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Manu Alvarez

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El cansancio de Pedro Solbes

La hipotética salida del gabinete ministerial del vicepresidente para Asuntos Económicos, Pedro Solbes, es un tema de conversación fijo en los mentideros políticos desde hace ya un par de meses. Quienes conocen bien al personaje saben que es el perfecto ‘junco’, pese a sus 66 años y a una espalda que no deja de darle problemas; que se mueve flexible por donde sopla el viento, pero también que está cansado, bastante harto de actuar de parapeto en esta crisis y también de predicar en un desierto, el de La Moncloa, en el que aprecian su figura y lo que representa pero ya no siguen sus consejos. En los últimos días, además, Solbes tiene importantes y dolorosas razones familiares para estar más distante.

Ha sido precisamente él, esta misma semana, quien ha elevado los rumores a la categoría de presunción. En una comparecencia pública y como respuesta a la pregunta de un periodista -que le cuestionaba sobre la dimisión de su ya ex compañero de Gobierno, el ‘cazador furtivo’ Mariano Fernández Bermejo-, Solbes admitió que esa dimisión le daba “envidia” porque así, el hasta entonces titular de la cartera de Justicia, alcanzaba la condición de “ex ministro”. Aunque los portavoces oficiales del Gobierno y el propio presidente Zapatero se han apresurado a matizar que tan sólo fue uno de los habituales recursos irónicos del vicepresidente, todo parece indicar que hay algo más profundo.

Zapatero ‘fichó’ a Solbes como ministro de Economía de su primer Gobierno, a sabiendas de que la cartera era estratégica y que necesitaba a alguien con peso específico y buena imagen en todos los sectores sociales, para mantener las vibraciones positivas en lo que había sido la ‘joya de la corona’ de la gestión de los gabinetes de José María Aznar: el crecimiento económico. Ya desde los primeros momentos, sin embargo, quedó patente que las iniciativas económicas del Gobierno tenían otros impulsores -Miguel Sebastián, entre ellos- y que al vicepresidente le tocaba aguantar el tirón de un Zapatero proclive a aceptar propuestas de tono populista pero escasamente eficaces.

Solbes ha tenido que sufrir durante los últimos años los conciábulos que se gestaban en el antiguo despacho de Sebastián -el de responsable de la Ofician Económica de Moncloa- y que acababan en auténticos desastres. Uno de ellos, el destino de Endesa, se acaba de sustanciar en los últimos días. En esas y otras circunstancias similares, el vicepresidente siempre ha evitado el enfrentamiento frontal con el resto del Ejecutivo y más aún con el presidente. “Yo creo que no es bueno…..” se limitaba a decir siempre que surgía en la esfera del Gobierno alguna iniciativa que consideraba inapropiada. Lo hizo, por ejemplo, cuando Sebastián convenció a Zapatero, en plena campaña electoral de las últimas elecciones generales, para aprobar una nueva deducción del IRPF, por importe de 400 euros. Una medida que se ha revelado inútil y que, además, ha estrechado el margen presupuestario en un momento en que los recursos se revelan escasos, los ingresos fiscales están a la baja y amenazamos con romper todos los techos del endeudamiento público.

Siempre ha seguido la misma estrategia. “Yo creo que no es bueno…..”, para esperar que el tiempo le diese la razón y, con ello, aumentase su peso real en el Gobierno y más aún en el control del gasto público. Pero en los últimos meses, cada vez que el vicepresidente ha pronunciado otra de sus frases recurrentes -esa de “ya no queda margen presupuestario…”- algún compañero de gabinete se ha apresurado a adelantarle por la izquierda, para anunciar una nueva política de gasto. Hay quien asegura que ya está cansado de actuar sólo como un elemento de imagen en manos del presidente y que los mensajes de Zapatero en privado -del estilo de “tú eres indispensable en este momento”- ya no hacen mella en él.

Uno de los mejores amigos de Pedro Solbes me confiaba en la última campaña electoral una de sus sospechas: “Si se lo planteas -me confesaba- él lo negará, pero le conozco hace más de 20 años y sé cómo piensa y cómo actúa. Por eso, estoy convencido de que no va a abandonar el Gobierno. Y no por falta de ganas, sino porque no se fía de la elección de su sustituto”.

Pero eso era febrero de 2008 y ha llovido una barbaridad desde entonces…

Por Manu Alvarez

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