Y aunque para algunos esta reacción pueda interpretarse como señal de debilidad, que lo es, también tiene su lado bueno. Si el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero se da cuenta de que está para tomar decisiones, gestionar, asumir riesgos y recoger los frutos, bendito susto. Si, por el contrario, cree que el toque de atención es pasajero y que puede volver de nuevo al optimismo estructural y a dejar pasar el tiempo hasta que alguien arregle sus problemas, los sustos del futuro serán de mayor calado.
El ministro de Fomento esbozó ayer la teoría conspirativa, el ataque coordinado al euro de los especuladores internacionales, como justificación a lo que ha sucedido en los últimos días en la Bolsa española y en el mercado de deuda. Hay algo de eso, pero tal y como lo esbozó Blanco sonaba a la conspiración judeo masónica utilizada por Franco para justificar todos los males de la España de la postguerra. A saber. Es cierto que hay especuladores apostando a la debilidad del euro. También que esa apuesta se debe a que algunos países que forman parte de la moneda europea han contribuido a debilitarla. Entre ellos, España, como consecuencia del ascenso meteórico del déficit público; la ausencia de reformas estructurales que coloquen al país en la adecuada senda de despegue y por los problemas de competitividad que plantea una economía que ha vivido ‘drogada’ por el furor del ladrillo.
No hay ataque como dice el ministro de Fomento. Hay apuestas muy fuertes a que ‘lo nuestro’ se hunde. Al Gobierno le toca liderar la contestación, la batalla contra los especuladores, dándole la vuelta a la situación: contener el déficit; abordar las reformas pendientes con valentía y seguir trabajando para mejorar la competitividad del país. El resto, son actividades ‘judeo masónicas’.
El Gobierno ha despertado del sueño de la autocomplacencia. Por fin he encontrado una razón para defender la existencia de los especuladores financieros: asustar a Zapatero y despertarle.