Estoy convencido de que Joseba Egibar no meditó suficientemente lo que dijo sobre el mercado español y lo que deben hacer las empresas vascas con él –digamos que despreciarlo-; que frivolizó con las cosas de comer y que mezcló actividad empresarial y la política. Incluso la interpretación más benévola, un simple consejo a los empresarios vascos de que busquen su futuro fuera de la península Ibérica, resulta incomprensible como arma arrojadiza. Es lo que sucede cuando uno se pasa de frenada en un mitin, en la convicción de que todo vale desde el púlpito para animar a las masas.
Si el contenido del mensaje es frívolo, el continente no lo es. Ya decía el canadiense Marshall McLuhan que “el medio es el mensaje”. A saber, una solemne tontería, dicha por un alto cargo de una organización, pasa a tener más trascendencia que la misma frase pronunciada por alguien que ocupa un nivel inferior en esa misma institución. Egibar debería, por tanto, medir un poco más sus mensajes. O no, que diría Rajoy.
No estaría de más que el propio Egibar nos defina quién está dentro y quién fuera del “conjunto de empresas vascas”. ¿Son las que tienen el 51% de su capital en manos de vascos? ¿Las que tienen el 51% de su capital en manos de personas que viven en Euskadi? ¿Las que tengan su sede en Euskadi, a pesar de que sus principales accionistas sean ‘españolazos’ de tomo y lomo, incluso presidentes del Real Madrid?¿Son las que están presididas por vascos? ¿Todas las que tengan su domicilio social en Euskadi? La casuística es tan enorme que la fotografía cambiaría de forma radical si tomamos uno u otro criterio. Incluso, en alguno de los supuestos, nos quedamos con muy pocas y no precisamente con las más potentes. ¿Podemos computar como propias las implantaciones de multinacionales francesas, alemanas, norteamericanas o brasileñas?
Hace tan sólo unos años, pongamos que entre 20 y 30, la situación económica era exactamente la contraria a la actual, en términos geográficos. Euskadi se zambullía entonces en una dolorosa crisis industrial, con tasas de paro en el entorno del 25%, mientras que del Ebro hacia abajo, aunque también con crisis, disfrutaban de una posición más holgada gracias a la implantación de multinacionales del automóvil o del tirón de la industria turística. En el próximo ciclo de crisis, quizá se repita esta misma situación. Y, para cuando llegue ese momento no estaría de más seducir a los potenciales clientes, en vez de despacharlos de la tienda.
El problema de echar de la tienda a Julia Roberts con el mensaje de “aquí no tenemos nada para usted”, es que puede llegar minutos después un Richard Gere exigiendo, Visa platino en mano, que le hagan la pelota porque quiere gastarse una “cantidad indecente”. Por muy mala pinta que tenga el-la cliente…..