Este no es nuestro año. El cese/dimisión de José Ignacio Goirigolzarri como consejero delegado del BBVA y el cese/dimisión anunciado ayer de Guillermo Ulacia al frente de Gamesa –una de las joyas de la corona de la industria en Euskadi- son dos malas noticias para el conjunto de la economía vasca. ¿Estamos ante un ‘Annus Horribilis’? Puede ser.
La polémica en torno a la pensión vitalicia de Goirigolzari ha tapado, al menos parcialmente, un fenómeno que parece inevitable. Si el BBVA se había alejado del País Vasco en los últimos años, ahora ha roto casi todas las amarras. El consejero delegado era uno de los últimos eslabones de unión que le quedaban a la entidad, con el territorio en el que está ubicada su sede social. Y no es una cuestión testimonial. Los cuarteles generales de las empresas generan en su entorno una riqueza nada despreciable. Desde lo menos importante –agencias de viaje, agencias de publicidad, consultoras, auditorías, etc- hasta lo trascendental –capacidad de influencia sobre el desarrollo económico- los denominados “centros de decisión” son claves para su propio entorno. Así que ha pasado la época en la que nada se hacía sin “consultar al banco” –a todas luces excesivo- y llega un momento en que el BBVA, como seña de identidad del “Bilbao plaza financiera”, es ya una triste historia.
Primer mal presagio: En este asunto creo que no lo hemos visto todo. Tengo para mí, que a Francisco González, el presidente del BBVA, hace ya tiempo que le ronda en la cabeza impulsar un cambio de domicilio social de la entidad. ¿Consecuencias? La pérdida de importantes recursos fiscales para la Hacienda de Vizcaya y, en conjunto, para el País Vasco. Las ampliaciones de capital pasan íntegramente por la caja de la Diputación de Vizcaya. Ójala yo esté equivocado.
La marcha de Guillermo Ulacia me preocupa más. No porque sea de Barakaldo, como quien esto suscribe y tampoco porque hayamos estudiado en el mismo colegio, aquellos Padres Paules, tan avanzados ellos para la época. Ulacia es un gestor industrial, de esos a los que les gusta fabricar cosas y venderlas y son precisamente los de su clase quienes garantizan el desarrollo de una empresa allí donde está asentada.
Gamesa ha sido, al menos hasta hoy, un modelo de desarrollo en su entorno: el cuartel general en Vizcaya; la investigación, el desarrollo de nuevos productos y el ensamblaje final de los aerogeneradores en Navarra; la fabricación de componentes diseminada por buena parte del País Vasco; una potente actividad en Madrid para la promoción de parques eólicos y una posición destacada en países como Estados Unidos y China. No tenemos muchas empresas que ocupen el número 3 de su sector en escenario internacional.
No cuestiono la valía del nuevo presidente de la compañía, Jorge Calvet, pero uno, al borde ya de los 50 años, tiene sus prejuicios. Como dice un amigo, soy de ideas fijas. Equivocadas, pero fijas. Cuando veo que en una empresa industrial colocan en la cúpula a un financiero, comienzo a ponerme nervioso. Si a los industriales les gusta fabricar productos y venderlos, a los financieros les gusta especular y también vender. Pero no productos, sino empresas, completas o por trozos, que da lo mismo. No les gusta quedarse a gestionar las crisis y menos aún a convivir con eso que López Arriortua denominaba “los señores trabajadores”.
Segundo mal presagio: ¿Estamos ante la colocación de un cartel en la fachada de Gamesa que diga “Se Vende”? Ójala yo vuelva a estar equivocado.
Pero no le echemos la culpa a otros. Si el capital vasco no es capaz de retener el control de sus ‘joyas’ o no encuentra estímulos en esta sociedad para hacerlo, el problema no está fuera. Está dentro. Qué año Señor, qué año.