Hace poco menos de un mes se conoció la noticia de que Larry Summers, principal asesor económico de Obama, dejaba su cargo. El presidente norteamericano, ocupado ahora en la campaña de elecciones al Congreso en el ecuador de su mandato, se ha forjado una imagen de látigo acusador de los excesos financieros de Wall Street. “Imprudentes”, les dijo a los banqueros al tiempo que hacía referencia al hombre alto que estaba a su espalda. Ese hombre alto era Paul Volcker, ex presidende la Reserva Federal y muy poco amigo de las innovaciones financieras desarrolladas por el sector en los últimos años. “La única innovación bancaria realmente útil han sido los cajeros automáticos”, ha llegado a afirmar el hombre que intimidaba con su sola presencia (mide dos metros) a Alan Greenspan. De hecho, una de sus propuestas, conocida como ‘Plan Volcker’, es impedir a los bancos el tipo de inversiones especulativas que, en su opinión, han sido claves para la crisis actual. Volcker se ha mostrado partidario además de volver, aunque sea parcialmente, a la Ley Glass-Steagall, creada en 1933 por Roosevelt y que separaba la banca de inversión de la banca comercial con la intención de reducir los riesgos que podían tomar los banqueros tradicionales con los fondos de sus clientes.
¿Y qué tiene que ver con todo esto Larry Summers? Pues que este hombre, un superdotado que entró con 16 años en el MIT y sobrino de dos Premios Nobel de Economía (Paul Samuelson y Kenneth Arrow), apoyó en 1999 la abolición de la citada ley de bancos cuando era secretario del Tesoro en la Administración Clinton. Esto es lo que ha permitido que los bancos ‘normales’ puedan entrar en el negocio de las inversiones especulativas que tan dañinas han demostrado ser. Visto desde la distancia, Obama tenía en su equipo de asesores a dos hombres que pensaban justo lo contrario respecto a la innovaciones financieras y el papel de Wall Street. ¿Cómo calificar a los banqueros de imprudentes cuando uno de tus principales asesores ha sido uno de sus principales consejeros?
Cuando en noviembre de 2008 Obama anunció la composición de su equipo económico, los medios no parecieron interesados en esta contradicción. Cinco Días señaló que el nombramiento de Summers mandaba “el mensaje de que la Casa Blanca tendrá un política centrista pero agresiva”, pero no entró en mayores detalles. En El País se señaló que Obama sumaba “su autoridad (la de Summers) como una de las mejores cabezas económicas del país” y en un pequeño despiece sobre este economista, se hacía mención a su pasado en el MIT, Harvard y en la administración Clinton, pero no su apoyo a la abolición de la Ley Glass-Steagall (En su favor hay que decir que cuando Summers salió del Gobierno, sí apuntó que el ala izquierda que apoyaba a Obama no había visto con buenos ojos a este economista). El Correo no dijo nada al respecto. Un poco más acertado estuvo Expansión, que si bien en un primer momento no hizo alusión al guna al pasado de Summers, si mencionó las posibles tiranteces entre Volcker y el dúo Geithner-Summers cuando se presentó el plan para volver a regular el sector bancario. Inclsuo se recordó que fue la Administración Clinton la que derogó la Ley Glass-Steagall, si bien no llega a relacionar a Summers con este hecho.
Evidentemente, no es imposible que Summers cambiara de opinión en los diez años que permaneció al margen del gobierno. El New York Times publicó en 2007 un artículo que hacía alusión a la evolución de Summers desde unas posiciones no intervencionistas a otras más favorables a la regulación. Pero los medios, incluso los especializados, no parecieron prestar atención a un detalle que es, creo, más que un detalle. Al fin y al cabo, la Administración Obama, llamada a acabar con los desmanes de la banca, tenía entre sus principales cerebros a quien había dado vía libre a dichos desmanes.