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Manu Alvarez

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Zapatero se enfada con los empresarios

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se ha enfadado. En esta ocasión ha sido con los empresarios, después de que la CEOE se negara a aceptar un diálogo social ciertamente descafeinado y una propuesta de acuerdos que, en su opinión, estaba alejada de las necesidades reales de la economía española. Sinceramente, no creo que se haya perdido gran cosa. Siempre es mejor hacer las cosas por consenso, pero también es verdad que el acuerdo unánime es difícil y en tiempos de crisis, cuando todos creemos tener en nuestra mano la mejor receta para superarla, la conjunción de voluntades se convierte en un milagro. Al presidente, por tanto, le toca tomar decisiones. Cuestión, por cierto, para la que fue nombrado.


Lo que no he entendido muy bien ha sido su enfado –llamémosle directamente cabreo-, salvo que en esa misma actitud esté la explicación de casi todo. El presidente, al menos así lo parece, no buscaba un buen acuerdo, ni siquiera un acuerdo, sino simplemente una coartada, una banda de música de acompañamiento, para adoptar determinadas medidas que, siendo populistas, no necesariamente son las mejores, son incompletas o, cuando menos, van a hacer un nuevo roto en los Presupuestos del Estado. El presidente, a la vista del enfado, a sabiendas de que dirige un Gobierno que no tiene mayoría suficiente en el Parlamento, buscaba también una coartada para bloquear cualquier intento de oposición en la cámara. Si algo es apoyado por sindicatos y empresarios, ¿quién va a tener el coraje político de reventarlo en el Parlamento?


Parece claro que, con la que está cayendo y con la que va a caer, se amplíen en la medida de lo posible las coberturas para aquellas personas que hayan agotado las percepciones por desempleo. Pero eso es una responsabilidad del Gobierno que no necesita de acompañamientos.


Exigir, como el enfado de Zapatero parece indicar, que la CEOE aplauda ésta u otras medidas –que iban a ser vendidas por los sindicatos como logros de cara a su feligresía- a cambio de casi nada o dejando para otro momento las cuestiones importantes, tiene poco sentido. Es como pedirle a Fernández Toxo o a Méndez que apoyen una rebaja de la cotización a la Seguridad Social sin contraprestaciones, para unos meses más tarde decirles que la caja de la Seguridad Social tiembla y hay que reformar las pensiones. Por cierto, de esto último no nos libra ni el apuntador, se ponga como se ponga Zapatero. Lo contrario tiene olor a quiebra…. Ya son ganas de….. más o menos, para cuando a mí me llegue la edad de jubilación.


El presidente ha dicho que la CEOE ha torpedeado el diálogo social. Quizá, Zapatero no se acuerde de que fue él mismo quien le puso puertas al campo señalando que, al menos mientras él sea presidente de Gobierno, no habrá reforma de la legislación laboral. Materia que, junto con las cotizaciones sociales, era el caballo de batalla de las reclamaciones empresariales. Intuyo que la CEOE tampoco iba a por un abaratamiento del despido en el corto plazo y que podía haber firmado si el Gobierno y los sindicatos hubiesen aceptado modificar otras cuestiones como la flexibilidad funcional y abierto un compromiso de revisar el asunto de las rescisiones de contrato en el futuro, cuando la fase más dura de la crisis haya pasado. Intuyo que al Gobierno y a los sindicatos les daba miedo abrir el melón de la reforma legal, porque uno sabe cómo empieza pero no cómo acaba.


Está claro que quienes tenemos trabajo no queremos que se reduzca ni un ápice ese dique de “penalización del despido” que supone una indemnización de 45 días por año, o la necesidad de una resolución administrativa o judicial para apreciar “causas objetivas” y poder rebajar el coste de esa operación. Me temo que los parados –y vamos para cinco millones- es una cuestión que ni se plantean. Ellos están fuera y algunos darían cualquier cosa por estar dentro. Pero, de momento, hemos decidido que se queden fuera, salvo que Gobierno y sindicatos vayan a darles trabajo. Y me temo que no va a ser así.


Peor aún. Intuyo que los que ya están fuera y los que se van a descolgar a partir de ahora, van a pasar mucho tiempo “fuera”. La economía española no genera empleo hasta que alcanza tasas de crecimiento en el entorno del 2%. Y eso no lo verán nuestros ojos, en el mejor de los casos, hasta finales de 2011 o 2012. ¿La razón? Cuando las empresas comiencen a tener demanda no necesitarán contratar más plantilla. Les bastará con la que tienen ahora a “medio gas” o con recuperar a quienes están en un ERE de suspensión. Cuando rocen la saturación, pedirán a sus plantillas que hagan un esfuerzo e incluso ofrecerán aumentos significativos de salario para mejorar la productividad o la dedicación. Si la demanda aumenta y saturan su capacidad de producción, recurrirán a los contratos temporales. La lacra que todos hemos creado para conservar nuestro derecho a una indemnización potente. Cualquier cosa, antes que aumentar el número de “despedibles a razón de 45 días por año”. Sólo cuando los empresarios estén convencidos de que la recuperación económica está asentada, es sólida y va a mantenerse el signo positivo durante algunos años, abrirán de nuevo la espita d ela contratación indefinida. ¿Estaremos ya en el 2013?


Y es que, será justo o injusto, pero la frase que hace años le escuché a un dirigente empresarial vasco para aclarar por qué había muchos parados y una legión de contratos temporales, es tan real como la vida misma: “El problema no es la entrada, el problema es la salida”.


Pero…. yo no renuncio a mis “45 días por año”, que quede claro. Así que lo mejor es que el Gobierno se deje de artificios, invente fórmulas y arriesgue, que es lo suyo. Si acierta o fracasa –esto es, si consigue que haya más o menos parados, que es lo que importa en estos momentos- ya se lo diremos en las urnas.

Por Manu Alvarez

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