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Hemoglobina de mamut

Los mamuts (del género Mammuthus) tenían un conjunto de características morfológicas muy adecuadas para hacer frente a las bajas temperaturas. Si los comparamos con los elefantes actuales, esas características son las más distintivas de los mamuts. Gracias a su grueso y oleaginoso pelaje, y a tener orejas y cola de pequeño tamaño, limitaban considerablemente la pérdida de calor.

Recientemente se ha dado a conocer otra característica de los mamuts relacionada con la temperatura, pero no se trata de una adaptación anatómica sino fisiológica. Cualquiera que esté leyendo estas líneas pensará, seguramente, que no es posible conseguir en la actualidad información de un mínimo fuste sobre el funcionamiento de un animal que se extinguió hace miles de años. Pero lo es. [¡Son las maravillas de la biotecnología!]

Han tomado el ADN de los restos de un mamut que había muerto hace aproximadamente cuarenta y cuatro mil años y lo han amplificado. De la cadena de ADN así obtenida, se han tomado los loci que codifican la hemoglobina y los han insertado en el genoma de bacterias de la especie Escherichia coli. De esa forma, las bacterias han transcrito el ADN y han sintetizado las cadenas peptídicas que conforman la molécula de hemoglobina. En definitiva, se han utilizado las bacterias para fabricar hemoglobina de mamut. Y con esa hemoglobina se han realizado después las determinaciones experimentales que se suelen hacer con la hemoglobina o cualquier otro pigmento respiratorio de otras especies o de seres humanos.

El grupo de investigación que hizo ese trabajo estaba especialmente interesado en la relación entre la función de la hemoglobina y la temperatura. Sabemos que la afinidad de un pigmento por el oxígeno disminuye al aumentar la temperatura. Por esa razón, a temperaturas bajas el oxígeno tiende a estar combinado con la hemoglobina, y eso podía resultar un gran inconveniente para los mamuts.

Los mamuts, como es lógico, eran animales homeotermos, mantenían constante la temperatura corporal. Pero como ya he señalado en más ocasiones, en un organismo animal la constancia térmica no suele ser total y menos si las condiciones ambientales son extremas. En las zonas cálidas puede variar a lo largo del día. Y en las frías, varía de unas partes a otras del cuerpo: las extremidades se enfrían, y a veces mucho, puesto que haría falta gastar demasiada energía para mantenerlas calientes. El ejemplo de los pingüinos es muy claro, ya que corren un gran riesgo de sufrir una pérdida de calor excesiva solo por andar por encima del hielo; por eso sus extremidades se mantienen cerca de 0 ºC, pero sin permitir que lleguen a congelarse. El caso del mamut no era seguramente tan extremo, pero es más que probable que las patas y la trompa se enfriasen bastante. Por ello, la hemoglobina tendría serias dificultades para ceder el oxígeno a los tejidos de esas extremidades, puesto que tendería a quedar combinado con ella por culpa de las bajas temperaturas.

Al analizar el proceso de combinación y liberación del oxígeno, han observado que la hemoglobina del mamut es diferente de la del elefante. La del mamut, a temperaturas bajas, se descarga de oxígeno en la misma medida que se descarga la hemoglobina de elefante a temperaturas altas. Y ello ocurre gracias a una pequeña diferencia molecular entre las hemoglobinas. Si no fuera por esa variación, el oxígeno pasaría de los pulmones a la sangre pero luego no sería cedido por la hemoglobina sanguínea a los tejios, sino que permanecería combinado con ella. Y de ese modo, los tejidos de las patas del mamut no serían capaces de metabolizar ningún sustrato energético para el que se requiriera oxígeno.


Por Juan Ignacio Pérez

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mayo 2011
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