Ramiro Santiesteban, santanderino superviviente del campo de concentración de Mauthausen, decía hace unos días en Vitoria con motivo de la presentación de la exposición sobre el arte en los campos de la muerte ( http://www.elcorreo.com/alava/v/20101008/cultura/escalones-hacia-horror-20101008.html) que tiene lugar en el archivo Histórico Provincial de Álava, que el «es un tipo con suerte» a sus 89 años. No llegó a coger un fusil en la Guerra Civil – tenía 15 años cuando empezó la contienda – y ,sin embargo, fue llevado como un soldado republicano más al famoso campo de la cantera y los escalones. Fue trasladado por los alemanes desde Francia a Austria con su padre que murió al mes de salir del campo, en 1945, completamente agotado, y con su hermano que falleció también cuando regresaba a España por la frontera tiroteado por la Guardia Civil. «Se empeñó en ver a mi madre», contaba Ramiro.
Entre la razones para sobrevivir en el infierno él se refería a dos, la salud y la suerte. «No cogí ni un constipado. Allí eran mortales». Y la suerte. «Los presos mayores me protegieron. Tenía un amigo andaluz que renegaba de su mala suerte, y decía que cualquier golpe que repartieran los alemanes lo recibía él. Naturalmente, murió allí». El libro ‘Amanece en Paris’ de la periodista Paloma Sanz cuenta su vida.
Hay que buscarse la suerte siempre, estar atentos a lo que ayuda a sobrevivir y tener esperanza. Pero también hay que nacer con estrella. Ramiro ha tenido suerte de la buena porque además de sobrevivir al infierno es un hombre que transmite serenidad.