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Vuelve el rebeco a los montes de Asón y Lunada

La reintroducción del rebeco cantábrico en la Montaña Oriental de Cantabria, en concreto en la zona de Alto Asón y Lunada, ha sido un éxito. La guardería de la Fundación Naturaleza y Hombre (FNYH) ha confirmado la presencia de 17 nuevas crías nacidas en libertad la pasada primavera, supervivientes de la criba que se produce con la llegada del invierno.
Con estos nuevos yacimientos, el número de rebecos en libertad es de 55. Todos proceden de los seis ejemplares, cuatro hembras y dos machos, que fueron soltados en enero de 2002. Procedían de la zona cántabra del Macizo Central, en los puertos de Salvorón y los puertos de Áliva. Les costó aclimatarse, pero ya han colonizado la zona e incluso dos ejemplares fueron avistados el pasado verano en las garmas del Pico San Vicente, en el valle de Soba.
La Montaña Oriental, limítrofe con Carranza y los Montes de Ordunte, tuvo una gran población de rebecos que comenzó a menguar en los siglos XVII y XVIII con el proceso de deforestación (pastizales para las vacas y cabañas a mayor altura) que acabó con la práctica totalidad de los bosques de la zona. También contribuyó la necesidad de madera para los Reales Astilleros de Guarnizo (Santander) y para la obtención de combustible para las fábricas de Liérganes y La Cavada.
Los últimos rebecos de la Montaña Oriental fueron avistados en 1845. Desde esa fecha su presencia ha sido testimonial. Generalmente ejemplares viejos o despistados que se perdían y llegaban hasta las cabeceras del Miera y el Asón. En Vizcaya, en concreto en la zona del Gorbea, fueron también muy numerosos. Desaparecieron en el siglo XIX, cuando una gran nevada les obligó a descender a los valles, donde fueron cazados sin contemplaciones.
Los rebecos han vuelto. Es posible que se aventuren en Vizcaya y puedan alcanzar el Parque Natural de Armaón y Los Jorrios, pero para llegar más lejos, concretamente a Gorbea, deberían colonizar los valles burgaleses donde el clima y la orografía no les favorecen.
Añadir, que son muy difíciles de ver, a diferencia de lo que ocurre en Picos de Europa y Pirineos, donde en primavera y verano forman grandes rebaños fáciles de observar y fotografiar.

Por Fernando J. Pérez e Iñigo Muñoyerro

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