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El Dhaulagiri se cobra su tributo

Hay ochomiles que, cuentan quienes los han subido, no son técnicamente difíciles muy difíciles de ascender, pero arrastran un halo de tragedia que les convierten en montañas malditas, desagradables para los alpinistas. El Dhaulagiri es una de ellas. La ‘montaña blanca’ atesora varias leyendas negras de accidentes y desapariciones, incluido el cádaver que marca la ruta en el tramo final, justo antes de la arista cimera. Allí murió, en el fatídico Campo 2, Chantal Maduit, Pepé Garcés o, el año pasado, Santiago Sagaste y el navarro Ricardo Valencia. Edurne Pasaban y el mismo Iván Vallejo han necesitado tres intentos para hollarla, por fin, este año. Los hicieron el pasado primero de mayo.
Casi 20 alpinistas hicieron cumbre. Sin mayores problemas que los lógicos del cansancio y el frío. Este año por fin parecía que todo iba a salir bien en el Dhaula. Pero la montaña aguardaba al descenso para cobrarse su tributo. El tarraconense Rafael Guillén, miembro de la expedición Himalaia-Maestrat, de Castellón, falleció despeñado cuando auxiliaba a su compañero de expedición Jesús Morales, que bajaba con problemas de congelaciones y agotamiento de la cima.
Por circunstancias que todavía no están claras, el alpinista catalán, perdió pie y se precipitó ladera abajo, donde un tercer miembro de la expedición que también subía a auxiliar a su compañero, David Ferrer, lo encontró ya cadáver. Finalmente, fue el propio Ferrer quien auxilió a Jesús Morales y le ayudó a bajar hasta el campo base. La tragedia puede ser aún mayor, ya que con Morales hizo cumbre un escalador argentino, Christian Vitry, de quien se separó durante el descenso y del que no se han vuelto a tener noticias. Además, del compañero de Vitry, que no llegó a la cumbre, Dario Bracali, tampoco existen noticias por el momento.

Por Fernando J. Pérez e Iñigo Muñoyerro

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