La muerte de cuatro montañeros franceses el pasado 22 de marzo, víctimas de alud cuando escalaban un couloir en el Midi de Bigorre (Pirineos) apenas ha tenido eco fuera de las fronteras de su país. Según informó el diario Sud-Ouest, los cuatro alpinistas, expertos y bien equipados, ascendían por un corredor helado en la vertiente NO de esta cima bearnesa cuando, no se sabe si provocada o accidental, se produjo una pequeña avalancha que arrastró a ambas cordadas.
Los equipos de rescate de Gavarnie se movilizaron casi de inmediato alertados por unos montañeros que presenciaron el alud, peor todo fue inútil. Los cuerpos sin vida de los cuatro desafortunados deportistas, los Taupin, padre e hijo, Gérard Davon-Bournier y Bruno Châpeau yacían al pie del corredor cubiertos por los bloques de hielo.
Los partes decían que el riesgo de caída de avalanchas fuera de pista era de 2 sobre 5. Quizá lo minimizaron y la montaña nos vino a recordar de una manera cruel que incluso con riesgo 1, siempre que haya nieve, habrá peligro.
Quizá no tanto como el que desafiaron Daniel Osambela, Iñigo Zurita y Miguel Ángel Rodríguez cuando el pasado 4 de enero salieron a esquiar fuera de pista con un riesgo 4/5. La nieve los engulló en la zona llamada Garmo La Mina de Formigal.
Las avalanchas acechan a los imprudentes, a los confiados, a los previsores y a los muy expertos, a todos por igual. Nunca está de más extremar las precauciones y si hay alguna duda, lo más prudente es no salir a la montaña.