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Jon Garay

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29 de junio de 1975, una fecha para el recuerdo

Echando un vistazo a un anuario del año 1975 uno se encuentra con varios acontecimientos destacados: el fin de la guerra en Vietnam, el ascenso al poder del partido conservador británico de Margareth Thatcher, la irrupción de los Jemeres Rojos en Camboya, la celebración del I Año de la Mujer…, y, en España, claro, la muerte de Franco. Sin embargo, el 29 de junio de aquel año, lunes, se produjo un hecho que pasó inadvertido entre la maraña de acontecimientos: Steve Wozniak logró por primera vez ver en una pantalla lo que había escrito con su teclado. Era el Apple I. El ordenador personal, con teclado y pantalla, acababa de ver la luz. Y funcionaba. Poco después, el propio Wozniak construía el Apple II, que ya incluía color en la pantalla, sonido, carcasa de plástico, gráficos de alta resolución, la posibilidad de utilizar la primera hoja de cálculo -el revolucionario VisiCalc-…, en definitiva, el primer ordenador con éxito entre el gran público (poco después, en 1984, el MacIntosh introdujo la interfaz gráfica y el ratón, ambos desarrollados en los laboratorios PARC de Xerox, abriendo el mundo de la informática a los no iniciados).

Visto en perspectiva, la aparición del ordenador personal fue todo un ‘milagro’.En 1944 la universidad de Harvard había construido el MARK I, un ordenador de 15 metros de largo y cinco toneladas de peso. Tres años después, la universidad de Pennsylvania construía el ENIAC, que ocupaba 167 metros cuadrados y pesaba 27 toneladas. Ambos tenían como misión hacer cálculos para el ejército estadounidense. Imposible vislumbrar por entonces un futuro en el que cada usuario pudiera disponer de un ordenador personal (o varios, y menos todavía los portátiles) en su propia casa y a un precio accesible.

Steve Wozniak, el excéntrico cofundador de Apple, tenía once años cuando supo del ENIAC. Siendo un niño extremadamente tímido, con un padre ingeniero electrónico y armado de un cociente intelectual superior a 200, ‘The Woz’ devoró las revistas de la época buscando todo lo relacionado con la informática. Su sueño, cuenta en su autobiografía ‘iWoz. The autobiography of the Man Who Started the Computer Revolution’, fue el de conseguir que aquellos titanes entrasen en todas las casas y facilitara la vida de la gente del común.

Una de las tareas más asombrosas de aquellos años fue la reducción del tamaño de los ordenadores. En una fecha tan temprana como 1959, el célebre físico Richard Feynman impartió una conferencia que tituló ‘Hay mucho sitio al fondo’ en la que abrió un nuevo campo de investigación: la nanotecnología. En aquella conferencia, el futuro premio Nobel que comía en bares de striptease y tocaba estupendamente el bongo aseguraba que ninguna ley física impedía pensar en escribir todos los volúmenes de la Enciclopedia Británica en la cabeza de un alfiler o reducir enormemente el tamaño de los componentes. “Sé que los computadores son muy grandes; ocupan habitaciones enteras. ¿Por qué no podemos hacerlos muy pequeños, hacerlos con cables pequeños, elementos pequeños (…) No hay nada que yo pueda ver en las leyes de la física que diga que los elementos del computador no pueden hacerse enormemente más pequeños de lo que son ahora”. Por ‘pequeño’ Feynman entendía cables de un ancho de no más de cien átomos, de ahí que le sobrara el espacio por todos lados.

Aquel inadvertido 29 de junio de 1975 comenzó la asombrosa carrera de los ordenadores personales. A los Apple I y II les siguieron el PC de IBM, el MacIntosh y toda la ristra de gadgets electrónicos que han revolucionado no sólo la forma de trabajar, sino también de comunicarse y de pasar el tiempo libre. Un fecha, sin duda, para recordar.

P.D. Como curiosidad, cuando aquella revolución daba sus primeros pasos, Steve Wozniak, todavía sin terminar la carrera, trabajaba para HP haciendo calculadoras. Era la empresa de sus sueños y obligado moralmente a comunicarles lo que estaba haciendo -utilizó de hecho sus instalaciones para hacer diversas pruebas-, la empresa no mostró mayor interés por su proyecto. Tampoco Atari o Commodore lo hicieron. Cuando emprendieron sus propios proyectos, el resultado no fue el mismo. Lo habían tenido en sus manos y lo dejaron escapar.

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