José Ignacio Goirigolzarri reunió al equipo directivo más directo que había dependido de él –directores y subdirectores generales- para despedirse, tras haber dimitido como consejero delegado de la entidad. Era la última gestión al frente del banco, despedirse de sus más estrechos colaboradores, agradecerles los servicios prestados, la fidelidad, el esfuerzo y bla, bla, bla. Ya se sabe, ese conjunto de medias verdades, medias mentiras, frases retóricas y algún que otro sentimiento sincero, que un directivo expresa siempre que abandona un cargo. No lo dijo textualmente, quién sabe si incluso fue malinterpretado, pero lo cierto es que a ese equipo directivo se le quedó grabada una imagen. Una especie de Flash Forward, en el que visualizaron el banco fusionado con una entidad extranjera, en el año 2010 y fruto de la obsesión de su presidente por buscar una alianza de este tipo.
Quienes conocen de cerca a Francisco González aseguran que esa obsesión por buscar un matrimonio fuera de nuestras fronteras es real. Spain se le quedó pequeña hace mucho tiempo y tampoco le consuela comprar cada cierto tiempo un banquito de medio pelo en Estados Unidos, o esperar a que Bancomer genere beneficios recurrentes en México. Quiere más. No sería una compra, apuntan, sino una fusión de mutuo acuerdo; una operación con cambio de papelines y ecuación de canje y con un periodo pactado de copresidencia.
¿Por qué quiere más? Porque FG es un banquero ambicioso y tiene una segunda obsesión, de momento frustrada: superar al exitoso Emilio Botín en eso de ver quién es el ‘chairman’ del banco más grande. El tamaño siempre tiene su importancia y genera obsesiones.
Dejémoslo en pálpito del equipo directivo. El tiempo lo aclara casi todo.
Por cierto yo también tengo el mío. Si esa fusión internacional se consuma, alguien encontrará una buena razón para justificar el traslado de la sede social de Bilbao a Madrid.