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Janire Prudencio

Una científica vasca en la Antártida

Continente Antártico I

¿Cómo os imagináis el continente antártico? ¿Con mucha nieve? ¿Con muchos icebergs? ¿Invadido por pingüinos? Pues así me lo imaginaba yo… Los únicos que me han fallado han sido los pingüinos emperador (Sí, sí… ¡Los de Happy feet!), pero os puedo asegurar que no he parado de ver otras especies de pingüinos, ¡ya os contaré!

En total he estado 5 días a bordo del buque oceanográfico Las Palmas, recorriendo los sitios más turísticos de la península antártica. He decidido dividir este viaje en varias etapas, para no acabar un millón de fotos en cada post…y creedme, ¡va a ser dura la elección!

Salimos el día 1 de febrero de mi querida Isla Decepción y pusimos rumbo a península Byers, donde recogimos a los científicos del proyecto Permaplanet, que trabajan con el permafrost. Y de ahí pusimos rumbo a la isla Livingston, a la base española Juan Carlos I, ya que había científicos a bordo que tenían que empezar sus labores científicas allí. Cuando los despedimos, cual fue nuestra sorpresa a darnos cuenta que estábamos rodeados por nada más y nada menos que por 10 ballenas jorobadas. Fue impresionante verlas tan de cerca. Sus lomos, sus bufidos que se perdían en el aire, sus saltos, sus inmensas bocas abriéndose para alimentarse…hemos sacado muchas fotos, pero sin duda ninguna pudo plasmar el entusiasmo y la alegría con la que recibíamos cada emersión de las ballenas, parecíamos unos niños pequeños en el día de Reyes. Sin duda fue un espectáculo que difícilmente podremos olvidar…

El día siguiente y contrariamente a lo que decían las previsiones, se despertó con ventisca. El viento y la nieve…la nieve y el viento… Lo que podía haber sido un maravilloso día en la Base argentina Primavera… lo fue. Creo que cuando estás en la Antártida, da igual que nieve, que haga frío, es tan impresionante lo que tienes ante tus ojos que todo se vuelve mágico. Así que nos pusimos nuestros trajes de supervivencia en aguas heladas (los mustang, viking o “teletubies”, ¡otro día os hablaré de esto!) y nos montamos en la zodiac. La llegada a Caleta Cierva no fue de las mejores, tuvimos que esquivar icebergs y atravesar el brass (pequeños trozos de iceberg) y por fin, desembarcar en la Base Primavera. Nos recibieron genial, nos dieron té, café y algo caliente y nos ayudaron a transportar todo el material al emplazamiento de la estación sísmica.

Os había dicho que habíamos venido hasta aquí para hacerle el mantenimiento a la estación. Iba a ser una cosa fácil: cambiar baterías, colocar unas cajas de conexiones y monitoreo nuevas, sellar todo con silicona y listo… Pero no, no fue tan fácil. Nos encontramos con que había entrado agua en la caja de baterías y. por tanto, todas las baterías, sistemas de adquisición, cableado y gps (en el anterior post os contaba para que sirve para cosa, ¡¡echadle un ojo!)  que teníamos allí debían ser reemplazados, además de intentar secar bien bien la caja para que el nuevo material no cogiese humedad y se mantuviera lo más seco posible.

Después de 4 horas trabajando bajo la ventisca, pudimos conectar el sistema de alimentación y comprobar que todo estaba en marcha, ¡bien! Únicamente nos faltaba el disco duro de registro, pero teníamos que configurarlo, así que como ya era hora de comer, decidimos dejarlo para después. Nuestros pies y sobretodo nuestros dedos de las manos nos lo agradecieron. Comimos en la base argentina, el cocinero Ramón nos había invitado a comer a todo el personal que habíamos desembarcado y no pudimos rechazar su oferta. El cocido que nos hizo, algo así como unas alubias blancas y un melocotón en alminar con dulce de leche, nos vino genial para retomar nuestro trabajo. Configuramos el disco y nos fuimos corriendo a la estación, el tiempo empeoraba, la ventisca era cada vez más fuerte, así que no había tiempo que perder.

Conectamos el disco y mi compañero Jose Ángel empezó a dar esos pequeños pataleos que damos los sismólogos para comprobar que el sensor y el sistema de adquisición funcionan. ¡Y ahí estaban! ¡Estaba viendo sus pisadas! ¡Todo estaba correcto! Empezamos a dar saltos de alegría, porque tal y como nos encontramos por la mañana la estación, no nos creíamos capaces de poder ponerla en marcha… Y obviamente volvimos a mirar que nuestros saltos habían sido registrados. Todo en orden, nos cogimos las pistolas de silicona y empezar a tapar todos los sitios por donde pudo entrar el agua, aunque si os digo la verdad, aún no tengo ni idea de por donde entró…

Y así acabó nuestro día, con el frío metido en el cuerpo, pero con la satisfacción de un trabajo bien hecho.

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