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Jon Garay

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La sonrisa de Gebreselassie en Atlanta 1996

Una calurosa noche de verano de 1996, las cámaras de televisión enfocaban la fila de participantes de la final masculina de los 10.000 metros de los Juegos de Atlanta. La mayor parte de los atletas permanecían, como suelen, concentrados y solo cambiaban su rictus para saludar escuetamente a la cámara cuando les llegaba su turno. Todos, menos uno. Allí estaba Gebreselassie, ese diminuto etíope que había irrumpido tres años antes para ganar el campeonato mundial de esta misma distancia. ‘Gebre’, al contrario que sus rivales, sonreía. Simplemente sonreía y saludaba alegre a la cámara. Tenía ante sí la oportunidad de ser campeón olímpico, pero no parecía preocupado. Cuando un fondista sabe que puede correr un 1.500 en pista cubierta en ¡3.31.76!!!!!! (lo hizo dos años después) y había batido ya los récords de 5.000 y 10.000, realmente no tiene por qué preocuparse. Si el ejército keniata quería imponer, como solían y siguen haciendo, un ritmo infernal, no había problema. Él, ‘Gebre’, tenía el récord, así que era capaz de ir rápido el tiempo que hiciera falta. Si preferían esperar al final, solo tenían que tener presente que se enfrentaban al hombre que dos años después sería campeón mundial de 1.500 indoor. Dicho de otra forma, ‘Gebre’ sonreía porque se sabía imbatible.

A lo largo de la historia, ha habido atletas que han dominado un amplio abanico de distancias. El más célebre, Zatopek, que ganó el 5.000, 10.000 y maratón en los Juegos de Helsinki de 1952. Lasse Virén y Mirus Yifter lo consiguieron años después en las dos primeras distancias. Paavo Nurmi y Elgerrouj hicieron lo propio en 1.500 y 5.000 (el primero también fue capaz de hacerlo en 10.000). Pero nunca ha habido un atleta capaz de ser campeón mundial de 1.500 y batir el récord mundial de maratón. Por el medio, por supuesto, rompió todas las marcas habidas y por haber desde los 2.000 metros en pista cubierta, hasta los diez kilómetros en ruta o el récord de la hora. Así, hasta haber batido 27 récords del mundo. Este hombre no ha conocido límites.

Y no es que sus rivales fueran ‘cojos’. Dos de ellos fueron Paul Tergat y Daniel Komen. Del primero se recuerda la épica batalla en la final de 10.000 de los Juegos de Sidney, cuando ‘Gebre’ literalmente ganó por un golpe de pecho. Siempre sucedía lo mismo: Tergat tiraba y tiraba para sucumbir al demoledor final del etíope. De Komen, basta decir que sus récords de 3.000 metros tanto en pista cubierta como al aire libre permanecen inasequibles para atletas tan grandes como El Guerrouj o Bekele. El caso es que ‘Gebre’ pudo con ellos.

Uno de los momentos más hermosos que se recuerdan de ‘Gebre’ es, curiosamente, el de su derrota ante otro fenómeno como Kenenisa Bekele. Éste venía avisando desde 2002 de que se avecinaba alguien verdaderamente grande. Sus exhibiciones en las pruebas de cross aventuraban lo que estaba por venir. En 2003, en los Mundiales de París, ambos se turnaron para ‘reventar’ los 10.000; al final, el heredero se impuso al maestro. El verdadero relevo se dio un año después, en los Juegos de Atenas. La superioridad etíope hizo que Bekele y Shiine trataran de esperar al ‘jefe’, al que miraban y remiraban para ver si podía seguir con ellos. Pero no pudo. Su tiempo en las pistas había pasado. Bekele ganó con una de sus ya legendarias últimas vueltas a 54 segundos (‘normal’ en una prueba de 800, ¡pero no en un 10.000!!!!!!!!). El territorio de Gebre sería, desde entonces y hasta ayer, el asfalto.

“He sido el mejor y he ganado a los mejores”, dijo una vez Michael Doohan, pentacampeón mundial de 500cc. Esta frase la podía haber firmado también ‘Gebre’. Sólo unos pocos se han permitido el lujo de afrontar una final olímpica con la sonrisa dibujada en la cara.

P.D. Respecto a la versatilidad, solo Bekele puede compararse e incluso superar a ‘Gebre’. De hecho, Kenenisa es el único hombre en ser campeón mundial al aire libre, en pista cubierta y en cross y ha batido prácticamente todas las marcas del ‘Jefe’, desde el 1.500 al 10.000. Solo resta por ver si su salto al asfalto es igual de exitoso.

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