A lo largo del día de ayer me sorprendió la cobertura que se dio a la jornada del lunes de los mundiales de atletismo. La actuación de Usain Bolt seguía acaparando la atención de los medios, pero los protagonistas del día fueron Marta Domínguez y su medalla de oro, y la sorprendente actuación de Isinbayeva. Sin embargo, poca o ninguna mención se hizo de los 100 metros femeninos y, sobre todo, de la gran carrera de 10.000 que protagonizaron Tadesse y Bekele.
Para los que no pudieron disfrutarla, los primeros cinco kilómetros fueron los “clásicos”: los keniatas, expatriados o no, tirando a un ritmo sostenido (para ellos, claro, porque para los no africanos ya es meritorio mantenerse a su lado) con el fin de desgastar a su bestia negra, Kenenisa Bekele. Sin embargo, lo mejor vino a continuación. Tadesse, sabedor de que nada tiene que hacer con el etíope al sprint, impuso un ritmo demoledor: de 1 minuto y 6 segundos por vuelta pasó a hacerlo en cuatro segundos menos. El resultado, que el kilómetro comenzó a hacerse en torno a 2 minutos y 35 segundos. ¡Casi nada! Como hiciera Tyson Gay en los 100, Tadesse hizo que su particular Usain Bolt diera lo mejor de sí. Bekele, con ese correr majestuoso que le caracteriza, no torció el gesto en ningún momento y al toque de campana dio su clásico golpe final: la “típica” vuelta en 54 segundos que puso en boga en los Juegos Olímpicos de Atenas. Demoledor. Récord de los campeonatos (26:46.31).
Podría pensarse que los periódicos generalistas bastante tenían con Marta Domínguez y compañía -no es excusa, porque algunos dedican todos los días su espacio a noticias de los entrenamientos de fútbol que claman al cielo-, pero es que Marca, con dos enviados especiales y ocho páginas dedicadas al evento, sólo se permitió una breve nota en un friso y su reflejo en los resultados de la jornada.
Es cierto que las carreras de fondo tienden a no ser tan valoradas por los espectadores. La velocidad, simple, orgásmica, explosiva, responde al prototipo de espectáculo moderno (y antiguo, porque en los viejos Juegos Olímpicos, el que ganaba la carrera del estadio -192 metros- daba nombre al evento-), pero el fondo, sempiterno, agónico, monótono, es todo lo contrario. E incluso es poco telegénico; la televisión no capta la verdadera velocidad a la que marchan. Prueben a dar una vuelta (sólo una) a una pista de 400 metros en un minuto y diez segundos y verán lo difícil que es. Después, piensen en dar 25 vueltas a ese ritmo. Imposible. Ojalá alguna vez se valore verdaderamente el mérito que tiene correr tan rápido durante tanto tiempo. Aunque parezca mentira, no todo los meritorio es espectacular ni todo lo espectacular es meritorio.