de abril Horia y yo escalamos hasta los 6.500 metros por la ruta polaca de la cara sur (Kukuczcka-Hajzer, 1988). Subimos sin aparente esfuerzo, la pared se halla en condiciones aceptables. Al día siguiente, las piernas cansadas, nos dirigimos a la vía que se encuentra justo a la derecha de la anterior, abierta en solitario el año pasado por nuestro amigo el enérgico esloveno Tomaz Humar. Su ruta es fantástica, lógica y más segura de lo que parece. Entramos por una variante que puede ser nueva (800m.) y, sin llegar a sacar la cuerda de la mochila, ascendemos dos terceras partes de la
pared, y nos dimos la vuelta casi a 7.000 Horia, en la cara sur, fotografiado por Iñaki
metros porque tenemos el trabajo hecho.
Destrepamos cada paso con cuidado hasta alcanzar de nuevo el glaciar. Hemos encontrado el cómo y el por donde, así que parte de los misterios del Annapurna han sido ya resueltos. Sólo falta lo mejor, la nata del pastel.
Creo que una de las numerosas razones por las que practicamos la escalada en el Himalaya es simplemente para purgar de nuestros cuerpos los demonios de la civilización occidental. Me refiero, como algunos de ustedes intuyen, a la soledad no elegida, el hastío, la depresión, el consumismo, el clima político que nos rodea, la violencia, las diversas adicciones posibles y probables, además de los malignos centros comerciales. Todos estos demonios se han quedado directamente en casa, incapaces como son de desplazarse en el espacio hasta aquí. Mientras tanto, sus compañeros el colesterol, el sedentarismo, el aburrimiento y el sobrepeso, que quizás han viajado hasta aquí, están a punto de perecer con saña, sumidos los pobres en los inevitables encantos de la cara sur de esta montaña sin par. Pronto va a empezar un baile salvaje, que dejará nuestros cuerpos limpios y desnudos, privados de todo resto de fuerza, pero cargados hasta los topes de esa energía espiritual rica como pocas, que da cuerda a nuestras vidas sin cicatería alguna. Lo que ustedes pueden hacer por nosotros es enviar fuerza y buenos deseos, rezar si saben o quieren, y quizás dejar de lado por un rato el periódico o el ordenador y salir a dar una vuelta, correr o andar en bicicleta… más que nada, por sacudirse de encima por un rato a esos demonios de los que hablaba, tan poco amigables pero también tan débiles de carácter, los muy cobardes”.